¿Y
si sucediera
que
no era del todo como creías?
Hechos 18:24-28.
“Llegó entonces a
Éfeso un judío llamado Apolos, natural de Alejandría, varón elocuente, poderoso
en las Escrituras. Éste había sido instruido en el camino del Señor; y siendo
de espíritu fervoroso, hablaba y enseñaba diligentemente lo concerniente al
Señor, aunque solamente conocía el bautismo de Juan. Y comenzó a hablar con
denuedo en la sinagoga; pero cuando le oyeron Priscila y Aquila, le tomaron
aparte y le expusieron más exactamente el camino de Dios. Y queriendo él pasar
a Acaya, los hermanos le animaron, y escribieron a los discípulos que le
recibiesen; y llegado él allá, fue de gran provecho a los que por la gracia
habían creído; porque con gran vehemencia refutaba públicamente a los judíos,
demostrando por las Escrituras que Jesús era el Cristo.” Hechos 18:24-28.
Es frecuente encontrarnos con personas que,
como Apolos, tienen el deseo ferviente de dar a conocer el camino de Dios. Han
recibido instrucción, son fervorosos y diligentemente procuran enseñar a otros
lo que ellos han aprendido y tienen por verdad. Pero ¿Qué otra característica
de Apolos nos haría falta hoy?
Vemos que el conocimiento que tenía Apolos no
era del todo el que debía predicarse. Una de las cosas que predicaba era el
bautismo de Juan, en el cual él había sido instruido. Apolos hablaba de Dios,
pero le faltaba aún conocer del camino de Dios. Pero ¿Qué se necesitaba para
que conociera bien la verdad? Disposición de aprender la verdad y no querer
quedarse estancado en el conocimiento que hasta ese momento tenía.
A pesar de que era instruido, de espíritu
fervoroso y ponía empeño en predicar, había en él humildad para recibir palabra
de parte de Dios. Dice la escritura que aunque hablaba con denuedo, cuando
Priscila y Aquila que le habían escuchado, le tomaron aparte para exponerle más
exactamente el camino de Dios, éste no se rehúso. No eran Priscila y Aquilas Apóstoles
y tampoco fue limitante para que Apolos recibiera instrucciones de ellos. Qué
gran enseñanza nos da Apolos e inclusive Priscila y Aquilas; quienes no cayeron
en discusión con Apolos, ni tampoco le sabotearon el discurso que daba; antes,
interesados en que Apolos conociera la verdad, le tomaron aparte, sin
desacreditarlo ni infamarlo, le expusieron en privado más exactamente el camino
de Dios.
Cuanta falta hace hoy día que aprendamos de
estos discípulos. Da tristeza ver como los discípulos de hoy día procuran
encontrase para contender, para demostrarse quien tiene la verdad, insultando a
aquel que no cree igual que ellos, en vez de llamarle en privado, aparte y
procurar el crecimiento espiritual del otro. ¿Por qué caen en contienda? Porque
no andan buscando la salvación del otro. ¿Por qué desacreditan? Porque se creen
los únicos dueños de la verdad. ¿Por qué difaman y calumnian? Porque
menosprecian el trabajo, la labor que Dios puede hacer por medio de otro.
Note usted que Priscila y Aquila no
prohibieron a Apolos que predicara, antes le hablaron de lo que Apolos no
conocía y le encomendaron a los hermanos en Acaya para que le recibieran allá;
y Apolos llegó a aquel lugar para ser de gran bendición, pues hizo en Acaya lo
que hasta ahora Apolos no había hecho: “demostrar por las escrituras que Jesús era
el Cristo”. ¿Y si te sucediera como Apolos? ¿Si ocurriera que lo que hasta hoy
has predicado no es todo lo que debes saber? ¿Qué harías tú? ¿Permitirías que
alguien te instruyera más exactamente en el camino de Dios? Yo te invito a que
hagas como relatan las escrituras, cuando el Apóstol Pablo llegó a Berea:
“Inmediatamente, los hermanos enviaron de noche a Pablo y a Silas hasta
Berea. Y ellos, habiendo llegado, entraron en la sinagoga de los judíos. Y
éstos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la
palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si
estas cosas eran así. Así que creyeron muchos de ellos, y mujeres griegas de
distinción, y no pocos hombres.” Hechos 17:10-12.
