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LAS MANIFESTACIONES DE DIOS

Las manifestaciones de Dios.

Salmos 78:7.

“A fin de que pongan en Dios su confianza, Y no se olviden de las obras de Dios; Que guarden sus mandamientos,”


Quizá le sorprenda saber que Dios, aún antes de la fundación del mundo, se ha manifestado innumerables veces. Es la característica más relevante de Dios. Es el único Dios que se manifiesta.
“Alegad por vuestra causa, dice Jehová; presentad vuestras pruebas, dice el Rey de Jacob. Traigan, anúnciennos lo que ha de venir; dígannos lo que ha pasado desde el principio, y pondremos nuestro corazón en ello; sepamos también su postrimería, y hacednos entender lo que ha de venir. Dadnos nuevas de lo que ha de ser después, para que sepamos que vosotros sois dioses; o a lo menos haced bien, o mal, para que tengamos qué contar, y juntamente nos maravillemos. He aquí que vosotros sois nada, y vuestras obras vanidad; abominación es el que os escogió.” Isaías 41:21-24.
Con estas palabras Dios, por medio de Isaías, reta a los ídolos, dioses falsos, a manifestarse, a darse a conocer, a hacer algo de los que tengamos que hablar, pero declara:
“He aquí que vosotros sois nada, y vuestras obras vanidad…”
No existe un dios, fuera de Jehová Dios de Israel, que sea capaz de manifestarse. ¿Y las obras que los seres humanos les atribuyen a los dioses falsos quien las hace? El apóstol Pablo nos muestra quien está detrás de estos milagros mentirosos:
“¿Qué digo, pues? ¿Que el ídolo es algo, o que sea algo lo que se sacrifica a los ídolos? Antes digo que lo que los gentiles sacrifican, a los demonios lo sacrifican, y no a Dios; y no quiero que vosotros os hagáis partícipes con los demonios.” 1ra Corintios 10:19-20.
Así ya lo había dado a conocer Dios por boca de Moisés:
“Le despertaron a celos con los dioses ajenos; Lo provocaron a ira con abominaciones. Sacrificaron a los demonios, y no a Dios; A dioses que no habían conocido, A nuevos dioses venidos de cerca, Que no habían temido vuestros padres. De la Roca que te creó te olvidaste; Te has olvidado de Dios tu creador.” Deuteronomio 32:16-18.
Estos demonios hacen obras, haciéndose pasar por dioses, para engañar a la humanidad; pero nunca se podrán comparar a las obras que hace el Dios verdadero y mucho menos llegarán a ser dios.
“Y entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida; inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos, y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos. Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira, a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia.” 2da Tesalonicenses 2:8-12.
De manera que se hace necesario conocer las diferentes manifestaciones del Dios verdadero, y como obra, para que no nos dejemos engañar.
En las sagradas escrituras, encontraremos relatos de cómo Dios se manifestó en ocasiones y en lugares, en cosas e inclusive personas diferentes que nos ayudan a conocer al Dios verdadero.
Empezaremos por afirmar que la palabra manifestar o manifestación es el acto de expresar la voluntad, el poder, lo que es capaz de hacer. Es una demostración de existencia. Porque existe se manifiesta, se expresa, se da a conocer. No es convertirse en o hacerse; es expresarse.
Vemos algunos ejemplos, que nos ayuden a entender mejor el concepto.
“Luego habló Jehová a Moisés, diciendo: Habla a los hijos de Israel, y toma de ellos una vara por cada casa de los padres, de todos los príncipes de ellos, doce varas conforme a las casas de sus padres; y escribirás el nombre de cada uno sobre su vara. Y escribirás el nombre de Aarón sobre la vara de Leví; porque cada jefe de familia de sus padres tendrá una vara. Y las pondrás en el tabernáculo de reunión delante del testimonio, donde yo me manifestaré a vosotros. Y florecerá la vara del varón que yo escoja, y haré cesar de delante de mí las quejas de los hijos de Israel con que murmuran contra vosotros. Y Moisés habló a los hijos de Israel, y todos los príncipes de ellos le dieron varas; cada príncipe por las casas de sus padres una vara, en total doce varas; y la vara de Aarón estaba entre las varas de ellos. Y Moisés puso las varas delante de Jehová en el tabernáculo del testimonio. Y aconteció que el día siguiente vino Moisés al tabernáculo del testimonio; y he aquí que la vara de Aarón de la casa de Leví había reverdecido, y echado flores, y arrojado renuevos, y producido almendras. Entonces sacó Moisés todas las varas de delante de Jehová a todos los hijos de Israel; y ellos lo vieron, y tomaron cada uno su vara. Y Jehová dijo a Moisés: Vuelve la vara de Aarón delante del testimonio, para que se guarde por señal a los hijos rebeldes; y harás cesar sus quejas de delante de mí, para que no mueran. E hizo Moisés como le mandó Jehová, así lo hizo.” Números 17:1-11.
Vemos que Dios mismo le dijo a Moisés que se iba a manifestar. “yo me manifestaré a vosotros” ¿Qué debían esperar que ocurriera? ¿Era acaso que Dios iba a aparecer en persona delante de todos ellos? ¿Era que Dios se iba a convertir en alguien o en algo? Ninguna de las anteriores. Dios le ordenó a Moisés colocar el nombre de doce príncipes del pueblo, uno por cada tribu, en doce varas. Cada vara representaría cada tribu. Moisés debía llevar estas varas y colocarlas en el tabernáculo de reunión, delante del testimonio. ¿Qué iba a pasar? Que Dios se iba a manifestar. Dios iba a expresar su voluntad, a escoger un varón de esos doce representados en cada una de las varas. Y Dijo:
“…Y florecerá la vara del varón que yo escoja…”
¿Era acaso que Dios se iba a convertir en vara? O ¿Era que se iba a convertir en flores? No; la manifestación de Dios consistió en demostrar su poder al hacer que esa vara, no solo reverdeciera, sino que floreciera; además arrojó renuevos y produjo almendras. Sin duda un milagro grande, que daba a saber no solo la elección de Dios hacia Aarón, sino una demostración del poder creador de Dios. ¿Cómo le llamó Dios a esto? Le llamó: “Manifestación”. Así lo dijo: “…Yo me Manifestaré a vosotros…” Vemos que en medio de este tabernáculo, en el lugar santísimo, donde estaba el testimonio o arca del pacto, ocurrió un milagro. Dios se manifestó en una vara; la vara de Aarón. Vuelvo y le pregunto: ¿Dios se convirtió en vara? No: Dios se manifestó en la vara; y se pudo ver el resultado de la manifestación de Dios: La vara reverdeció, echó flores, arrojó renuevos, y produjo almendras; todo esto de un día para otro. ¡Nadie como nuestro Dios! ¡Sea su nombre bendito por los siglos!

