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Enséñanos a Orar




Enséñanos a Orar

Lucas 11:1.

“Aconteció que estaba Jesús orando en un lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos.”

Más allá del hecho de que quisiesen parecerse a los discípulos de Juan, encontramos a un discípulo de Jesucristo haciéndole una petición a que hoy día en nuestros círculos cristianos es muy poco frecuente: “Enséñanos a Orar” Que bueno es toparse con personas que, viendo el resultado de lo que el líder hace, quieren repetir lo que ven hacer; pero no como vana repetición. Hubo en los discípulos el deseo de aprender, disposición de saber la forma correcta de hacerlo y de dejarse enseñar.

Los discípulos estaban viendo a Jesucristo orar, y no fue la única vez que lo vieron orando; pero algo vieron que les llevó a solicitar que les enseñara a orar. Este discípulo fue el portavoz del grupo; y cabe destacar que Jesús y Juan tenían algo en común. No solamente eran enviados de Dios, sino que “Ambos oraban a Dios”.

Parte de la enseñanza que Jesucristo les da a sus discípulos fue: ¿A quién va dirigida nuestra oración? “Padre nuestro que estás en los cielos,…” Pero ¿Aprendieron la lección?

En el libro de los hechos, mucho después de ya no estar el Maestro con ellos, podemos ver parte de las oraciones que hicieron algunos de los discípulos, pero que son el reflejo de haber aprendido la lección; ejemplo que debemos tomar en cuenta hoy para aprender a orar, así como los discípulos de Jesucristo aprendieron.
“Y ellos, habiéndolo oído, alzaron unánimes la voz a Dios, y dijeron: Soberano Señor, tú eres el Dios que hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay; que por boca de David tu siervo dijiste: ¿Por qué se amotinan las gentes, Y los pueblos piensan cosas vanas? Se reunieron los reyes de la tierra, Y los príncipes se juntaron en uno Contra el Señor, y contra su Cristo. Porque verdaderamente se unieron en esta ciudad contra tu santo Hijo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel, para hacer cuanto tu mano y tu consejo habían antes determinado que sucediera. Y ahora, Señor, mira sus amenazas, y concede a tus siervos que con todo denuedo hablen tu palabra, mientras extiendes tu mano para que se hagan sanidades y señales y prodigios mediante el nombre de tu santo Hijo Jesús. Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios.” Hechos 4:24-31.



Hay, en esta oración, una clara evidencia de que los discípulos de Jesucristo aprendieron muy bien la lección, que en su tiempo le diera su maestro y mentor. Encontramos puntos importantes, de gran valor para nuestra vida hoy día. Qué bueno es que aprendiésemos a orar como ellos oraron; y que por la gracia de Dios obtuviésemos el mismo resultado que ellos tuvieron. Analicemos esta oración un poco.

“…Soberano Señor, tú eres el Dios que hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay;…”



Sin lugar a duda, los discípulos y apóstoles, dirigen su oración a la misma persona de quien les habló Jesucristo. Mientras Jesús les ordeno que dijesen “Padre nuestro”, ellos dijeron  “Soberano Señor”; y para que no quede duda de a quien oraron, el escritor hace la aclaración: “Alzaron unánimes la voz a Dios”; el único solo soberano. Así podemos ver a quien debe estar dirigida nuestra oración, a Dios el padre.



Luego de hacer un recuento, reconociendo las cosas que Dios hizo y la palabra que Dios había dado por boca de David, encontramos que pasan a hacer la petición. En esta parte hay que tener mucho cuidado y ver como ellos hicieron la petición, en contraste con lo que vemos a algunos hacer hoy cuando oran. El Señor Jesucristo dijo:

“En aquel día no me preguntaréis nada. De cierto, de cierto os digo, que todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará.” Juan 16:23.



¡Qué bendición! “Todo cuanto pidiere al Padre en mi nombre, os lo dará”. No se me desboque. Tenga calma; pues encontramos condiciones para que esto pueda ocurrir. No es simplemente pedir. Les dijo también a sus discípulos:

“No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé.” Juan 15:16.



Vemos que parte de la condición, para que todo lo que pidiéramos al Padre nos lo dé, es que primero: “valláis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca”; y luego “lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo de”.



