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LA CARNE Y LA SANGRE ¿NO ENTRARAN AL CIELO?

La carne y la sangre ¿no entrarán al cielo?

1ra de Corintios 15:30.
“Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción.”

Es frecuente ver como este versículo es usado para dar a conocer la creencia de que la carne y la sangre no pueden entrar al cielo; con esto no sólo limitan la existencia de seres con carne y sangre a esta tierra, sino que ningún ser humano puede entrar al cielo. ¿Realmente es esto a lo que se refiere este versículo? ¿Qué otra consecuencia tendrá el creer que la carne y la sangre no entran al cielo? Se hace necesario que con mucho cuidado se revise lo que implica esta afirmación, pues quizá puedan inclusive querer llegar a invalidar el evangelio de salvación y perdón de pecados de la misma manera que los judíos en la antigüedad llegaron a invalidar el mandamiento de Dios por las tradiciones.
“Pero vosotros decís: Cualquiera que diga a su padre o a su madre: Es mi ofrenda a Dios todo aquello con que pudiera ayudarte, ya no ha de honrar a su padre o a su madre. Así habéis invalidado el mandamiento de Dios por vuestra tradición.” Mateo 15:5-6.

El versículo que hoy nos ocupa tiene una repercusión muy grande en nuestras vidas. Al revisarlo con detenimiento, lo primero que podemos ver es que en el versículo dice:
“la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios”

Allí no habla de entrar, más dice claramente heredar. ¿Qué diferencia hace esto? Bastante. El que entra va a un lugar, mientras el que hereda recibe algo de alguien, donde se encuentre. De manera que de lo que habla acá la escritura es que la carne y la sangre no puede heredar; esta carne y esta sangre corruptible, tomada del polvo de esta tierra. No es simplemente por ser carne y sangre, sino porque para poder heredar es necesario que sea carne  incorruptible y sea parte de un heredero, estar incluido en el testamento; tal es el caso de los hijos de Dios, quienes seremos herederos juntamente con Cristo; ya que la sentencia para esta carne y esta sangre es que polvo es y al polvo volverá.
Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.” Romanos 8:17.
“Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás.” Génesis 3:19.

Allí también habla claro de que lo que es dado en herencia es el reino de Dios o el reino de los cielos, más no el cielo. Es frecuente escuchar que algunos dicen que se ganaron el cielo, como si ahora el cielo es de ellos. La palabra de Dios es clara cuando dice que la herencia es el reino de los cielos. ¿Cuál reino? El reino de Dios. ¿Dejará Dios de ser el Rey supremo? ¿Reinaremos en su lugar? No; nuestro señor Jesucristo dijo:
“Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo.” Mateo 25:34.

De este reino es del que habla la escritura que hemos de heredar; el que Dios nos preparó desde antes de la fundación del mundo y no debemos confundirlo con el Reino de Dios, el universal, ni mucho menos con el reino prometido a Nuestro Señor Jesucristo en el trono de David su padre; cuando establezca en esta tierra el reino de Dios, por medio de Jesucristo, durante mil años.
“Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto.” Isaías 9:7.

De manera que decir simplemente que la carne y la sangre no entran al cielo es contrario a las escrituras, y más aún invalida el evangelio. Es necesario recalcar que si es posible, y más aún necesario, que la sangre y la carne entre en el cielo; de otra manera no habría salvación. Déjeme explicarle. ¿Usted cree que Jesucristo vino al mundo en carne? Espero que si lo crea, pues la escritura dice:
“Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne;” Romanos 8:3.
“Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo,” Hebreos 2:14.

Creer que Jesucristo vino en carne es vital para nuestra salvación.
“En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y éste es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo.” 1ra de Juan 4:2-3.
“Porque muchos engañadores han salido por el mundo, que no confiesan que Jesucristo ha venido en carne. Quien esto hace es el engañador y el anticristo.” 2da de Juan 1:7.
¿Qué implica esto? Es poder reconocer que la carne de Jesucristo fue traspasada por la lanza y por los clavos; y que su sangre preciosa fue derramada para el perdón de nuestros pecados.
“Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí. De igual manera, después que hubo cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama.” Lucas 22:19-20.
¿Qué era necesario que aconteciese para que mediante ese cuerpo y esa sangre se hiciera la remisión de nuestros pecados? Que fuese el cordero escogido por Dios para el sacrificio; de lo cual dio testimonio Juan el bautista:
“El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.” Juan 1:29.

