Apuntes sobre la fe
Hebreos 11:1.
“…la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.”
Esta
es una de las definiciones más simples que podamos encontrar en la palabra de
Dios. Pero, ¿Qué significa realmente? ¿Por qué existe tanta gente que dice
tener fe y con sus hechos lo niegan? ¿Qué conseguiremos con la fe? ¿Por qué
confundimos tan frecuentemente la fe? La razón a todas estas interrogantes es
que se ha desviado el verdadero significado de lo que es la fe, al menos la fe
que nos lleva a agradar a Dios para salvación.
La fe no tiene que ver con el objeto del deseo, mas está relacionado con el anhelo y la expectación de lo prometido.
Cuando hay en nuestro ser una necesidad buscamos satisfacerla. Esa necesidad en particular se convierte en el objeto del deseo. Es lo que deseo obtener. Deseo lograr tener comodidad, dinero, placer o cualquier otra situación temporal de esta vida, por lo que oramos a Dios para que nos la supla. Dios no nos la ha prometido, no nos la ha concedido, pero nosotros seguimos diciendo: “Tengo fe que Dios me lo va a conceder”. ¿Es esto en realidad fe? No; esto no es fe. La fe no tiene que ver con el objeto del deseo. ¿Es malo entonces tener deseos? Ojala que nuestro deseo y anhelo sea agradar a Dios en todo; buscarle de corazón sincero. En todo caso nuestro deseo no debe ser tener o poseer las cosas materiales sino hacer la voluntad de Dios y esperar en sus promesas. Como dijera el salmista David:
“¿A quién tengo yo en
los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra.” Salmos 73:25.
O como dijera Isaías:
También en el camino
de tus juicios, oh Jehová, te hemos esperado; tu nombre y tu memoria son el
deseo de nuestra alma. Con mi alma te he deseado en la noche, y en tanto
que me dure el espíritu dentro de mí, madrugaré a buscarte; porque luego que hay
juicios tuyos en la tierra, los moradores del mundo aprenden justicia.” Isaías 26:8-9.
Ahora bien, si usted hace una petición de algo que quiere le regalen para su cumpleaños, usted tiene la esperanza que alguien se acuerde, se compadezca y quiera complacerle con lo que usted quiere. Si, el día de su cumpleaños, recibe muchos regalos, cada uno de los que va destapando usted espera que sea lo que usted pidió. Agradece todos aquellos que no pidió. Cree que son bonitos y buenos, pero usted desea, anhela el que usted pidió. Si no lo recibe, ¿significa que no tuvo fe? Ciertamente lo que tuvo en todo momento fue esperanza que alguien le diera lo que usted pidió. Esto no se puede llamar fe pues está basada en el objeto del deseo. Ahora bien, si usted recibe la promesa que el día de su graduación va a recibir un hermoso auto, solo le resta a usted esperar que quien se lo prometió cumpla su palabra. Esto sí es fe, pues se basa en una promesa. No es fe en Dios, sino en una persona, pero fe al fin y al cabo. Usted puede anhelar lo que le han prometido, ese auto hermoso para el día de su graduación.
“Pero
sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a
Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.” Hebreos 11:6.
Es necesario dos cosas: a) Crea que le hay. Es la parte más importante, estar convencidos de la existencia de Dios, a quien no vemos; convencidos de lo que aún no vemos; pero que Dios ha prometido. Esto que no se ve, representa tanto a Dios como la promesa que él nos ha hecho. Está en el futuro el poder ver a nuestro hacedor, así como ver y recibir lo que él ha prometido. b) Crea que es galardonador: Así, como en necesario estar convencido de la existencia de Dios, debe estar convencido de que él galardona, él da recompensa. Dios cumple lo que promete; aunque aun no lo veamos debemos esperar en su promesa. Dios es veraz, él no miente. Esto es más que suficiente para que creamos que lo que esperamos de Dios es cierto pues él lo ha prometido.
No se trata de lo que deseamos tener por nuestras propias pasiones y deseos. No es que se haga nuestra voluntad. Es esperar lo que Dios desea darnos y lo que en su voluntad ha determinado darnos.