Vemos así que Dios se manifestó en una vara para dar a conocer su voluntad, de a quien había escogido. Cuando Dios se manifiesta, sobre aquel o aquello que se manifiesta, lo transforma, hace que produzca, que engendre, que se multiplique.
Dios ejerció su poder sobre la vara e hizo que esta vara produjera, en una noche, lo que a un árbol le tomaría varios meses. De esta manera es que Dios se manifiesta, no solamente hablando, sino ejerciendo su poder sobre las cosas y sobre las personas. Así como Dios se manifestó sobre este pedazo de madera o de árbol, al que  llamaban vara, ¿Podrá manifestarse sobre carne, al que llamamos cuerpo? ¿Manifestará o ejercerá Dios su poder en carne humana? Claro que sí. Ha sido el ser humano, la carne humana, el lugar donde Dios se ha manifestado repetidas veces.
Un ejemplo de esto es la creación de Eva. La creación de Eva es producto de la manifestación de Dios en la carne de Adam. Dios ejerció su poder para transformar aquella costilla que tomó del costado de Adam.
“Entonces Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras éste dormía, tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar. Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre.” Génesis 2:21-22.
¿Qué es Eva? El producto de la manifestación de Dios en la carne de Adán. ¿Dónde se manifestó Dios? En la carne de Adán; y esta no fue la única vez que Dios se manifestó en carne. Existe una serie de relatos donde Dios con su poder obró en carne humana, haciendo milagros, sanidades e inclusive devolviendo la vida a alguien que ya había muerto.
Cada vez que Dios sanó la esterilidad de alguna mujer y concedió el permiso para que quedara embarazada, es la muestra de una manifestación de Dios con su poder en esa carne que era estéril.

“Mas Sarai era estéril, y no tenía hijo.” Génesis 11:30.