El sacrificio de este cordero ¿Dónde fue oficiado? ¿En el tabernáculo con el sacerdocio aarónico? ¿En el tabernáculo terrenal o en el celestial? ¿Dónde se presentó Jesucristo? ¿Acaso no fue ante Dios?

Es necesario comprender la función que ejerció Jesucristo como cordero y luego como sumo sacerdote, pues eso nos dará la ubicación de donde ocurrieron las cosas y como fueron hechas. Jesucristo como cordero es tomado para ser, en primer lugar, el cordero pascual; el cual se ofrecía como sustitución, toma el lugar de alguien, y de este sacrificio debían participar todos.
“Limpiaos, pues, de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin levadura como sois; porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros.” 1ra Corintios 5:7.

El sacrificio del cordero  durante la pascua se hacía  fuera del tempo o tabernáculo, en las casas, y la sangre fue colocada en el dintel de las puertas.

En segundo lugar, Jesucristo también lleno el requisito como cordero para nuestra purificación por causa de nuestros pecados; el cordero de la expiación.
“quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras.” Tito 2:14.

Ya lo había dicho Juan el bautista:
“…He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.” Juan 1:29.
La diferencia con el sacrificio de la pascua, es que este cordero para la expiación por el pecado del pueblo, debía ser hecho en el templo o tabernáculo. Se degollaba el animal fuera del santuario y la sangre de este era introducida al santuario, en el lugar santísimo, para ser rociada sobre el propiciatorio; presentada ante Dios.
“Después degollará el macho cabrío en expiación por el pecado del pueblo, y llevará la sangre detrás del velo adentro, y hará de la sangre como hizo con la sangre del becerro, y la esparcirá sobre el propiciatorio y delante del propiciatorio.” Levítico 16:15.
“Porque los cuerpos de aquellos animales cuya sangre a causa del pecado es introducida en el santuario por el sumo sacerdote, son quemados fuera del campamento. Por lo cual también Jesús, para santificar al pueblo mediante su propia sangre, padeció fuera de la puerta.” Hebreos 13:11-12.

Ahora bien, nuestro Señor Jesucristo fue sacrificado acá en la tierra, fuera de la puerta del tabernáculo celestial, pero luego Jesucristo entró al mismo cielo, con su propia sangre, como sumo sacerdote ante el Dios altísimo, para expiar nuestros pecados.

El Apóstol Pablo nos aclara:
“Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación, y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención. Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra rociadas a los inmundos, santifican para la purificación de la carne, ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?” Hebreos 9:11-14.
“Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios; y no para ofrecerse muchas veces, como entra el sumo sacerdote en el Lugar Santísimo cada año con sangre ajena. De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio del mundo; pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado.” Hebreos 9:24-26.

Allí vemos que Jesucristo entró en el santuario que está allá  en el cielo, llevando consigo su propia sangre para hacer la redención de la humanidad. De forma tal que el cuerpo y la sangre de Cristo entraron al cielo. Decir lo contrario es negar el sacrificio y la ofrenda que hizo Jesucristo ante Dios para el perdón de nuestros pecados; y si no entró allá, en el tabernáculo celestial, entonces no hay salvación. De esta manera, al decir que carne ni sangre entran al cielo, están negando que Jesucristo se presentó ante Dios en cuerpo, con su sangre preciosa, en el tabernáculo celestial.

Era necesario que Jesucristo entrara en cuerpo y con su sangre allá en el tabernáculo celestial, pues así haría la purificación de las cosas tanto celestiales como terrenales.
“Fue, pues, necesario que las figuras de las cosas celestiales fuesen purificadas así; pero las cosas celestiales mismas, con mejores sacrificios que estos.” Hebreos 9:23.