“…porque
vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le
pidáis.” Mateo
6:8.
Dios conoce nuestras necesidades. El va a suplir nuestras necesidades.
“Mi
Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en
Cristo Jesús.” Filipenses
4:18.
No significa que hemos de dejar de pedirle a Dios. El Señor Jesucristo nos enseño como debemos pedirle:
“El pan nuestro
de cada día, dánoslo hoy.” Mateo 6:11.
Note usted la diferencia entre esta petición y lo que hizo el pueblo de Israel en el Desierto:
“Y la gente
extranjera que se mezcló con ellos tuvo un vivo deseo, y los hijos de Israel
también volvieron a llorar y dijeron: ¡Quién nos diera a comer carne! Nos
acordamos del pescado que comíamos en Egipto de balde, de los pepinos, los
melones, los puerros, las cebollas y los ajos; y ahora nuestra alma se seca;
pues nada sino este maná ven nuestros ojos.” Números 11:4-6
El problema no fue que pidieran alimento, sino el menosprecio que manifestaron hacia la provisión de Dios y pedir según el deseo de sus corazones, enojó sobremanera a Dios.
“Y oyó Moisés al
pueblo, que lloraba por sus familias, cada uno a la puerta de su tienda; y la
ira de Jehová se encendió en gran manera; también le pareció mal a Moisés.” Números 11:10.
Y aún podemos ver la respuesta de Dios a este deseo del pueblo y los que con ellos se mezclaron:
“Pero al pueblo
dirás: Santificaos para mañana, y comeréis carne; porque habéis llorado en
oídos de Jehová, diciendo: ¡Quién nos diera a comer carne! ¡Ciertamente mejor
nos iba en Egipto! Jehová, pues, os dará carne, y comeréis. No comeréis un día,
ni dos días, ni cinco días, ni diez días, ni veinte días, sino hasta un mes
entero, hasta que os salga por las narices, y la aborrezcáis, por cuanto
menospreciasteis a Jehová que está en medio de vosotros, y llorasteis delante
de él, diciendo: ¿Para qué salimos acá de Egipto?” Números 11:18-20.
Dios estaba supliendo la necesidad de alimento del pueblo en medio del desierto. No les iba a dejar pasar hambre ni mucho menos les iba a dejar morir de hambre. Dios estaba dándole lo que él quería darle; no había prometido satisfacerles sus deseos ni servirles mesa a la carta. En sus deseos se volvieron a Egipto y menospreciaron lo que Dios les ofreció. Que diferente hubiese sido, si orando le hubiesen dicho:
“El pan nuestro
de cada día, dánoslo hoy.” Mateo 6:11.
Esta es la promesa,
“Mi
Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en
Cristo Jesús.” Filipenses
4:18.
Pero, el va a suplir nuestras necesidades no como el objeto de nuestro deseo sino como su promesa. ¿Qué prometió? Le dijo a Noé:
“Mientras la tierra permanezca, no cesarán la sementera y
la siega, el frío y el calor, el verano y el invierno, y el día y la noche.” Génesis 8:22.
Oh, ¿Qué le dijo a Adam?
“Y dijo Dios: He aquí
que os he dado toda planta que da semilla, que está sobre toda la tierra, y
todo árbol en que hay fruto y que da semilla; os serán para comer.” Génesis 1:29.
Pero ¿Dónde están mis caprichos egoístas de poseer sin medidas?
“Pedís,
y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites.” Santiago 4:3.
Dios está comprometido con su palabra dada de proveernos todo lo que necesitamos para vivir: “sementera, siega, frío, calor, verano, invierno, día y noche”; pero, todas las comodidades que como seres humanos hemos podido adquirir son eso, comodidades, no son cosas indispensables para vivir. Sin ellas la vida sería mas dura, pero aun sería vida. De manera que las cosas que nosotros creemos son nuestras necesidades distan mucho de lo que Dios tiene establecido como nuestras necesidades. Dios va a suplir lo que él ha prometido, nosotros debemos tener fe en sus palabras dichas.
“Porque
él conoce nuestra condición; Se acuerda de que somos polvo.” Salmos 103:14.
