Juan 16:2-3. “Os expulsarán de las sinagogas; y aun viene la hora cuando cualquiera que os mate, pensará que rinde servicio a Dios. Y harán esto porque no conocen al Padre ni a mí.” El ser humano tiene la costumbre de defender su creencia cuando está convencido que ésta es la verdad, incluso con su propia vida; son capaces de llegar a morir por causa de lo que cree. ¿Qué serías capaz de hacer en defensa de tu fe, de tu creencia? El problema está cuando se sienten en el derecho u obligación de agredir e incluso matar a otro para defender o imponer su creencia. Quizá pienses que tú no matarías a nadie, pero ¿qué tan seguro estás de no hacerlo? Quizá ya lo hayas hecho. ¿Hablarías con un muerto? Estoy seguro que no; has aprendido que la persona que murió ya no vuelve a tener contacto con los vivos. Ya no reconoces a aquel que ha muerto entre los vivos, le tienes sólo en el recuerdo, pero no le hablas; aún cuando algunos en ignorancia van a cementerio a hablar con los difuntos.
Somos una Iglesia que profesa el Evangelio de Jesucristo contenido en las sagradas escrituras del cual, encomendado a los Apóstoles mediante el ministerio de la reconciliación para salvar nuestras almas. Constituida para el crecimiento espiritual y aprendizaje de las verdades bíblicas, proclamar las buenas nuevas de salvación, propiciando la reconciliación del hombre con Dios para que vivamos sobria, justa y piadosamente, a fin de presentarnos perfectos en Cristo Jesús para toda buena obra.