El
Hombre Jesucristo y
La
profecía de Caifás
2da de Pedro 1:16-21
“Porque no os hemos
dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo
fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos su
majestad. Pues cuando él recibió de Dios Padre honra y gloria, le fue enviada
desde la magnífica gloria una voz que decía: Éste es mi Hijo amado, en el cual tengo complacencia. Y nosotros
oímos esta voz enviada del cielo, cuando estábamos con él en el monte santo.
Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar
atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día
esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones; entendiendo
primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación
privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los
santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.”
En la recomendación que hace el Apóstol
Pedro, en la espera que el lucero de la mañana nazca en nosotros, encontramos que
las palabras proféticas tienen una vital importancia, ya que los hombres que
profetizaron hablaron, no por su propia voluntad sino que, siendo inspirados
por el Espíritu Santo. Dieron a conocer un mensaje transmitido por Dios a
través de su Santo Espíritu.
Es
necesario tener presente las profecías bíblicas. Hay en las sagradas escrituras
profecías dadas que se relacionan directamente con nuestro señor Jesucristo.
Así lo reconoció el mismo Jesús cuando dijo:
“Y les dijo: Éstas son las palabras que os hablé,
estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está
escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos.” Lucas 24:44.
De esta manera le da importancia a la palabra
profética y vaya que si tiene importancia, pues hablaron siendo inspirados por
el Espíritu Santo. Así que cuando leemos las profecías debemos tener en cuenta
que allí hay información veraz que nos orienta el conocimiento, inclusive de
quien es Jesucristo. Encontramos al profeta Isaías usando la frase “varón de
dolores”
“Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado
en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo
estimamos.” Isaías
53:3;
Dando a
entender que este ser, que Dios levantaría, sería un varón y no una mujer;
aunque si por medio de una mujer:
“Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá,
y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel.” Isaías 7:14.
De igual manera encontramos que, hablando Jesucristo,
la biblia nos dice que él es un hombre y no dios.
Cuando
se narra en el libro de Juan los acontecimientos que rodearon a la crucifixión
y muerte de Cristo, encontramos que dice:
“Entonces Caifás, uno de ellos, sumo sacerdote aquel
año, les dijo: Vosotros no sabéis nada; ni pensáis que nos conviene que un
hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación perezca. Esto no lo dijo
por sí mismo, sino que como era el sumo sacerdote aquel año, profetizó que
Jesús había de morir por la nación; y no solamente por la nación, sino también
para congregar en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos.” Juan 11:49-52.
Vemos como Caifás profetizó acerca de la muerte de
Jesucristo por todos nosotros. Sin embargo, hay un énfasis que Juan hace aquí
que haríamos bien si le damos importancia:
a) “Esto no lo dijo por sí mismo, sino que como
era el sumo sacerdote aquel año, profetizó…”
Ahora
bien, como es una profecía, debemos revisarla con mucho cuidado. ¿Qué fue lo
que dijo?
“…Vosotros no sabéis nada; ni pensáis que nos conviene
que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación perezca.” Juan 11:49-50.
Hablando inspirado por el Espíritu Santo, este sumo sacerdote, Caifás, dijo una gran verdad: “…que un hombre muera…” ¿De quién estaba hablando? De Jesucristo y ¿Qué dijo que era Jesucristo? Un hombre. Caifás no dijo que el que iba a morir en la cruz del calvario era Dios o un dios. Dijo que este ser es un hombre, un ser humano; concordando con esto los Apóstoles cuando Pablo dijo:
“Porque hay un solo Dios, y un solo
mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre,” 1ra Timoteo 2:5.
Note que no habla de varios dioses, sino de un solo
Dios; mientras que de los hombres habla en plural, pues ciertamente hay muchos
hombres. Y cuando habla del que media o del mediador entre Dios y los hombres
habla de uno solo, un solo mediador, y que este mediador es un hombre,
Jesucristo; y Jesucristo estaba de acuerdo con esto, puesto que hablando con
los judíos que habían creído en él, les dijo:
“Pero ahora procuráis matarme a mí,
hombre que os he hablado la verdad, la cual he oído de Dios; no hizo esto
Abraham.” Juan
8:40.