Ahora bien, si alguna otra cosa Dios ha prometido, ya sea colectiva o en forma en particular a alguna persona él la cumplirá.
El hecho de que podamos recibir lo que Dios nos ha prometido debe producir en nosotros una expectación grande. Inclusive el saber que hemos de recibir lo que no hemos pedido. Para que esto ocurra debe existir una actitud de admiración hacia el Dios de la gloria. Si a si fuese, usted será en todo momento agradecido pues es de Dios donde proviene su sustento, su socorro.
La fe puede estar puesta en diferentes objetivos: Fe en la ciencia, en los gobiernos, en Dios, entre otros. ¿Cómo así? Creemos en aquel o aquello que me puede cumplir lo que promete. Entonces si recibo una promesa y creo que esa persona o institución tiene la credibilidad suficiente para cumplir lo que promete entonces estoy seguro que lo recibiré. Ahora bien, si yo tengo confianza en alguien o algo que pueda dar lo que yo deseo si yo se lo pido, esto no es fe, es simple confianza; pues ya dijimos que la fe no está fundamentada en el objeto del deseo sino en la promesa. Esta confianza puede ser defraudada pero una promesa hecha por Dios jamás será olvidada pues Dios cumple su palabra.
“Sécase la hierba,
marchítase la flor; mas la palabra del Dios nuestro permanece para siempre.” Isaías 40:8.
¿Y si hablamos de la fe cristiana? Hoy día encontramos personas prometiendo cosas a través de las Instituciones Religiosas. No pueden las instituciones darnos lo que prometen. Quien da lo que ofrecen son las personas detrás de las de las instituciones que se apegan a lo que prometen en nombre de la institución y les hacen creer que fue Dios. Tenga cuidado, Dios es un ser que cumple lo que promete sin necesidad de institución. Dios hizo sus promesas por medio de los profetas y apóstoles y diferentes siervos, y aun hace promesas según su voluntad y misericordia para con nosotros, pero no cumple promesas que hacen personas en nombre de una institución sin haber Dios hablado por medio de ellos. Nuestra búsqueda de Dios hoy la hacemos con la ayuda de instituciones, sí; pero Dios cumple lo que promete en su palabra. No se hace responsable por promesas institucionales o mejor dicho de hombre en nombre de instituciones. La fe cristiana ha ido cambiando, no porque Dios cambie, sino que el mundo ha pervertido lo que hoy se llama fe en el cristianismo.
Hay una gran pregunta por contestar, la pregunta que hiciera Jesucristo a sus discípulos:
“… Pero cuando venga
el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?” Lucas 18:8.
Si la fe es puesta en tantos y tantas, ¿Por qué esta pregunta? Porque el significado de la fe ha sido distorsionado. Si vemos los versículos anteriores, en esta cita de Lucas 18:8, encontramos que dice:
“¿Y acaso Dios no
hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en
responderles?” Lucas
18:7.
Vemos que no se trata de cualquier persona que pida a Dios. Está hablando de los escogidos. De igual manera se trata de una petición de justicia.
“Bienaventurados los
que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.” Mateo 5:6.
Dios es galardonador de los que le buscan. Dios hace justicia a sus escogidos que claman a él día y noche. No son personas caprichosas que tienen en mente sacarle partida o provecho a Dios, o en su defecto al evangelio. Estos claman por justicia. Todo aquel que quiera aprovecharse y hacerse el vivo tendrá como respuesta las palabras de Pedro al mago Simón:
“Entonces Pedro le
dijo: Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se
obtiene con dinero. No tienes tú parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón
no es recto delante de Dios. Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a
Dios, si quizá te sea perdonado el pensamiento de tu corazón; porque en hiel de
amargura y en prisión de maldad veo que estás.” Hechos 8:20-23.
¿De qué fe está hablando el Señor Jesús entonces? Está hablando de la fe verdadera, de poner nuestra confianza en Dios, tenerle como un Dios real y verdadero y que cumple su palabra prometida por los Apóstoles y profetas, promesas de cumplimiento después de esta vida, una vida venidera como recompensa a los que le aman. La fe de la que habla el Señor Jesucristo es de la fe puesta en las promesas de Dios para salvación; para alcanzar el galardón; que son las promesas que Dios le ha hecho a sus escogidos. Fe que viene por el oír, pero ¿oír qué? El oír las promesas que Dios por medio de su palabra nos ha hecho. Dios no tarda en responder según su justicia.