Detengámonos aquí un poco más y así poder ver esta “petición en el nombre de Jesús” a la luz de lo que hoy ocurre en las iglesias. Se ha hecho una extrapolación de lo que se ha acostumbrado a hacer al echar fuera demonios, aplicándolo a toda oración de petición. Si usted ha tenido la oportunidad de estar presente en una lucha contra espíritus inmundos, usted habrá oído, o quizá usted la ha hecho igual, que le ordenan al espíritu inmundo salir fuera; algo así como “espíritu inmundo, en el nombre de Jesús, sal fuera”, por simplificar la frase. Esta forma es copiada de una porción que está en el libro de los hechos, cuando el Apóstol Pablo ejerció autoridad sobre un espíritu de adivinación que le importunaba cada vez que pasaba por allí:

“Y esto lo hacía por muchos días; mas desagradando a Pablo, éste se volvió y dijo al espíritu: Te mando en el nombre de Jesucristo, que salgas de ella. Y salió en aquella misma hora.” Hechos 16:18.



Como ven el resultado de ejercer la autoridad que se nos concedió por el Señor Jesucristo, cuando dijo: “…en mi nombre echarán fuera demonios;…” Marcos 16:17.; entonces han creído que todo debe hacerse de la misma manera. Así encontramos a algunos que, en vez de pedirle a Dios, le ordenan lo que tiene que Dios hacer. Mire esta oración: “Padre, en el nombre de Jesús, yo te pido que me ayudes.” Acá en realidad, aunque pueda ver que dice “yo te pido” no hay una petición. Esta persona le está dando una orden en el nombre de Jesús. Si miramos el ejemplo de Hechos 4:24-31, en el momento de la petición hay una gran diferencia con lo que hacemos nosotros hoy día:

“Y ahora, Señor, mira sus amenazas, y concede a tus siervos que con todo denuedo hablen tu palabra, mientras extiendes tu mano para que se hagan sanidades y señales y prodigios mediante el nombre de tu santo Hijo Jesús.” Hechos 4:29-30.

¿En qué lugar de la petición aparece la expresión “en el nombre de tu santo Hijo Jesús”?  Al final de la oración; y podrá usted notar que no da la impresión de orden o imposición, mas es un ruego.

Si esta misma oración le aplicamos el formato actual de las iglesias, sería algo semejante a esto:

Y ahora, Señor, en el Nombre de Jesús, mira sus amenazas….” O, pudiera ser también: Y ahora, Señor, mira sus amenazas y en el Nombre de Jesús concede a tus siervos….

Este formato deja ver claramente como estamos orando a Dios hoy; dando la orden que en el nombre de Jesús haga lo que nosotros queremos. Nada más lejos de la enseñanza de Jesucristo. Cambiar el lugar de la frase “en el nombre de Jesús” en la oración le cambia el sentido y significado a la oración; entonces pasaremos de pedir a ordenar, como si fuésemos superiores a Dios.

Esto lo deja bien claro el señor Jesucristo, cuando enseño a sus discípulos lo que ocurriría cuando él ya no estuviese en cuerpo con ellos acá en la tierra. Les explicó  que el Padre nos da todas las cosas porque nos ama. Este fue y es la experiencia de nuestro Señor Jesucristo y así les enseñó a sus discípulos:

“El Padre ama al Hijo, y todas las cosas ha entregado en su mano.” Juan 3:35.

“Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho. En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos. Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor. Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor.” Juan 15:7-10.

Podemos ver como Jesucristo logró que Dios le concediera todas las cosas, permaneciendo en su amor; y que les pidiera a los discípulos que permanecieran en su amor. Al permanecer en su amor entonces todo lo que pidieran al Padre, en el nombre de su Hijo, Dios se lo iba a conceder porque el Padre les amaba.

En una oportunidad encontramos a los discípulos, muy respetuosamente, preguntándole a Jesús:

“ … Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma?” Lucas 9:54.

Acá pudiésemos decir muchas cosas, pero me centraré en el hecho de que los discípulos preguntaron antes de actuar. Ahora Jesucristo les dice:

 En aquel día no me preguntaréis nada. De cierto, de cierto os digo, que todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará. Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido.” Juan 16:23-24.

Si dejásemos la lectura hasta allí, fuese muy fácil ver que sólo lo que hay que hacer es pedir a Dios en el nombre de Jesús y ya, caso resuelto. Pero no; Jesús ahondó y les dijo:

“En aquel día pediréis en mi nombre; y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre mismo os ama, porque vosotros me habéis amado, y habéis creído que yo salí de Dios.” Juan 16:26-27.

Les enseñó que cuando ellos pidieran a Dios ya Jesucristo no rogaría al padre por ellos. Que la relación iba a ser directa con Dios sin la mediación de la oración de Jesús y que Dios mismo contestaría la oración. Pero para esto había una explicación. El padre le daría todo lo que pidieran porque él mismo les amaba, y ¿Por qué Dios les amaba? Porque ellos habían amado a Jesucristo y habían creído que Jesús salió de Dios. De manera que la respuesta, la contestación a la petición que hicieron en el nombre de Jesús estaba condicionada al hecho que Dios les amaba, por eso les contestaba, les respaldaba.