Así que, la carne y la sangre si entran al cielo; claro esta no cualquier carne, ni cualquier sangre. Se necesita llenar unos requisitos, dentro de los cuales está el hecho de ser incorruptible, como Jesucristo, a quien Dios no permitió que su carne viera corrupción.
“Mas aquel a quien Dios levantó, no vio corrupción.” Hechos 13:37.

Debía ser una carne y sangre del cordero sin mancha y sin contaminación.
“sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros, y mediante el cual creéis en Dios, quien le resucitó de los muertos y le ha dado gloria, para que vuestra fe y esperanza sean en Dios.” 1ra de Pedro 1:18-21.

¿Qué de nuestra carne y nuestra sangre? No puede entrar mientras sea corruptible; mientras no seamos transformados. Es el hecho de que seamos corruptibles una de las cosas que no nos permite tal privilegio, entrar al cielo.
“Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria.” 1ra Corintios 15:53-54.

Esa es la promesa, que nuestros cuerpo han de ser resucitados incorruptibles.
“Así también es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción. Se siembra en deshonra, resucitará en gloria; se siembra en debilidad, resucitará en poder. Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual. Hay cuerpo animal, y hay cuerpo espiritual.” 1ra Corintios 15:42-44.

Quiero resaltar acá el hecho de que habla de “Cuerpo”. Hoy por hoy tenemos un cuerpo, terrenal, pero cuando resucitemos seguiremos teniendo un cuerpo ¿Cuál es la diferencia? que entonces será incorruptible, espiritual. Por el hecho de que diga “espiritual” no significa que no tiene materia. Es un cuerpo, que no es tomado del polvo de esta tierra, ni es carne de pecado. Esto es necesario tenerlo presente pues nuestro Señor Jesucristo, cuando Dios le resucitó, lo hizo con un cuerpo, que se podía tocar, ver e incluso pudo comer y hablar con los discípulos. Jesucristo tenía y tiene un cuerpo real, con las mismas facciones que tenía antes de morir en la cruz del calvario. La razón por la que no le reconocieron inmediatamente los discípulos luego de la resurrección no estaba en Jesucristo. La biblia nos dice claramente que los ojos de los discípulos estaban velados y no era porque Jesucristo ahora había mutado o era un espíritu, un ángel u otro ser totalmente diferente en forma.
“Sucedió que mientras hablaban y discutían entre sí, Jesús mismo se acercó, y caminaba con ellos. Mas los ojos de ellos estaban velados, para que no le conociesen.” Lucas 24:15-16.
“Y aconteció que estando sentado con ellos a la mesa, tomó el pan y lo bendijo, lo partió, y les dio. Entonces les fueron abiertos los ojos, y le reconocieron; mas él se desapareció de su vista.” Lucas 24:30-31.

Ahora, ¿Estas apariciones eran las de un espíritu incorpóreo? No; El Señor Jesucristo con su cuerpo, el mismo cuerpo con el cual fue sepultado, pero sin haber visto corrupción, un cuerpo incorruptible. Por eso les dijo a sus discípulos:
“Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo.” Lucas 24:39.

¿Qué fue lo que les dijo?
“…un espíritu no tiene carne ni Huesos, como veis que yo tengo.”

¿Qué era lo que él tenía, aún después de haber resucitado? Carne y huesos. Así que Jesucristo resucitó con carne y huesos; y con ese mismo cuerpo ascendió a los cielos y se presentó delante del Dios altísimo, el Padre de Gloria, para oficiar como sumo sacerdote en el lugar santísimo, por su propia sangre y hacer la redención de la humanidad.

Con ese mismo cuerpo con el cual subió a los cielos, así mismo vendrá a reinar y a juzgar en esta tierra por mil años, con las mismas heridas.
“Y le preguntarán: ¿Qué heridas son estas en tus manos? Y él responderá: Con ellas fui herido en casa de mis amigos.” Zacarías 13:6.
“He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra harán lamentación por él. Sí, amén.” Apocalipsis 1:7.

De la misma manera nosotros, cuando seamos resucitados, saldremos de los sepulcros con un cuerpo de carne, pero ahora incorruptible; a esto es lo que se le llama un cuerpo espiritual. Así tendremos cuerpos incorruptibles como nuestro Señor Jesucristo.
“Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial.” 1ra corintios 15:49.



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