“Así que la fe es por
el oír, y el oír, por la palabra de Dios.” Romanos 10:17.
No puede existir fe hasta que no
exista una promesa. Es la promesa lo que da inicio o pie a la fe.
“Pero Jehová había
dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a
la tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y
engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y
a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de
la tierra. Génesis
12:1-3.
“Y creyó a Jehová, y
le fue contado por justicia.” Génesis 15:6.
He allí promesas en las cuales Abraham esperaba que Dios le cumpliera y que dieron base, origen, a la fe de Abraham; y no solo promesas para esta vida terrenal, encontramos que esperaba en promesas futuras, celestiales:
“Por la fe habitó como
extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con
Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa; porque esperaba la ciudad que
tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.” Hebreos 11:10.
“Conforme a la fe
murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos,
y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos
sobre la tierra. Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que
buscan una patria; pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron,
ciertamente tenían tiempo de volver. Pero anhelaban una mejor, esto es,
celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque
les ha preparado una ciudad.” Hebreos 11:13-16.
Vemos que Dios le hizo promesas a Abraham y esto fue lo que puso en movimiento la fe. Creer que es verdad lo que Dios le ha prometido y que lo va a cumplir. No fue porque Dios le concedió todos los deseos a Abraham que se le conoce como el padre de la fe; es por Abraham haberle creído a Dios todas las promesas que le había hecho que llegó a ser el Padre de la fe.
“Multiplicaré tu
descendencia como las estrellas del cielo, y daré a tu descendencia todas estas
tierras; y todas las naciones de la tierra serán benditas en tu simiente, por
cuanto oyó Abraham mi voz, y guardó mi precepto, mis mandamientos, mis
estatutos y mis leyes.” Génesis 26:4-5.
Lo que le dio el merito de ser llamado “Padre de la Fe” fue creer para obediencia a la voz de Dios.
¿Se puede tener fe en una persona sin
tener fe en Dios? Si; usted puede tener fe en una persona, en un modelo, en un
método sin tener fe en Dios. Esta es la razón por la que tantos se confunden
con la fe y aunque dicen tener fe en Dios terminan aferrándose a lo que no es
Dios. Esto es lo que ocurre con los científicos o con los pacientes que acuden
a un médico. Creemos en las palabras que nos dicen y le creemos. Damos por
sentado que es verdad, pues ya ha sido comprobado. Pero esta fe, no es la que
nos da buen testimonio ante Dios para obtener la salvación. Es la fe en Dios la
que nos garantiza un buen testimonio ante Dios.
“Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham
creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios.” Santiago 2:23.
La fe de Abraham no estaba basada en sus deseos, y el método que él siguió fue la obediencia a Dios.
Un ejemplo de una persona centrada en el método y no en el fondo, en lo principal, fue Simón el mago: Dame a mí ese poder. Intentó comprarlo con dinero. Si en verdad lo quería no necesitaba pagar, solo debía hacer la voluntad de Dios.
La fe no es un método, es una creencia, una certeza, una convicción. El método se usa para comprobar, la fe no necesita ser comprobada, si no demostrada. El método es el medio que se usa para comprobar una verdad o que algo es mentira. La fe es una certeza, que va en nuestro corazón. Eso es demostrado cuando permanecemos incólume creyendo a la palabra de Dios, aun cuando la situación sea adversa.
Algunos apostatarán de la fe.
“Pero el Espíritu
dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe,
escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios;” 1ra Timoteo 4:1.
Apostatar: renegar de la fe cristiana o de las creencias en que uno ha sido educado. Abandonar (una persona) su religión o sus ideales para seguir otros diferentes. Abandonar la fe por escuchar espíritus engañadores y a doctrina de demonios por la hipocresía de mentirosos.
“Así que la fe es por el oír, y el
oír, por la palabra de Dios.” Romanos 10:17.