Y aún por encima de esta esterilidad de Sara Dios le prometió un hijo a Abraham. ¿Qué tenía que hacer Dios con el cuerpo de Sara? Dios tenía que sanar el cuerpo de Sara para que dejase de ser estéril. Cuando Dios se manifestó, en la carne de Sara, ejerció su poder y le sanó.
“Visitó Jehová a Sara, como había dicho, e hizo Jehová con Sara como había hablado. Y Sara concibió y dio a Abraham un hijo en su vejez, en el tiempo que Dios le había dicho.” Génesis 21:1-2.
¿Qué ocurrió antes que Sara pudiese concebir de Abraham? “Visitó Jehová a Sara”. Dios se manifestó con poder en la carne de Sara y le sanó.
Así encontramos el caso de la mujer de Manoa, en quien Dios se manifestó.
“Y había un hombre de Zora, de la tribu de Dan, el cual se llamaba Manoa; y su mujer era estéril, y nunca había tenido hijos. A esta mujer apareció el ángel de Jehová, y le dijo: He aquí que tú eres estéril, y nunca has tenido hijos; pero concebirás y darás a luz un hijo.” Jueces 13:2-3.
¿Qué condición tenía esta mujer? Era estéril, nunca había tenido hijos. ¿Qué tenía que pasar para que se cumpliese lo que Dios le estaba anunciando por medio del ángel de Jehová? Dios tenía primero que manifestarse en la carne de esta mujer y con su poder sanarle. Hacer que pudiese concebir; y ciertamente lo hizo.
“Y la mujer dio a luz un hijo, y le puso por nombre Sansón. Y el niño creció, y Jehová lo bendijo.” Jueces 13:24.
Luego de esta manifestación de Dios, en la carne de esta mujer, ella concibió de Manoa su esposo. Luego que Sansón creció, empezó a ocurrir en él algo maravillosos:
“Y el Espíritu de Jehová comenzó a manifestarse en él en los campamentos de Dan, entre Zora y Estaol.” Jueces 13:25.
Esta expresión es frecuente en la vida de Sansón. Cada vez que él necesitaba usar de una fuerza mayor a la natural, entonces el Espíritu de Jehová venía sobre Sansón. Inclusive hoy día, hay muchos que tienen la misma pregunta que se hacían los filisteos de Sansón:
“Y vinieron a ella los príncipes de los filisteos, y le dijeron: Engáñale e infórmate en qué consiste su gran fuerza, y cómo lo podríamos vencer, para que lo atemos y lo dominemos; y cada uno de nosotros te dará mil cien siclos de plata.” Jueces 16:5.
¿En qué consistía su gran fuerza? Pues debido a la obediencia de Sansón, cada vez que necesitaba usar su fuerza, Dios, por su Espíritu, se manifestaba en el cuerpo de Sansón y le daba el poder que necesitaba. Así se manifestaba Dios en la carne de Sansón. No era la fuerza de Sansón lo que el pueblo veía, sino la fuerza que Dios le daba. Por eso oró Sansón a Dios así:
“Entonces clamó Sansón a Jehová, y dijo: Señor Jehová, acuérdate ahora de mí, y fortaléceme, te ruego, solamente esta vez, oh Dios, para que de una vez tome venganza de los filisteos por mis dos ojos.” Jueces 16:28.
Dios le fortaleció. Dios se manifestaba en su carne, la cual adquiría una fuerza extraordinaria que nadie podía contener. No era que Dios se convertía en Sansón; Dios le daba fuerza y la gente podía ver la salvación que Dios daba por medio de este hombre extremadamente fuerte.
Cada vez que Dios mete su mano poderosa en los asuntos del ser humano para ejercer su autoridad y su poder, esto es lo que se llama una Manifestación de Dios, se deja ver su intervención.
Dios prometió que él daría una señal de su intervención en la vida del ser humano.
“Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel.” Isaías 7:14.
Ya era bien conocido como Dios se manifestaba con poder y sanaba a las mujeres que habían sido estériles para que pudieran concebir. Sin embargo era necesario luego que el esposo de esa mujer estuviese con ella para que concibiese de su marido. Pero ¿Qué una virgen concibiera sin que un hombre interviniese? Eso era otra cosa, algo muy diferente; algo que solamente Dios lo puede hacer.

