¿Vio
Felipe al Padre?
Juan 14:9.
“Jesús
le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido,
Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú:
Muéstranos el Padre?”
Un principio fundamental, establecido por Dios,
para con el hombre (raza humana) lo encontramos en el Antiguo Testamento,
cuando Dios le dio a Moisés:
“Dijo más: No podrás
ver mi rostro; porque no me verá hombre, y vivirá.” Éxodo 33:20.
Estas palabras fueron dichas por el mismo
Dios a Moisés; y esto no hace a Dios invisible, que no tenga una semblanza que
ver sino que el hombre que le vea, tal como él es, estando en esta carne,
muere. Dios, en ese momento, le evito la muerte a Moisés; pues encontramos que
luego Moisés también cumplió el designio de Dios para los hombres en esta
tierra.
“Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra,
porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás.” Génesis 3:19.
“Y murió allí Moisés siervo de Jehová, en la tierra de Moab, conforme al
dicho de Jehová.” Deuteronomio 34:5.
La palabra que Dios
le dijera a Moisés: “…no me verá hombre, y vivirá,” siempre han estado vigente,
aún hoy día; hasta que seamos librados de este cuerpo de muerte, tenemos la
esperanza, dada por la palabra profética, que un día, con nuestros ojos,
miraremos y contemplaremos a nuestro hacedor:
“Y después de deshecha esta mi piel, En mi carne he de ver a Dios; Al cual
veré por mí mismo, Y mis ojos lo verán, y no otro, Aunque mi corazón desfallece
dentro de mí.” Job
19:26-27.
El salmista David lo
dijo con otras palabras:
“En cuanto a mí, veré tu rostro en justicia; Estaré satisfecho cuando
despierte a tu semejanza.” Salmos 17:15.
Es triste oír como
algunos, utilizan la porción de Juan 14:9, para decir que Felipe vio al Padre. Que
se le concedió un privilegio mayor que Moisés. Si Felipe hubiese visto al Padre
¿Qué le hubiese pasado? Muere en el mismo Acto; “…porque no me verá hombre, y
vivirá.” ¿A quien vio entonces? A Jesucristo, el Hijo de Dios; por eso no cayó
muerto. ¿Por qué entonces Jesucristo le dijo: El que me ha visto a mí, ha visto
al Padre?
Es necesario que
leamos con atención el contexto donde está la frase “el que me ha visto a mí,
ha visto al Padre”. Lo primero es que, antes de responderle a Felipe, ya le
había dicho a Tomás que ellos habían visto al Padre.
“Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le
conocéis, y le habéis visto.” Juan 14:7.
Fue, ante esta
afirmación que Felipe le pide que le mostrara al Padre. Ahora ¿Qué conocieron y
que vieron del Padre? ¿Sería que Jesucristo le estaba diciendo que él era el
mismo Padre? No; nunca dijo Jesucristo que él era el Padre. Mire usted lo que
dijo:
“¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os
hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él
hace las obras. Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra
manera, creedme por las mismas obras.” Juan 14:10-11.
¿Si noto? Jesucristo
les dijo “…yo soy en el Padre” nuca les dijo yo soy el Padre; pues sería una
blasfemia, al decir que él era Dios. Dijo: “…EN EL PADRE”, y luego repite
“…creedme que yo soy en el Padre y el Padre en mí…” ¿Vio bien?; no dice que es
el Padre sino que es EN EL PADRE. Inmediatamente les aclara que está hablando y
les dice:
“…de otra manera,
creedme por las mismas obras.” O como dijéramos hoy día: “en otras palabras”
creedme por las mismas obras.
Son pues las palabras
y las obras que dijo e hizo el Señor Jesucristo lo que hablaba de su relación
con el Padre; o como lo dijera en otra oportunidad:
“Yo y el Padre
uno somos.” Juan
10:30.
En esta ocasión, ya no hablando con los
discípulos sino con los judíos que le preguntaron:
“¿Hasta cuándo nos turbarás el alma? Si tú eres el Cristo, dínoslo
abiertamente. Jesús les respondió: Os lo he dicho, y no creéis; las obras que
yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí;” Juan 10:24-25.