Es cuando escuchamos las palabras de Dios que allí encontramos las promesas que Dios ha hecho. El creer y confiar en sus promesas, que son fieles y verdaderas, esperando obtener lo que Dios ha prometido, es lo que se llama fe.
Dios conoce cuál es tu necesidad. El va a suplir tu necesidad no como el objeto de tu deseo, si como su promesa de que él se acuerda que somos polvo y el no se olvida de su creación.
La fe de la mujer cananea:
“Saliendo Jesús de allí, se fue a la región de Tiro y
de Sidón. Y he aquí una mujer cananea que había salido de aquella región
clamaba, diciéndole: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es
gravemente atormentada por un demonio. Pero Jesús no le respondió palabra.
Entonces acercándose sus discípulos, le rogaron, diciendo: Despídela, pues da
voces tras nosotros. Él respondiendo, dijo: No soy enviado sino a las ovejas
perdidas de la casa de Israel. Entonces ella vino y se postró ante él,
diciendo: ¡Señor, socórreme! Respondiendo él, dijo: No está bien tomar el pan
de los hijos, y echarlo a los perrillos. Y ella dijo: Sí, Señor; pero aun los
perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos. Entonces respondiendo
Jesús, dijo: Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Y su hija
fue sanada desde aquella hora.” Mateo
15:21-28.
Esta mujer daba voces tras Jesús de Nazaret pidiendo ayuda. ¿Qué condición tenía esta mujer para recibir el beneficio? Tenía fe. Jesucristo le dijo: “grande es tu fe” ¿En que se basó Jesús para decir estar palabras? ¿Por su insistencia? No; Jesucristo escucho cuando esta mujer le dijo:
“Los perrillos comen de las migajas
que caen de la mesa de sus amos”.
Si analizamos esta frase encontramos aquí la
causa por la que Jesús le dijo: “grande es tu fe”. Aunque ella era considerada
perrillo, ella le reveló que ella era una sierva, que tenía un amo. Jesucristo
estaba repartiendo el pan de su amo, Dios el Padre, y ella reconoció que tenían
en común el mismo amo. ¿Cómo así? Si presta atención a las palabras de la
mujer, esta le clamaba:
“¡Señor,
Hijo de David, ten misericordia de mí!”
Este conocimiento le ponía dentro de aquellos que aceptaron que Jesucristo es el Mesías que Dios enviaría al mundo. Aquel profeta prometido. Esta mujer creyó que en Jesucristo se cumplió la promesa de Dios. Su petición estaba basada en un acto de fe, de creer a la palabra que Dios había prometido, que enviaría al Cristo, el salvador del Mundo; tal como lo predicaron los discípulos:
“Y nosotros hemos
visto y testificamos que el Padre ha enviado al Hijo, el Salvador del mundo.
Todo aquel que confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y
él en Dios.” Juan 4:14-15.
Y aún más, el hecho de la forma como le llamó, estaba en estas palabras reconociendo a Jesucristo como Señor:
“Entonces
ella vino y se postró ante él, diciendo: ¡Señor, socórreme!”
Si tú eres siervo del Dios altísimo, y crees que Jesucristo en el Mesías prometido y le aceptas como el Señor de tu vida, también para ti es la bendición de Dios.
Pero ¿Quién le prometió a esta mujer
liberación para su hija? ¿Le cumplió un deseo y no una promesa? Recuerde que el
Señor Jesucristo Dijo:
“El Espíritu del
Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los
pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar
libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los
oprimidos;” Lucas 4:18.
La hija de esta mujer estaba siendo oprimida por el diablo, y parte de la autoridad que Dios le dio a Jesucristo, por medio de su Espíritu Santo, fue darle libertad a los oprimidos por el diablo.
“cómo Dios ungió con
el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes
y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con
él.”
Hechos 10:38.
Creer sin dudar las palabras de Dios, esta es la base de la fe, la fe que nos conduce a la salvación, y nos concede las promesas que Dios ha hecho.
“Mas ¿qué dice? Cerca
de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Ésta es la palabra de fe
que predicamos: que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y
creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.
Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para
salvación. Pues la Escritura dice: Todo aquel que en él creyere, no será
avergonzado.” Romanos 10:8-11.