El
Respaldo del Ungido.
Lucas 4:18-19.
“El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos; A predicar el año agradable del Señor.”
En las sagradas escrituras encontramos un
grupo de personas que entran en esta categoría “Ungidos”. Son personas
escogidas por Dios para llevar a cabo el trabajo que Dios necesitaba que se
realizara.
Estas personas se caracterizan por tener, por
contar con el respaldo de Dios; ya que fue Dios quien le escogió, le ungió y
envió. De manera que podían tener la certeza que “Dios estaba con ellos”. Dios
haría lo que por medio de ellos daba a conocer.
“y pusieron su
corazón como diamante, para no oír la ley ni las palabras que Jehová de los
ejércitos enviaba por su Espíritu, por medio de los profetas primeros;
vino, por tanto, gran enojo de parte de Jehová de los ejércitos.” Zacarías 7:12.
Fueron los profetas antiguos modelos de que
era un ungido, lo que es un enviado de Dios.
“El profeta que
tuviere la presunción de hablar palabra en mi nombre, a quien yo no le haya
mandado hablar, o que hablare en nombre de dioses ajenos, el tal profeta morirá.
Y si dijeres en tu corazón: ¿Cómo conoceremos la palabra que Jehová no ha
hablado?; si el profeta hablare en nombre de Jehová, y no se cumpliere lo que
dijo, ni aconteciere, es palabra que Jehová no ha hablado; con presunción la
habló el tal profeta; no tengas temor de él. ” Deuteronomio 18:20-22.
De manera que la garantía que era profeta,
enviado de Dios, era que las palabras que hablara en nombre de Jehová Dios se
debían cumplir. Así encontramos que dice:
“Y Samuel creció, y
Jehová estaba con él, y no dejó caer a tierra ninguna de sus palabras.” 1ra Samuel 3:19.
Samuel tenia la garantía al hablar que lo que
dijera se cumpliría, porque Dios estaba con él. Pero, déjeme aclararle. No es
que Samuel hablara por hablar. Acá se refiere a las palabras que Dios le decía
que hablara. Sabía distinguir Samuel muy bien cual era y cual no era la palabra
de Dios.
Dios se glorificó por medio de sus enviados,
sus ungidos. Dios respaldó a aquellos que él escogió. La unción es la señal de
que Dios estaba dando un respaldo. Si vemos el caso de Saúl, cuando fue ungido
para ser rey de Israel, tenemos que:
“Tomando entonces
Samuel una redoma de aceite, la derramó sobre su cabeza, y lo besó, y le dijo:
¿No te ha ungido Jehová por príncipe sobre su pueblo Israel?” 1ra de Samuel 10:1.
“Entonces el Espíritu
de Jehová vendrá sobre ti con poder, y profetizarás con ellos, y serás mudado
en otro hombre. Y cuando te hayan sucedido estas señales, haz lo que te viniere
a la mano, porque Dios está contigo.” 1ra de Samuel 10:6-7.
Cuando Dios coloca su Espíritu sobre un
siervo suyo es para glorificarse por medio de él. De manera que cuando hace milagros
o sanidades no es por cómo se llama sino porque está ungido y ha sido enviado.
Es porque tiene la aprobación del padre; tanto la persona como lo que va a
realizar.
“Cuando llegó la hora
de ofrecerse el holocausto, se acercó el profeta Elías y dijo: Jehová Dios de
Abraham, de Isaac y de Israel, sea hoy manifiesto que tú eres Dios en Israel, y
que yo soy tu siervo, y que por mandato tuyo he hecho todas estas cosas.”
1ra de Reyes
18:36.
El haber desafiado Elías a los profetas de
Baal no fue un simple capricho de Elías. Lo hizo porque Dios se lo ordenó. Por
tener el respaldo de Dios, por estar Dios con Elías fue que Dios hizo descender
fuego del cielo que consumió el holocausto. Insisto, no es porque el profeta se
llamaba Elías o porque usó una especie de frase mágica para hacer descender
fuego del cielo. La garantía la tenía por estar cumpliendo un mandato de Dios.
Dios si lo había enviado y le ordenó hacerlo.