No es porque le ordenamos a Dios, que en el nombre de Jesús, nos conceda lo que le pedimos, es que Dios nos concederá lo que le pedimos porque nos ama, pues él sabe que amamos a su hijo Jesucristo.

El propósito de Dios, de permitir que nosotros pidamos en el nombre de su santo Hijo Jesús, es para que Dios sea glorificado en el Hijo.

“Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.” Juan 14:13.

De manera que al Dios hacer la obra lleva la honra por ser Dios, pero al concederlo porque amamos a su Hijo Jesucristo, entonces también Jesucristo es glorificado, pues por amor a su hijo y por amor a nosotros, Dios hace prodigios, maravillas y milagros mediante el nombre de su santo Hijo Jesús.

No basta con simplemente usar el nombre “Jesús” en la oración. Hoy en día encontramos muchos como Naamán, el general del ejército del rey de Siria, quien era un hombre valeroso en extremo, pero estaba leproso. Cuando este reveló los pensamientos de su corazón, de cómo creía él que el profeta le sanaría, dijo:

“Y Naamán se fue enojado, diciendo: He aquí yo decía para mí: Saldrá él luego, y estando en pie invocará el nombre de Jehová su Dios, y alzará su mano y tocará el lugar, y sanará la lepra. Abana y Farfar, ríos de Damasco, ¿no son mejores que todas las aguas de Israel? Si me lavare en ellos, ¿no seré también limpio? Y se volvió, y se fue enojado.” 2da de Reyes 5:11-12.

¿Por qué se enojó Naamán? Porque no hizo el profeta como Naamán imaginaba. Mientras Eliseo le envió un mensajero diciendo:

“…Ve y lávate siete veces en el Jordán, y tu carne se te restaurará, y serás limpio.” 2da de Reyes 5:10.

Esto no era  lo que tenía en mente Naamán. Para él el profeta tenía que invocar el nombre de Jehová su Dios. Esta era la formula que pensaba Naamán debía usarse “En el nombre de Jehová” y tocando con su mano la lepra entonces sanaría.

Como se parece esto a lo que muchos practicamos aún en el día de hoy. Cuantos Naamanes existimos. Claro está, ya hoy no oímos que invocan el nombre de Jehová, sino “En el Nombre de Jesús” y tocando con su mano al enfermo esperamos que este sane. ¿Por qué en la mayoría de los casos no ocurre nada?

“Y hacía Dios milagros extraordinarios por mano de Pablo, de tal manera que aun se llevaban a los enfermos los paños o delantales de su cuerpo, y las enfermedades se iban de ellos, y los espíritus malos salían. Pero algunos de los judíos, exorcistas ambulantes, intentaron invocar el nombre del Señor Jesús sobre los que tenían espíritus malos, diciendo: Os conjuro por Jesús, el que predica Pablo. Había siete hijos de un tal Esceva, judío, jefe de los sacerdotes, que hacían esto. Pero respondiendo el espíritu malo, dijo: A Jesús conozco, y sé quién es Pablo; pero vosotros, ¿quiénes sois? Y el hombre en quien estaba el espíritu malo, saltando sobre ellos y dominándolos, pudo más que ellos, de tal manera que huyeron de aquella casa desnudos y heridos. Y esto fue notorio a todos los que habitaban en Éfeso, así judíos como griegos; y tuvieron temor todos ellos, y era magnificado el nombre del Señor Jesús.” Hechos 19:11-17.

En este episodio hay varias cosas claves; la primera es que estas personas no eran seguidores de Jesús, no habían creído aún en él; eran exorcistas ambulantes. La segunda; eran hijos de un jefe de los sacerdotes llamado Esceva. Tercero no conocían a Jesús, solo tenían una referencia “…Jesús, el que predica Pablo”. ¿Por qué no tuvieron éxito en lo que hacían?

“¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!” Romanos 10:14-15.

Tampoco tuvieron éxito porque es el que ama a Jesucristo y guarda sus mandamientos a quien el Padre ama, y porque el padre le ama le concede todas las cosas; aún el tener autoridad sobre los espíritus inmundos. De la misma manera hoy día hay algunos que, usando la expresión “en el nombre de Jesús” esperan obtener resultados satisfactorios avalados por Dios y por su Hijo Jesucristo, pero se llevarán una gran sorpresa. El Señor Jesucristo dijo:

“No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.” Mateo 7:21-23.