Este es otro grupo,
donde llegó Pablo y Silas, y se encontró con personas que aún no habían escuchado exactamente el camino de Dios. Y,
cuando Pablo les predico, vemos que hicieron lo que es correcto. Óigame bien.
No porque suene diferente a lo que usted cree entonces es verdad o inclusive
como no es igual a lo que usted cree ya es mentira. Haga como los habitantes de
Berea: “Escudriñando cada día las escrituras, para ver si estas cosas eran
así”. Esto es lo que hay que hacer; y no tenga miedo, pues si es la verdad
tendrá bases bíblicas reales, pero sino es la verdad, cuando usted la pase por las
sagradas escrituras, se dará cuenta que no tiene bases bíblicas. De la misma
manera, yo le insto a escudriñar las escrituras sin prejuicios, sin conceptos
preconcebidos ya establecidos por la religión, sin forzar los versículos a
decir lo que no dicen; con la guía y dirección de Dios por medio de su Espíritu,
en oración. No le estoy diciendo que deje de predicar, sino que confirme que lo
que predica es la verdad. De esta manera lo hizo el mismo Apóstol Pablo. A
pesar de haber dicho:
“Mas os hago saber, hermanos, que el evangelio anunciado por mí, no es
según hombre; pues yo ni lo recibí ni lo aprendí de hombre alguno, sino por
revelación de Jesucristo.” Galatas 1:11-12.
También lo
encontramos diciendo:
“Después, pasados catorce años, subí otra vez a Jerusalén con Bernabé,
llevando también conmigo a Tito. Pero subí según una revelación, y para no
correr o haber corrido en vano, expuse en privado a los que tenían cierta
reputación el evangelio que predico entre los gentiles.” Gálatas 2:1-2.
“Pero de los que tenían reputación de ser algo (lo que hayan sido en otro
tiempo nada me importa; Dios no hace acepción de personas), a mí, pues, los de
reputación nada nuevo me comunicaron.” Gálatas 2:6.
No le estoy diciendo
que deje de creer, antes bien le insto a que crea a la verdad y no se deje
llevar por cualquier viento de doctrina.
Cuando el Apóstol Pablo llegó a Éfeso:
“Aconteció que entre tanto que Apolos estaba en Corinto, Pablo, después de
recorrer las regiones superiores, vino a Éfeso, y hallando a ciertos discípulos,
les dijo: ¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis? Y ellos le dijeron: Ni
siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo. Entonces dijo: ¿En qué, pues,
fuisteis bautizados? Ellos dijeron: En el bautismo de Juan. Dijo Pablo: Juan
bautizó con bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyesen en
aquel que vendría después de él, esto es, en Jesús el Cristo. Cuando oyeron
esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús. Y habiéndoles impuesto
Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y
profetizaban. Eran por todos unos doce hombres.” Hechos 19:1-7.
Vemos que en este
otro grupo también había disposición de conocer la verdad y no se quedaron con
el conocimiento incompleto que tenían. Cambiaron para bien, pues fueron
bautizados en el nombre de Jesús y fueron llenos del Espíritu Santo con la
evidencia de hablar en otras lenguas y profetizaron. Y tú ¿harías lo mismo?
¿Estarías dispuesto a escuchar más exactamente el camino de la verdad? No se
trata de que pertenezcas a una nueva organización u iglesia. Se trata de que
conozcas la verdad, pues la verdad te hará libre. Debes tener disposición para
escudriñar si las cosas que estás oyendo son verdad. No es llevar la contraria
o contradecir lo que oyes. Es indagar con diligencia si estas cosas son verdad.
No se trata de despotricar del otro porque hasta ahora piensa diferente; antes
debemos mostrar paciencia para con aquellos que no piensan igual.
“sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre
preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo
el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros; teniendo buena
conciencia, para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, sean
avergonzados los que calumnian vuestra buena conducta en Cristo.” 1ra de Pedro
3:15-16.
Es necesario tener
mansedumbre para con los que nos señalan, porque esta es la conducta del siervo
del Señor.
“Porque el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para
con todos, apto para enseñar, sufrido; que con mansedumbre corrija a los que se
oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la
verdad, y escapen del lazo del diablo, en que están cautivos a voluntad de él.”