De esta manera ocurrió con Jesucristo. Es tremenda
la cantidad de milagros que Dios hizo por medio de Jesucristo. ¿Por qué fue
esto? ¿Por qué se llamaba Jesús? O ¿Por qué simplemente era el Hijo de Dios?
Déjeme mostrarle.
“cómo Dios ungió con
el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes
y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.”
Hechos 10:38.
Fíjese en el énfasis que hace el escritor de
libro de los Hechos cuando dice: “Dios estaba con él”.
“Respondió entonces Jesús, y les dijo: De cierto, de cierto os digo: No
puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre;
porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente. Porque el
Padre ama al Hijo, y le muestra todas las cosas que él hace; y mayores
obras que estas le mostrará, de modo que vosotros os maravilléis.” Juan 5:19-20.
Este respaldo de Dios a todo lo que hizo
Jesucristo es porque Jesucristo fue obediente a los que Dios le dijo; como ya
lo había profetizado:
“Profeta les
levantaré de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su
boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare. Mas a cualquiera que
no oyere mis palabras que él hablare en mi nombre, yo le pediré cuenta.” Deuteronomio
18:18-19.
Dios prometió hablar por medio de Jesucristo.
Darle palabra a Jesucristo para que él hablara e hiciese; y aún más, por
Jesucristo hacer lo que Dios le dijera, entonces Dios haría, obraría en respaldo
de Jesucristo. Los judíos no pudieron reconocer a este profeta prometido; por eso el señor
Jesucristo les dijo:
“Les dijo, pues, Jesús: Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre,
entonces conoceréis que yo soy, y que nada hago por mí mismo, sino que según
me enseñó el Padre, así hablo.” Juan 8:28.
“Porque yo no he hablado por mi propia cuenta; el Padre que me envió, él me
dio mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de hablar. Y sé que su
mandamiento es vida eterna. Así pues, lo que yo hablo, lo hablo como el
Padre me lo ha dicho. Juan 12:49-50.
El haber dicho y hecho lo que Dios le dijo
fue garantía suficiente para que Dios le prestara todo el respaldo que
Jesucristo tuvo. Por eso dijo Jesucristo:
“¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os
hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él
hace las obras.” Juan 14:10.
De manera que podemos
ver aquí quien es el que hacía las cosas, los milagros y sanidades que por la
mano de Jesucristo fueron hechos: y esto no ha cambiado. Los judíos, así como
algunas personas hoy, no entendían este proceso.
“Y llegado el día de reposo, comenzó a enseñar en la sinagoga; y muchos,
oyéndole, se admiraban, y decían: ¿De dónde tiene éste estas cosas? ¿Y qué
sabiduría es ésta que le es dada, y estos milagros que por sus manos son
hechos?” Marcos
6:2.
La expresión “por sus manos son hechos” deja ver, al
igual que hoy día algunos, no logran entender que era lo que estaba ocurriendo
con Jesucristo ¿Quién hacía las obras? Dios, por medio de Jesucristo. No era
Jesucristo Dios sino que el Padre se glorificaba por medio de su Hijo. Ellos
veían las manos de Jesucristo, el cuerpo del carpintero, pero Jesucristo les
dijo: “…el Padre que mora en mí, él hace las obras.”
“Pero si yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha
llegado a vosotros el reino de Dios.” Mateo 12:28.
Jesucristo estaba consciente de qué era lo que ocurría
con él; como Dios se glorificaba por medio de él.
“Aconteció un día, que él estaba enseñando, y estaban sentados los fariseos
y doctores de la ley, los cuales habían venido de todas las aldeas de Galilea,
y de Judea y Jerusalén; y el poder del Señor estaba con él para sanar.” Lucas 5:17.
Hay
que dejar bien claro que no es creerse ungido, sino saberse ungido. Jesucristo
sabía que él era ungido de Dios. Por eso, cuando le dieron el rollo del libro
del profeta Isaías, al leer “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me
ha ungido…” él pudo decirle a los que allí estaban reunidos: “…hoy se ha
cumplido esta escritura delante de vosotros.” Lucas 4:21.