Estando en los días en que había de cumplirse esta promesa de Dios, que una virgen iba a concebir, hubo un hombre llamado Zacarías que había orado a Dios por un hijo.
“Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado Zacarías, de la clase de Abías; su mujer era de las hijas de Aarón, y se llamaba Elisabet. Ambos eran justos delante de Dios, y andaban irreprensibles en todos los mandamientos y ordenanzas del Señor. Pero no tenían hijo, porque Elisabet era estéril, y ambos eran ya de edad avanzada.” Lucas 1:5-7.
Ellos, a pesar de su vejez, había orado a Dios por un hijo; y Dios se lo concedió.
“Pero el ángel le dijo: Zacarías, no temas; porque tu oración ha sido oída, y tu mujer Elisabet te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Juan.” Lucas 1:13.
¿Cómo tuvo que hacer Dios para que Elizabet quedase embarazada? Debía sanarle. ¿Cómo? Dios se manifestó en el cuerpo de Elizabet y ejerció su poder y le sanó. Entonces:
“Después de aquellos días concibió su mujer Elisabet, y se recluyó en casa por cinco meses, diciendo: Así ha hecho conmigo el Señor en los días en que se dignó quitar mi afrenta entre los hombres.” Lucas 1:24-25.
Esto que ocurrió en Elizabet, aún fue reconocido por los ángeles de Dios, pues Gabriel le dijo a María:
“Y he aquí tu parienta Elisabet, ella también ha concebido hijo en su vejez; y éste es el sexto mes para ella, la que llamaban estéril; porque nada hay imposible para Dios.” Lucas 1:36-37.
Pero Elizabet era casada, Zacarías era su esposo, el padre de Juan. Ella conocía varón.
Así que luego de Elizabet quedar embarazada, Dios cumplió  su promesa de hacer que una virgen concibiera sin intervención de hombre.
“Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS. Éste será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre;” Lucas 1:30-32.
Ante esta noticia, María se sorprende y hace la pregunta lógica:
“Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? pues no conozco varón.” Lucas 1:34.
Por esta misma condición, de no haber conocido varón, por eso mismo María era candidata para Dios Manifestarse en ella, en su carne, en su cuerpo; para cumplir la promesa hecha. “He aquí que la virgen concebirá”; y esto fue lo que le explicó el ángel Gabriel.
“… El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios.” Lucas 1:35.
En otras palabras, Dios se manifestará y ejercerá su poder para crear un nuevo ser en el vientre de María. Por eso será llamado Hijo de Dios, porque Dios hará que aparezca, que exista.
Dios se manifestó una vez más en carne, en este caso en la carne de maría y con su poder formó al señor Jesucristo en el vientre de María. ¿Fue que Dios se convirtió en carne? No; Dios hizo que una virgen concibiera, pero sin intervención de hombre; que era como ocurría cada vez que sanaba a una estéril. La que había sido estéril luego estaba con su esposo y quedaba embarazada. En el caso de María, siendo virgen y sin estar con ningún hombre, Dios obró un milagro. Dios no se convirtió en carne, él se manifestó en carne. Dios obró un milagro en la carne de María y dentro de su vientre, con su poder hizo aparecer un embrión que creció y luego de nueve meses María dio a luz a su hijo primogénito.
Esta es la razón por la cual, de Jesucristo, se dice que es sin Padre y sin Madre, porque es producto de la intervención de Dios con su poder; de la misma manera como Dios creó a Melquisedec.
“sin padre, sin madre, sin genealogía; que ni tiene principio de días, ni fin de vida, sino hecho semejante al Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre.” Hebreos 7:3.
Esta manifestación de Dios, donde él quiso traer al mundo un ser por medio de una virgen, sin intervención de un hombre, sino valiéndose o haciendo uso de su poder; es semejante a lo que hizo Dios cuando creó las cosas que hoy conocemos:
“Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía.” Hebreos 11:3.
Usando su poder hizo aparecer, le dio forma a las cosas que hoy vemos y los que hoy existimos.
“Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos, Y todo el ejército de ellos por el aliento de su boca.” Salmos 33:6.
“El Espíritu de Dios me hizo, Y el soplo del Omnipotente me dio vida.” Job 33:4.
De la misma manera que Dios ejecutó su poder para crear todas las cosas, así mismo hizo a Jesucristo en el vientre de María. Dios le hizo, le creó, le formó.
“Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos.” Hebreos 2:9.
Dios se manifestó en la carne de María para hacer en su vientre un milagro, por medio de su Espíritu Santo, con su poder.
“E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne, Justificado en el Espíritu, Visto de los ángeles, Predicado a los gentiles, Creído en el mundo, Recibido arriba en gloria.” 1ra Timoteo 3:16.
“E Isaías dice resueltamente: Fui hallado de los que no me buscaban; Me manifesté a los que no preguntaban por mí.” Romanos 10:20.
Dios sigue aún manifestándose, haciendo en nosotros y por medio de nosotros grandes cosas, pues este ha sido siempre su voluntad.
“Mas esto es lo dicho por el profeta Joel: Y en los postreros días, dice Dios, Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; Vuestros jóvenes verán visiones, Y vuestros ancianos soñarán sueños; Y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días Derramaré de mi Espíritu, y profetizarán.” Hechos 2:16-18.
Si tú eres carne o si tú tienes carne, es de esperar que Dios se manifieste en ti, en tu carne. Dios derramará su Espíritu sobre tu carne y en ti, y por medio de ti, Dios se hará manifiesto, ejercerá su poder, su autoridad, hará grandes cosas; mayores aún que las que hizo Jesucristo.
“De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre.” Juan 14:12.

Todas las obras de Dios son producto de su manifestación, de la expresión de su voluntad, su poder, su bondad; así se da a conocer, por medio de lo que hace cada vez que se manifiesta.

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