2da Timoteo
2:24-26.
Ahora bien, que bueno es cuando alguien
escucha lo que tú dices, pero, ¿y tú? ¿Escuchas lo que los demás quieren decir?
¿Cuánta verdad hay en lo que otros predican? ¿Ya indagaste con diligencia si
otros también tienen la verdad o al menos parte de la verdad? Apolos tenía
parte de la verdad y Priscila y Aquilas no tuvieron problema en escucharle y
luego completar el conocimiento que le hacía falta a Apolos. Pero ¿A cuántos
has despreciado y desechado porque no creen exactamente como tú? ¿Has procurado
reforzar lo bueno que otro ya sabe y buscado que conozca lo que aún no sabe?
Cuantos Priscilas y Aquilas necesitamos hoy, que por medio de las
escrituras hablemos hoy las cosas que aún le faltan a algunos conocer de la
verdad; interesados en la salvación de ellos y evitando entrar en contienda.
Qué bueno es que hayas pasado tanto tiempo procurando agradar a Dios con lo que
haces, y ¿Aprueba Dios lo que haces? A veces pensamos que porque no nos ha
caído un rayo, para partirnos en dos, inmediatamente, es porque Dios aprueba lo
que hacemos o decimos.
“Yo ciertamente había creído mi deber hacer muchas cosas contra el nombre de
Jesús de Nazaret; lo cual también hice en Jerusalén. Yo encerré en cárceles a
muchos de los santos, habiendo recibido poderes de los principales sacerdotes;
y cuando los mataron, yo di mi voto. Y muchas veces, castigándolos en todas las
sinagogas, los forcé a blasfemar; y enfurecido sobremanera contra ellos, los
perseguí hasta en las ciudades extranjeras. Ocupado en esto, iba yo a Damasco
con poderes y en comisión de los principales sacerdotes, cuando a mediodía, oh
rey, yendo por el camino, vi una luz del cielo que sobrepasaba el resplandor del
sol, la cual me rodeó a mí y a los que iban conmigo. Y habiendo caído todos
nosotros en tierra, oí una voz que me hablaba, y decía en lengua hebrea: Saulo,
Saulo, ¿por qué me persigues? Dura cosa te es dar coces contra el aguijón. Yo
entonces dije: ¿Quién eres, Señor? Y el Señor dijo: Yo soy Jesús, a quien tú
persigues. Pero levántate, y ponte sobre tus pies; porque para esto he
aparecido a ti, para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto,
y de aquellas en que me apareceré a ti, librándote de tu pueblo, y de los
gentiles, a quienes ahora te envío, para que abras sus ojos, para que se
conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para
que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los
santificados.” Hechos
26:9-18.
Cuanta gente como
Saulo de Tarso, antes de ser convertido a la verdad, procuran el mal del otro
en lugar de preocuparse porque conozcan la verdad. No es necesario perseguir ni
andar contendiendo con aquellos que aún no conocen toda la verdad.
“Yo de cierto soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero criado en esta
ciudad, instruido a los pies de Gamaliel, estrictamente conforme a la ley de
nuestros padres, celoso de Dios, como hoy lo sois todos vosotros. Perseguía yo
este Camino hasta la muerte, prendiendo y entregando en cárceles a hombres y
mujeres; como el sumo sacerdote también me es testigo, y todos los ancianos, de
quienes también recibí cartas para los hermanos, y fui a Damasco para traer presos
a Jerusalén también a los que estuviesen allí, para que fuesen castigados. Pero
aconteció que yendo yo, al llegar cerca de Damasco, como a mediodía, de repente
me rodeó mucha luz del cielo; y caí al suelo, y oí una voz que me decía: Saulo,
Saulo, ¿por qué me persigues? Yo entonces respondí: ¿Quién eres, Señor? Y me
dijo: Yo soy Jesús de Nazaret, a quien tú persigues. Y los que estaban conmigo
vieron a la verdad la luz, y se espantaron; pero no entendieron la voz del que
hablaba conmigo. Y dije: ¿Qué haré, Señor? Y el Señor me dijo: Levántate, y ve
a Damasco, y allí se te dirá todo lo que está ordenado que hagas. Y como yo no
veía a causa de la gloria de la luz, llevado de la mano por los que estaban
conmigo, llegué a Damasco. Entonces uno llamado Ananías, varón piadoso según la
ley, que tenía buen testimonio de todos los judíos que allí moraban, vino a mí,
y acercándose, me dijo: Hermano Saulo, recibe la vista. Y yo en aquella misma
hora recobré la vista y lo miré. Y él dijo: El Dios de nuestros padres te ha
escogido para que conozcas su voluntad, y veas al Justo, y oigas la voz de su
boca. Porque serás testigo suyo a todos los hombres, de lo que has visto y
oído.” Hechos
22:3-15.