Hablar de Caifás, no es muy usual; puesto que no era
de los que andaban con Jesucristo. Sin embargo se hace la observación que por
ser el sumo sacerdote profetizó; y esto es bueno. Hago esta observación pues
hay una lista de personas que vivieron en el tiempo de Jesucristo que se
refirieron al Hijo de Dios como “Un hombre” pero no hay la evidencia de haber estado
hablando inspirados por el Espíritu Santo. Entre ellos encontramos a:
a)
La mujer samaritana,
en Juan 4:29.
“Venid,
ved a un hombre que me ha
dicho todo cuanto he hecho. ¿No será éste el Cristo? Entonces salieron de la
ciudad, y vinieron a él.”
b)
El que había sido
siego de nacimiento en Juan 9:11.
“Respondió
él y dijo: Aquel hombre que se llama
Jesús hizo lodo, me untó los ojos, y me dijo: Ve al Siloé, y lávate; y
fui, y me lavé, y recibí la vista. Entonces le dijeron: ¿Dónde está él? Él
dijo: No sé.”
c)
O las palabras de
Pilatos en Lucas 23:14.
“les
dijo: Me habéis presentado a éste
como un hombre que perturba al pueblo; pero habiéndole interrogado yo
delante de vosotros, no he hallado en
este hombre delito alguno de aquellos de que le acusáis.”
Estos versículos como muestra de que en muchas
oportunidades se refirieron a Jesucristo
como hombre y Jesucristo no negó que lo fuese; sin embargo lo que le da
importancia a las palabras de Caifás es el hecho que habló inspirado por el
Espíritu Santo.
Jesucristo se consideró a sí mismo como un hombre, en
ningún momento como Dios. Jesucristo era, es y será un hombre; en el cual no
hay metamorfosis, no ha habido cambio. Por eso, luego que resucito, cuando los
discípulos asustados pensaban que veían espíritus, él les dijo:
“Entonces, espantados y atemorizados, pensaban que veían espíritu. Pero él
les dijo: ¿Por qué estáis turbados, y vienen a vuestro corazón estos
pensamientos? Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y ved;
porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo.” Lucas 24:37-39.
No hubo una transformación o transmutación luego que resucito; Jesucristo siguió siendo hombre.
Tenemos así, que quien murió en la cruz del calvario
fue un hombre, así lo reafirma Juan:
“Era Caifás el que había dado el consejo a los judíos, de que convenía que
un solo hombre muriese por el pueblo.” Juan 18:14.;
Y no que era Dios, como algunos dicen, que Dios murió en la cruz del calvario. De igual modo fue Jesucristo hombre quien murió por toda la humanidad y no fue que la humanidad de Cristo lo que murió en la cruz del calvario.
Estas frases hay que leerlas con mucho detenimiento,
pues con ellas hay algunos que quieren confundir a los creyentes para
desviarlos de la verdad. Ellos dicen: “La humanidad de Cristo murió” y esto no
lo dice la biblia; esta expresión no aparece en ninguna parte de la biblia. Lo
que si dice la biblia es que:
a)
Jesucristo gustó la
muerte por todos (Hebreos 2:9);
b)
que Jesucristo se dio
a sí mismo en rescate por todos (1ra Timoteo 2:6);
c)
que Jesucristo por todos murió, para que los
que vivan, ya no vivan para sí (1da de Corintios 5: 14-15);
d)
Que Dios no escatimó ni a su propio Hijo, sino
que lo entregó por todos nosotros (Romanos 8:32);
e)
que un hombre muera por el pueblo (Juan 11:50);
Nunca dice que la humanidad de Cristo murió; como quieren erradamente enseñar los que dicen que Jesucristo tiene dos naturaleza, humana y divina; cosa que tampoco está en las Sagradas Escrituras. No fue la humanidad de Cristo que murió sino que Cristo murió porque es humano, un hombre a semejanza de carne de pecado.
“Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la
carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del
pecado, condenó al pecado en la carne;” Romanos 8:3.
También debe leer con mucho cuidado la expresión “Dios murió en la cruz del calvario” pues con esto también quieren desviar a los creyentes de la verdad. Esta expresión no está en las sagradas escrituras; antes bien, lo que si dice la escritura es que el Dios y Padre de nuestro señor Jesucristo es el único que tiene inmortalidad.
“Te mando delante de Dios, que da vida a todas las cosas, y de Jesucristo,
que dio testimonio de la buena profesión delante de Poncio Pilato, que guardes
el mandamiento sin mácula ni reprensión, hasta la aparición de nuestro Señor
Jesucristo, la cual a su tiempo mostrará el bienaventurado y solo Soberano, Rey
de reyes, y Señor de señores, el único que tiene inmortalidad, que habita en
luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver, al cual
sea la honra y el imperio sempiterno. Amén.” 1ra de Timoteo 6:13-16.