Que peligro tan grande se corre al usar la expresión “en el nombre de Jesús” como una simple formula y no tomarse la molestia de saber y conocer del Hijo de Dios, como Dios le envió a este mundo para traer un mensaje y luego llevarle y sentarlo a su diestra como señor de todos. No llegar a amar al Señor Jesucristo y guardar sus mandamientos es correr un riesgo muy grande.

 Ahora bien, ¿Cómo hacía Jesús para echar fuera demonios?

“Pero si yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios.” Mateo 12:28.

El Espíritu de Dios estaba en él, con poder para hacer la obra; de la misma manera como se nos ha concedido el Espíritu Santo en nuestros días. Así mismo, el Padre que le ama le concedía todas las cosas.

“… Y Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo: Padre, gracias te doy por haberme oído. Yo sabía que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que crean que tú me has enviado. Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz: ¡Lázaro, ven fuera!” Juan 11:41-43.

Acá vemos que el resultado está basado en una comunicación clara de Jesucristo con Dios, Una buena relación. Por esto Marta, la hermana de Lázaro, le dijo:

“Mas también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará.” Juan 11:22.

¿Por qué Dios le concedía todo lo que Jesucristo le pedía? Porque Jesucristo ama al Padre y guarda sus mandamientos; por esto el padre le ama.

“Más para que el mundo conozca que amo al Padre, y como el Padre me mandó, así hago. Levantaos, vamos de aquí.” Juan 14:31.

Hay entre Dios y Jesucristo una relación de amor y obediencia.

Porque el Padre ama al Hijo, y le muestra todas las cosas que él hace; y mayores obras que estas le mostrará, de modo que vosotros os maravilléis.” Juan 5:20.

Este amor de Dios es el mismo amor con que Dios no ha de amar si nosotros amamos a su Hijo Jesucristo; y así todo lo que pidiéremos al Padre en el nombre de su amado Hijo Jesús, él nos lo concederá. De manera que el pedir en el nombre del Hijo de Dios no es exclusivo de una organización y la respuesta de Dios está condicionada al amor que usted y yo tengamos hacia el Señor Jesucristo y en que guardemos su mandamiento.

No se trata de una simple formula, que con solo decir “en el nombre de Jesús” y todo ya ocurrirá. Veamos este ejemplo:

Pedro, con Juan, fijando en él los ojos, le dijo: Míranos. Entonces él les estuvo atento, esperando recibir de ellos algo. Mas Pedro dijo: No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda.” Hechos 3:4-6.

En este episodio podemos ver que Pedro le dijo al cojo: “Lo que tengo te doy” ¿Que era lo que tenía Pedro? ¿Una simple formula? No; sencillamente algo más que una simple formula. Dando la explicación de lo que aconteció, Pedro dijo:

“… Varones israelitas, ¿por qué os maravilláis de esto? ¿o por qué ponéis los ojos en nosotros, como si por nuestro poder o piedad hubiésemos hecho andar a éste? El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su Hijo Jesús,…” Hechos 3:12-13.

“Y por la fe en su nombre, a éste, que vosotros veis y conocéis, le ha confirmado su nombre; y la fe que es por él ha dado a éste esta completa sanidad en presencia de todos vosotros.” Hechos 3:16.

Estos hombres creían que Dios había glorificado a su Hijo Jesús; como ciertamente Dios lo hizo. Luego de haberle levantado de entre los muertos, Dios le hizo señor y Cristo,

“Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.” Hechos 2:36.

Y le sentó a su diestra como señor de Todos.

“Dios envió mensaje a los hijos de Israel, anunciando el evangelio de la paz por medio de Jesucristo; éste es Señor de todos.Hechos 10:36.

“quien habiendo subido al cielo está a la diestra de Dios; y a él están sujetos ángeles, autoridades y potestades.” 1ra de Pedro 3:22.

“sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero; y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia,” Efesios 1:21-22.

Y este Dios, que exaltó a Jesucristo fue quien hizo la sanidad; de la manera como lo hace aún hoy. Al amar a Jesucristo por lo que hizo y llegó a ser, tenerle como Nuestro señor y guardar sus mandamientos, entonces seremos amados de su Padre, Nuestro Padre, su Dios, Nuestro Dios. Dios nos amará porque amamos a Jesucristo y nos dará con él todas las cosas. Entonces podremos decir:

“¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?” Romanos 8:31-32.

Al ver todas estas cosas, quizá nos veamos en la necesidad de cambiar nuestra forma de orar. Pedirle a Dios que nos conceda las cosas para que el nombre de su Hijo amado Jesús sea glorificado haría una gran diferencia. Aún estamos a tiempo para aprender a orar.

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