Que este testimonio de lo que fue el Apóstol
Pablo antes de conocer la verdad de Dios, por boca de Jesucristo, nos ayude a
cambiar de actitud. Pablo estuvo dispuesto a ser corregido con la verdad; y a
persistir en predicar y agradar a Dios, diciendo que Jesús es el Cristo.
“En seguida predicaba a Cristo en las sinagogas, diciendo que éste era el Hijo de Dios.” Hechos 9:20.
“Y
Pablo, como acostumbraba, fue a ellos, y por tres días de reposo discutió con ellos,
declarando y exponiendo por medio de las Escrituras, que era necesario que el
Cristo padeciese, y resucitase de los muertos; y que Jesús, a quien yo os
anuncio, decía él, es el Cristo.” Hechos 17:2-3.
Es necesario cambiar
de actitud, no solamente si nosotros estamos como el caso de Saulo de tarso,
persiguiendo, injuriando, procurando destruir al otro porque creemos que solo
nosotros tenemos la verdad; sino que, también es necesario que cambiemos de
actitud para con aquellos que como Saulo de tarso, por falta de conocer la
verdad, andan ofendiendo y condenando a todo el que se topan en el camino.
Recuerda siempre que las ofensas y la violencia es el arma del que no tiene la
razón.
Cuando adquieres la
verdad no existe razón para pelear. La verdad te hará libre.
Recordar, de igual
manera, que no todos obedecerán a la verdad.
“Mas no todos obedecieron al evangelio; pues Isaías dice: Señor,
¿quién ha creído a nuestro anuncio? Así que la fe es por el oír, y el oír, por
la palabra de Dios.” Romanos 10:16-17.
Para que podamos obedecer
al evangelio primero hay que oír, y al oír es que podemos darnos cuenta si es
verdad o no, y luego decidimos creer o no. Pero, si dos personas discuten
queriendo cada uno demostrar que tienen la razón ¿Quién escucha a quien? ¿Cómo
le dará la razón al otro si no se escuchan? ¿Cómo sabrá que le están diciendo
la verdad si se niega a escuchar? Se necesita disposición a escuchar e indagar,
escudriñar por la palabra de Dios la verdad; y seremos guiados a toda la verdad
con la ayuda del espíritu de Dios.
Si te consigues que
dentro de tu creencia, que al leer las escrituras lo que te han dicho
aparentemente choca o no cuadra con lo que estás leyendo en las escrituras ¿Qué
debes hacer? ¿Qué haces tú? o ¿Qué te dicen como respuesta a tus preguntas? Es
frecuente que algunos digan: Eso es un misterio, o eso es revelación; pero
detrás de esa expresión está escondido algo que no saben explicar o algo que
por la misma creencia no tiene explicación porque es contrario a la verdad de
Dios.
Es necesario entender
lo que leemos para poder creerlo. Como lo dijera Felipe al Eunuco Etíope:
“Y el Espíritu dijo a Felipe: Acércate y júntate a ese carro. Acudiendo
Felipe, le oyó que leía al profeta Isaías, y dijo: Pero ¿entiendes lo que lees?
Él dijo: ¿Y cómo podré, si alguno no me enseñare? Y rogó a Felipe que subiese y
se sentara con él.” Hechos 8:29-31.
Y tú ¿Entiendes lo
que lees? Es necesario entender. No te quedes con la duda, ni te dejes envolver
en misterios que no existen.
“Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, Ni han
subido en corazón de hombre, Son las que Dios ha preparado para los que le
aman. Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu
todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios.” 1ra Corintios 2:9-10.
¿Tienes disposición a
aprender? ¿Te preocupas por conocer la verdad? Busca en oración el poder
conocer la verdad y Dios te proveerá el modo de adquirirla.