Ese
es mi hermano
Mateo 12:50
“Porque todo aquel
que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, y
hermana, y madre.”
Uno de los más grandes privilegios que como
seres humanos podemos adquirir es el hecho de ser considerados hijos o
hermanos de alguien importante.
El vínculo entre personas en este sistema
humano es cada vez mayor mientras más cercano, consanguíneamente hablando, nos
encontremos. Así tenemos el vinculo padre – hijo(a); Madre – hijo (a), como muy
estrecho; Luego en orden de importancia, hermano (a) – hermana (o).
El hecho de ser hermanos le da privilegios,
permisos que nadie más puede compartir por el simple hecho de tener los mismos
padres.
Hemos sido creados en este mundo por
disposición del creador del universo; el Dios Todopoderoso, incomparable, dueño
del cielo, la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay.
Nuestra relación con el creador del universo
está establecida para llegar a ser Padre – hijo; Así está escrito en el libro
de Hebreos 2:10.
“Porque convenía a
aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas
subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por
aflicciones al autor de la salvación de ellos.”
Así
lo reconoció el Señor Jesucristo cuando estuvo en esta tierra, poco después de
haber resucitado de los muertos.
“Jesús le dijo: No me
toques, porque aún no he subido a mi Padre; mas ve a mis hermanos, y diles:
Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a Vuestro Dios.” Juan 20:17
Podemos ver que nuestra relación con Dios es
Padre –hijo; siendo per se un privilegio grande que el Dios del Universo,
nuestro hacedor, nos dé el permiso de ser hechos hijos de Dios; y todo basado
en el amor de Dios para con nosotros.
“Mirad cuál amor nos
ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no
nos conoce, porque no le conoció a él.” 1ra de Juan 3:1.
Ahora bien, cuando introduce a Jesucristo en
este mundo, por medio del ángel Gabriel, le dijo a María:
“…El Espíritu Santo
vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual
también el Santo Ser que nacerá, será
llamado Hijo de Dios.” Lucas 1:35.
Confirmándolo el mismo Dios con la expresión
“Este es mi Hijo amado”.
a)
Mientras Juan le bautizaba:
“Y hubo una voz de
los cielos, que decía: Éste es mi
Hijo amado, en quien tengo complacencia.” Mateo 3:17.
b)
En el monte de la transfiguración:
“Mientras él aún
hablaba, una nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que
decía: Éste es mi Hijo amado,
en quien tengo complacencia; a él oíd.” Mateo 17:5.
Encontramos así que, el mismo testimonio es
usado tanto para nosotros como para Jesucristo; ambos somos hijos de Dios,
porque tenemos a Dios por Padre, por consiguiente como hijos del mismo padre entonces venimos a ser hermanos.
Cuando a Jesucristo le llegaron avisando que
su mamá y sus hermanos terrenales le estaban buscando, él hizo una pregunta
clave: “… ¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos?” Mateo 12:48.
Hay acá dos preguntas en una. Teniendo ambas la misma respuesta. ¿Por qué?
a) ¿Quién
es mi madre?
El
origen de Jesucristo está bien claro; de esto nos habló el Apóstol pablo cuando
dijo:
“El primer hombre es
de la tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo.” 1ra Corintios
15:47.
La
materia de la cual fuimos hechos los seres humanos es el polvo de la tierra,
pero en el caso de Jesucristo, el poder de Dios que operó por medio de su
Espíritu Santo obró en el vientre de maría y Jesús el Cristo fue engendrado.
“El Espíritu Santo
vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo
cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios.” Lucas 1:35.
“… José, hijo de
David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado,
del Espíritu Santo es.” Mateo 1:20.
Tenemos
pues que maría llevó en su vientre al hijo de Dios, el cual dio a luz al
cumplirse el tiempo.
“Y aconteció que
estando ellos allí, se cumplieron los días de su alumbramiento. Y dio a luz a su hijo primogénito,
y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para
ellos en el mesón.” Lucas 2:6-7.
b) ¿Quiénes
son mis hermanos?
Es cierto que María y José procrearon hijos e
hijas, posterior al nacimiento de
Jesucristo. Así lo reconocían los habitantes de ese entonces.
Y no era que en ese tiempo todos se llamaban
hermanos, como algunos han querido hacer creer, pues dice claramente las
escrituras que cuando María dio a luz a Jesucristo se refiere a éste como “su hijo primogénito…” Lucas 2:7.
No habla de hijo “Unigénito”, pues primogénito es el que nace primero, dando a
entender que después de Jesucristo le nacieron otros hijos a María.
Por eso los habitantes de Nazaret vecinos de
María y José, preguntaron:
“¿No es éste el hijo
del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos, Jacobo, José,
Simón y Judas? ¿No están todas sus
hermanas con nosotros? ¿De dónde, pues,
tiene éste todas estas cosas?” Mateo 13:55-56.
“¿No es éste el
carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿No
están también aquí con nosotros sus hermanas? Y se escandalizaban de él.” Marcos 6:3
Terrenalmente, se le relacionan estos
hermanos y hermanas, sin embargo ante la noticia de que sus hermanos le estaban
esperando, Jesucristo preguntó:
¿Quién es mi madre, y quienes son mis
hermanos?
Y luego contesta:
“Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos,
ése es mi hermano, y hermana, y madre.” Mateo 12:50.
Reconociendo así, al Dios creador del cielo,
como su padre y a todos aquellos que hacen la voluntad de Dios como sus
hermanos.
Que buen parámetro, especialmente en nuestros
días cuando a todo el que asiste a una Iglesia o lleva una biblia bajo el brazo
llamamos hermano.
Para
ser hermanos de Jesucristo hay una condición: Hacer la voluntad de Dios nuestro
Padre; a lo cual el Apóstol Pablo clarificó aún más al darnos a conocer quiénes
son los hijos de Dios:
“Porque todos los que son guiados por el Espíritu de
Dios, éstos son hijos de Dios.” Romanos 8:14.
Podemos entonces llegar a ser hijos de Dios
Padre y Hermanos de Jesucristo, hijo del Padre, al ser guiados por el Espíritu
de Dios y hacer la voluntad de nuestro Padre que está en los cielos; siendo
este vinculo no de carne o sangre sino por voluntad de Dios.
“Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio
potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre,
ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.” Juan 1:12-13.
Algo que debemos saber es que Nuestro señor Jesucristo
no se avergüenza de llamarnos hermanos. De manera que debemos sentirnos
contentos de ser considerados hermano, por aquel que murió por nuestros pecados,
si hacemos la voluntad de nuestro Padre que está en los cielos. Dios Quiere
llevar muchos hijos a la gloria, muchos hermanos de Jesucristo, por eso Dios
perfeccionó, por medio de aflicción, al autor de nuestra salvación, Jesús el
Cristo, él es Nuestro Hermano y todos somos de un mismo Padre.
“Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por
lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos, diciendo: Anunciaré a mis
hermanos tu nombre, En medio de la congregación te alabaré. Y otra vez: Yo
confiaré en él. Y de nuevo: He aquí, yo y los hijos que Dios me dio. Así que, por cuanto los hijos participaron de
carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la
muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la
muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre. Hebreos 2:11-15.