Fueron las obras las
que dieron testimonio que Jesús era uno con el Padre, pues él hacía las mismas
obras que su Padre también hacía; no porque eran de él, sino porque Dios se
glorificó por medio de él.
“Respondió entonces Jesús, y les dijo: De cierto, de cierto os digo: No
puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque
todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente.” Juan 5:19.
Hacía Jesús todas
aquellas obras que están determinadas que los hijos de Dios hagan. Por eso
Jesucristo dijo:
“De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él
las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre.” Juan 14:12.
La condición para
hacer las obras que Jesucristo hizo, y aún mayores que las que él hizo, es que
creamos en Jesucristo. Por eso dijo: “…el que en mí cree…” ¿Qué pasa con el que
cree en el Hijo de Dios?
“Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio
potestad de ser hechos hijos de Dios;” Juan 1:12.
Al creer en
Jesucristo entonces pasamos a ser hijos de Dios y como hijos de Dios hacemos
las obras que los hijos de Dios hacen, pues el Padre se glorifica en sus hijos,
por medio de ellos. También les dijo el Señor Jesucristo a los judíos:
“Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis. Mas si las hago, aunque no
me creáis a mí, creed a las obras, para que conozcáis y creáis que el Padre
está en mí, y yo en el Padre.” Juan 10:38.
Al usted y yo creer en Jesucristo y hacer las
obras que como hijo de Dios debemos hacer, entonces podemos decir como dijo el Señor Jesucristo: que el Padre está en nosotros y nosotros en el Padre; sin que
esto signifique que somos el Padre, sino que estamos en el Padre.
Esto es lo que se espera que ocurra cuando
nosotros nos acercamos a Dios, al creer que Jesús es el Cristo:
“Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que
sus obras son hechas en Dios.” Juan 3:21.
De manera que las
obras que hizo Dios por medio de Jesucristo hablaron de su relación con Dios;
como hijo obediente.
“Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que
hiciese.” Juan
17:4.
De igual manera
nosotros, como hijos de Dios, es nuestro deber hacer las obras de los hijos de
Dios ¿Cuáles?
“Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales
Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.” Efesios 2:10.
Si nosotros hacemos
estas obras, que Dios ha preparado, no solamente glorificaremos a Dios sino que
dejaremos ver en nosotros que estamos en el Padre y el Padre en nosotros,
porque obedientemente hacemos sus obras y no las nuestras; y que él no nos ve a
nosotros, ve al Padre por las obras que el Padre hace por medio de nosotros.
Por medio de las obras damos a conocer a dios; el mundo verá al Padre en
nosotros, pero nunca llegaremos a ser el Padre, solamente estaremos en el
Padre.
Esto lo entendieron
los discípulos de Jesucristo; por eso el Apóstol Juan relatando varios años
después de lo acontecido, e inspirado por el Espíritu Santo, dijo:
“Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en
nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros.” 1ra de Juan 4:12.
En este versículo
vemos dos cosas importantísimas:
a)
Dice claramente que
“nadie ha visto jamás a Dios. Refiriéndose a los seres humanos en este cuerpo
de carne de pecado, en el cual estaba incluido Tomás y Felipe. ¿Era que Juan no
sabía que Felipe vio al Padre? Juan dice que nadie porque nadie ha visto a
Dios. A quien vio Felipe fue a Jesucristo y por medio de él las obras del
Padre.
b)
Una de las obras que
Dios espera que hagamos es que nos amemos, así como Dios nos ha amado. El tipo
de amor que Dios ha tenido para con nosotros es el amor que Dios espera
mostrar por medio de nosotros.
“Dios envió a su Hijo unigénito al
mundo, para que vivamos por él. En esto consiste el amor: no en que nosotros
hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en
propiciación por nuestros pecados. Amados, si Dios nos ha amado así, debemos
también nosotros amarnos unos a otros.” 1ra de Juan 4:9-11.
Si amamos como Dios ama y permitimos que el amor de
Dios se manifieste por medio de nosotros entonces verán que estamos en el Padre
y el Padre en nosotros; y hace el énfasis el apóstol Juan en su evangelio:
“A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del
Padre, él le ha dado a conocer.” Juan 1:18.