De
igual modo algunos de los que le rodearon conocieron este hecho, de que
Jesucristo era ungido de Dios:
“Mas también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará.” Juan 11:22.
“Porque también yo soy hombre bajo autoridad, y tengo bajo mis órdenes soldados;
y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo
hace.” Mateo
8:9.
“Éste vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de
Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está
Dios con él.” Juan
3:2.
Estos como ejemplo de algunos que si comprendieron que
Jesucristo era un enviado de Dios, ungido de Dios y que Dios de glorificó por
medio de él. De esta manera Dios se glorifica por medio de sus ungidos. Dios
coloca su espíritu Santo sobre el ungido para hacer la obra.
¿El ser ungido es garantía de que no habrá sufrimiento?
Nos gusta ver que como parte del hecho de ser ungido,
Dios dijo:
“Cuando ellos eran pocos en número, Pocos y forasteros en ella, Y andaban
de nación en nación, Y de un reino a otro pueblo, No permitió que nadie los
oprimiese; Antes por amor de ellos castigó a los reyes. No toquéis, dijo, a mis
ungidos, Ni hagáis mal a mis profetas.” 1era. de Crónicas 16:19-22.
A veces nos quedamos simplemente con el versículo 22,
“No toquéis, dijo, a mis ungidos, Ni hagáis mal a mis profetas.” Sin ver el
contexto y pensamos que por ser siervos de Dios nada malo puede ocurrirnos.
Nada más lejos de la realidad. Nos ocurrirá todo aquello que Dios permita, sea
bueno o parezca malo. ¿Cuánto sufrió Jacob por la supuesta pérdida de su hijo
José? O ¿Cuánto sufrimiento supone el saberse perseguido, buscado para darle
muerte, en el caso de Elías? O como dice el libro de hebreos:
“Otros experimentaron vituperios y azotes, y a más de esto prisiones y
cárceles. Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de
espada; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras,
pobres, angustiados, maltratados; de los cuales el mundo no era digno; errando
por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la
tierra.” Hebreos
11:36-38.
Todos estos de
quienes habla acá eran ungidos, escogidos por Dios para una tarea. Con poder
para obrar milagros, pero por voluntad de Dios vivieron situaciones difíciles
en este mundo. Por esto dice el Apóstol Pedro:
“pero si alguno padece como cristiano, no se avergüence, sino glorifique a
Dios por ello.” 1ra
de Pedro 4:16.
“De modo que los que padecen según la voluntad de Dios, encomienden sus
almas al fiel Creador, y hagan el bien.” 1ra de Pedro 4:19.
Estos padecimientos
lo encontramos inclusive cumpliéndose en nuestro Señor Jesucristo.
“Con todo eso, Jehová quiso
quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en
expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová
será en su mano prosperada. Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará
satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará
las iniquidades de ellos.” Isaías 53:10.
El profeta Isaías nos
dice claramente que fue Dios quien quiso sujetarlo a padecimiento. Y esto le
sirvió, como dice la escritura:
“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien,
esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.” Romanos 8:28.
El beneficio que
trajo el padecimiento en Jesucristo, tal vez a muchos de nosotros nos
convendría, para que obtengamos el mismo resultado:
“Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia;” Hebreos 5:8.
Lo que es necesario
que aprendamos de todas estas vivencias es que a pesar de todos los
sufrimientos que estos siervos de Dios experimentaron, la escritura nos
confirma que, aún en medio de las pruebas, Dios estaba con ellos.
“Mas Jehová estaba con José, y fue varón próspero; y estaba en la casa de
su amo el egipcio.” Génesis 39:2.
De manera que el
respaldo de Dios para sus ungidos no es que estarán dentro de una burbuja y
nada le va a tocar; pues Dios mismo le enviaba situaciones complicadas como
experiencia de vida; tal es el caso de Ezequiel.
“Y comerás pan de cebada cocido debajo de la ceniza; y lo cocerás a vista
de ellos al fuego de excremento humano.” Ezequiel 4:12.
Aunque luego le
permitió usar estiércol de bueyes en lugar de excremento humano para cocer el
pan.