De manera que una característica primordial, esencial de Dios es que tiene inmortalidad. Dios no muere. Esto es básico en el conocimiento de Dios, mientras que de Jesucristo la palabra de Dios nos enseña que murió y al tercer día Dios le levantó de entre los muertos.
“Varones hermanos, se os puede decir libremente del patriarca David, que
murió y fue sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy.
Pero siendo profeta, y sabiendo que con juramento Dios le había jurado que de
su descendencia, en cuanto a la carne, levantaría al Cristo para que se sentase
en su trono, viéndolo antes, habló de la resurrección de Cristo, que su alma no
fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción. A este Jesús resucitó Dios,
de lo cual todos nosotros somos testigos.” Hechos 1:29-32.
Jesucristo no se resucitó solo, Dios le resucitó.
“sea notorio a todos vosotros, y a todo el pueblo de Israel, que en el
nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios
resucitó de los muertos, por él este hombre está en vuestra presencia sano.” Hechos 4:10.
“Pablo, apóstol (no de hombres ni
por hombre, sino por Jesucristo y por Dios el Padre que lo resucitó de los
muertos),” Gálatas
1:1.
“Y el Dios de paz que resucitó de
los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la
sangre del pacto eterno,” Hebreos 13:20.
Estos versículos como algunos ejemplos donde habla que Dios resucitó a Jesucristo.
Jesucristo entra entre los mortales y no solamente
entre los mortales, sino que es descrito como un hombre, es un hombre.
“Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también
participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el
imperio de la muerte, esto es, al diablo,” Hebreos 2:14.
¿Un hombre? Si, un hombre que vino al mundo por
voluntad de Dios, a semejanza de carne de pecado y concebido en el vientre de
María por obra del Espíritu de Dios.
“Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el
poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser
que nacerá, será llamado Hijo de Dios.” Lucas 1:35.
“Porque lo que era imposible para la
ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza
de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne;” Romanos 8:3.
Jesucristo es un hombre quien nos enseñó con el ejemplo que si se puede hacer la voluntad de Dios. Dios está demandando de nosotros obediencia, que hagamos su voluntad. Si el ejemplo que tenemos es a un Cristo que al mismo tiempo era Dios, entonces habría injusticia en Dios, pues se nos pediría algo que Jesús hizo por una condición que no tenemos nosotros. Pero, gracias a Dios que en Dios no hay injusticia. Dios envió a su Hijo en semejanza de carne de pecado para condenar al pecado en la carne. Es algo que podemos experimentar también nosotros que estamos en la carne y que se nos llama a no vivir según la carne, sino según el Espíritu.
“Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne;” 2da Corintios 10:3.
“Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el
Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo,
no es de él.” Romanos
8:9.
Por eso Dios ha derramado sobre nosotros de su Espíritu para que tengamos la misma ayuda que tuvo Jesucristo para vencer en este mundo, andando según el Espíritu.
“cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y
cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo,
porque Dios estaba con él.” Hechos 10:38.
“Haciendo morir las obras de la carne por medio del Espíritu. Porque si
vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las
obras de la carne, viviréis.” Romanos 8:13.
“Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis
aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.” Juan 16:33
Por esto Dios puede pedirnos que todos lleguemos a ser como su hijo Jesucristo:
“hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo
de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de
Cristo;” Efesios
4:13.
“Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos
conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos
hermanos.” Romanos
8:29.
Dios puso a Jesucristo en igualdad de condiciones con los seres humanos para que nos sirva de ejemplo y de meta; sabiendo que así como Jesucristo, con la ayuda de Dios, pudo lograrlo nosotros también podemos.
Jesucristo es un hombre que fue tentado en todo:
“Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras
debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin
pecado.” Hebreos
4:15.
Ante esto hay que hacer una observación, y es que una premisa o principio que caracteriza a Dios es que Dios no puede ser tentado.
“Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque
Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie;” Santiago 1:13.
¿Cómo fue que Jesucristo fue tentado, incluso por el mismo diablo? Porque Jesucristo es un hombre, sujeto a los mismos padecimientos que los nuestros. Por esto le encontramos, luego de haber ayunado cuarenta (40) días y cuarenta (40) noches, en el desierto, con hambre: oportunidad que aprovecho el tentador para buscar hacerle caer.
“Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado
por el diablo. Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo
hambre. Y vino a él el tentador, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas
piedras se conviertan en pan. Él respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan
vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.” Mateo 4:1-4.
¿Cuántos hombres había allí en el desierto? Solo uno ¿Cuántos tenían hambre? Solo uno, Jesucristo; que se vio en la necesidad de citarle al tentador las escrituras de Deuteronomio 8:3, dándole a entender al tentador que era Dios quien le sustentaba, Dios le proveería alimento; y aún más allá, Jesucristo reconoce que él es un hombre cuando dice: “No solo de pan vivirá el hombre”.
Jesucristo es un hombre que nos da ejemplo de que así como Dios le cumplió lo que había prometido, de sentarle a la diestra de Dios por su obediencia incondicional al mandato de Dios, de igual manera Dios cumplirá lo que ha prometido para nosotros “Llevar muchos hijos a la gloria”; por esto nos manda a poner los ojos en Jesús:
“puestos los ojos en
Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él
sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de
Dios.” Hebreos
12:2.
“Porque convenía a
aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas
subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por
aflicciones al autor de la salvación de ellos.” Hebreos 2:10.
Dios ha prometido llevar muchos hijos a la gloria, teniendo como ejemplo lo que Dios hizo con Jesucristo. Por haber Jesús confiado en Dios recibió la recompensa. Dicho sea de paso, que Jesucristo es el único que ha recibido la recompensa que se le había prometido, los demás aún están esperando que se cumpla el tiempo donde todos, a una, seremos recompensados.
“Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid,
benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la
fundación del mundo.” Mateo 25:34.
Y en este reino estaremos con nuestro señor Jesucristo quien es el precursor en las cosa que hemos de recibir.
“Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo,
si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos
glorificados.” Romanos
8:17.
“que los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, y
copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio,” Efesios 3:6.
Jesucristo es un hombre mediante el cual Dios nos ha provisto bendiciones especiales.
“Por tanto, no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí,
preso suyo, sino participa de las aflicciones por el evangelio según el poder
de Dios, quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras,
sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes
de los tiempos de los siglos, pero que ahora ha sido manifestada por la
aparición de nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a luz
la vida y la inmortalidad por el evangelio,” 2da Timoteo 1:8-10.
Vemos que por medio del evangelio Jesucristo saco a la luz la vida y la inmortalidad. Pero ¿Este fue el único beneficio? No; recordemos que el hombre sin Dios está muerto en delitos y pecados, y a causa del pecado fue que se introdujo la muerte en el mundo.
“Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado
la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.” Romanos 5:12.
La introducción del pecado y de la muerte en el mundo se lo debemos a un hombre, Adán; pero gracias a Dios que no nos dejó en esa condición pues nos ha dado la solución:
“Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la
resurrección de los muertos.” 1ra Corintios 15:21.
¿Se dio cuenta como hizo Dios para introducir la solución? ¿Como hizo Dios para introducir la resurrección? Dice claramente que fue por medio de UN HOMBRE. ¿Sabe usted quien es ese hombre? Jesucristo.
“Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán
vivificados.” 1ra
Corintios 15:22.
Esto es parte de lo que predicaron los discípulos, incluso el Apóstol Pablo hace énfasis en que Jesucristo es un hombre:
“El primer hombre es
de la tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo.” 1ra Corintios
15:47.
Reconocer a el primer hombre es sencillo y fácil, todos dirían Adán; pero para muchos es difícil reconocer quien es el Segundo hombre, por eso Pablo hace el énfasis y dice: “que es el señor, es del cielo” y este otro hombre sin lugar a duda es nuestro Señor Jesucristo.
“Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el
cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que
aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho
semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí
mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.” Filipenses 2:5-8.
Hace aquí el Apóstol Pablo un énfasis en que Jesucristo fue “Hecho semejante a los hombres y estando en la condición de hombre” dándonos a entender que Jesucristo vino y vivió en este mundo como hombre; vino en carne. Esto nos da aún más seguridad para afirmar que Jesucristo, el Hijo de Dios es un hombre por medio del cual Dios se glorifico acá en esta tierra, concebido así por el mismísimo Dios eterno para el beneficio de cada uno de nosotros que tenemos a Jesús de Nazaret como Nuestro Señor y Cristo para alcanzar de Dios el oportuno socorro.