Podemos ver igual dos puntos acá:
a) De
forma muy clara dice: “a Dios nadie le vio jamás” No relata que lo que ellos
vieron, el ser que anduvo Tres años y medio con ellos fuese Dios; pues entonces
hubiesen visto a Dios.
b) Dios
se valió de alguien para darse a conocer. ¿Era el aspecto físico, ese ser
llamado Jesucristo Dios? No; antes bien Dios le engendró para que le diera a
conocer. Dice claramente que Jesucristo le dio a conocer.
Estos dos versículos fueron escritos por
Juan, con una diferencia de tiempo y en ambos usa la palabra “jamás”,
descartando por completo que Tomas y Felipe hayan visto al Padre en persona.
¿Qué si vieron ellos? No solamente Tomas y Felipe sino que el resto de los
discípulos y los que habitaban en Israel en aquellos tiempos: Juan en su primera
epístola comienza el relato diciendo:
“Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con
nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al
Verbo de vida” 1ra
de Juan 1:1.
Estas personas
tuvieron el privilegio de ver, contemplar y palpar ¿a Dios? “Jamás”. A Dios
nadie le ha visto y mucho menos podemos pensar que lo van a palpar. Piense
usted por un momento, cuando el señor Jesucristo le dijo a Tomás:
“…Pon
aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no
seas incrédulo, sino creyente.” Juan 20:27.
¿Metió Tomás su mano
en el costado de Dios? Vuelvo y digo “Jamás” Tomás metió su mano en las heridas
que aún tiene nuestro Señor Jesucristo en su cuerpo. El testimonio que dieron
los discípulos, de lo que habían visto y oído fue:
“Y nosotros hemos visto y testificamos que el Padre ha enviado al Hijo, el
Salvador del mundo.” 1ra de Juan 4:14.
Y esta confesión, que
Jesús es el Hijo de Dios es parte de las obras que Dios quiere que nosotros
hagamos para él permanecer en nosotros y nosotros en él. Así como Dios
testificó que Jesucristo es su Hijo, de la misma manera yo debo confesar que
Jesucristo es el Hijo de Dios; debo hacer la misma obra que hace mi Padre
celestial.
“Si recibimos el testimonio de los hombres, mayor es el testimonio de Dios;
porque éste es el testimonio con que Dios ha testificado acerca de su Hijo. El
que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a
Dios, le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha
dado acerca de su Hijo. Y éste es el testimonio: que Dios nos ha dado vida
eterna; y esta vida está en su Hijo.” 1ra de Juan 5:9-11.
Usted y yo podemos
hacer que el mundo pueda ver en nosotros al Padre, al hacer las obras de Dios.
“Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras
de Dios? Respondió Jesús y les dijo: Ésta es la obra de Dios, que creáis en el
que él ha enviado. Le dijeron entonces: ¿Qué señal, pues, haces tú, para que
veamos, y te creamos? ¿Qué obra haces? Nuestros padres comieron el maná en el
desierto, como está escrito: Pan del cielo les dio a comer. Y Jesús les dijo:
De cierto, de cierto os digo: No os dio Moisés el pan del cielo, mas mi Padre
os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que descendió
del cielo y da vida al mundo. Le dijeron: Señor, danos siempre este pan. Jesús
les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que
en mí cree, no tendrá sed jamás. Mas os he dicho, que aunque me habéis visto,
no creéis. Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le
echo fuera. Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la
voluntad del que me envió. Y ésta es la voluntad del Padre, el que me envió:
Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día
postrero. Y ésta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquél que ve al
Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.” Juan 6:28-40.
Entonces podemos decir como Jesucristo: el
que me ha visto a ha visto al Padre; y de igual manera: yo y el Padre uno
somos; porque permanecemos en el Padre y el Padre en nosotros; somos en el
Padre y el Padre en nosotros.
“En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros, en que nos ha
dado de su Espíritu. Y nosotros hemos visto y testificamos que el Padre ha
enviado al Hijo, el Salvador del mundo. Todo aquel que confiese que Jesús es el
Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios.” 1ra de Juan 4:13-15.