El siervo de Dios
debe estar preparado para cualquier vivencia. Así lo dijo el Apóstol Pablo:
“No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme,
cualquiera que sea mi situación. Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia;
en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener
hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad.” Filipenses 4:11-12.
O como dijo Job:
“… ¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo
recibiremos?...” Job 2:10.
“En el día del bien goza del bien; y en el día de la adversidad considera.
Dios hizo tanto lo uno como lo otro, a fin de que el hombre nada halle después
de él.” Eclesiastés
7:14.
Por esto, estos hombres de Dios, necesitaron
ayuda, fortaleza, refuerzo para hacer su tarea; en ocasiones sin mucha bulla
pero en otras con una clara intervención divina. Cuando Elías se escondía
durante la sequía, Dios le dijo:
“Beberás del arroyo; y yo he mandado a los cuervos que te den allí de
comer. Y él fue e hizo conforme a la palabra de Jehová; pues se fue y vivió junto
al arroyo de Querit, que está frente al Jordán. Y los cuervos le traían pan y
carne por la mañana, y pan y carne por la tarde; y bebía del arroyo. Pasados
algunos días, se secó el arroyo, porque no había llovido sobre la tierra. Vino
luego a él palabra de Jehová, diciendo: Levántate, vete a Sarepta de Sidón, y
mora allí; he aquí yo he dado orden allí a una mujer viuda que te sustente.” 1ra de Reyes
17:4-10.
“Porque Jehová Dios de Israel ha dicho así: La harina de la tinaja no
escaseará, ni el aceite de la vasija disminuirá, hasta el día en que Jehová
haga llover sobre la faz de la tierra. Entonces
ella fue e hizo como le dijo Elías; y comió él, y ella, y su casa, muchos días.
Y la harina de la tinaja no escaseó, ni el aceite de la vasija menguó, conforme
a la palabra que Jehová había dicho por Elías.” 1ra de Reyes 17:14-16.
“Y echándose debajo del enebro, se quedó dormido; y he
aquí luego un ángel le tocó, y le dijo: Levántate, come. Entonces él miró, y he
aquí a su cabecera una torta cocida sobre las ascuas, y una vasija de agua; y
comió y bebió, y volvió a dormirse. Y volviendo el ángel de Jehová la segunda vez,
lo tocó, diciendo: Levántate y come, porque largo camino te resta. Se levantó,
pues, y comió y bebió; y fortalecido con aquella comida caminó cuarenta días y
cuarenta noches hasta Horeb, el monte de Dios.” 1ra de Reyes 19:8.
Inclusive esto sucedió con Jesucristo:
“Y estuvo allí en el desierto cuarenta días, y era tentado por Satanás, y
estaba con las fieras; y los ángeles le servían.” Marcos 1:13.
O, mientras oraba, antes de ser crucificado:
“Y se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle.” Lucas 22:43.
La
experiencia de Pablo, de Pedro y otros de los discípulos, donde Dios envió ángeles
para socorrerles, alentarles mientras estaba en situación difícil. No
desaparecía la situación inmediatamente, antes ellos recibían ayuda, fuerza en
medio de la debilidad, enviada del cielo, por orden del Padre eterno.
El
hecho de que fuesen ungidos de Dios no les daba una forma de súper hombres,
seguían teniendo las mismas debilidades y luchaban con los mismos
padecimientos, e incluso muchas veces experimentaron el asecho de muchos contra
ellos al mismo tiempo.
“Se levantarán los reyes de la tierra, Y príncipes consultarán unidos
Contra Jehová y contra su ungido, diciendo:” Salmos 2:2.
“Se reunieron los reyes de la tierra, Y los príncipes se juntaron en uno
Contra el Señor, y contra su Cristo. Porque verdaderamente se unieron en esta
ciudad contra tu santo Hijo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato,
con los gentiles y el pueblo de Israel, para hacer cuanto tu mano y tu consejo habían
antes determinado que sucediera.” Hechos 4:26-28.
Con todo esto, Dios cumplió y cumple el propósito que
se ha propuesto por medio de todos aquellos que toma como sus siervos, los unge
y hace a través de ellos su voluntad.