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EL MENSAJERO DE DIOS

El Mensajero de Dios
Malaquías 3:1.
“He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí; y vendrá súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis, y el ángel del pacto, a quien deseáis vosotros. He aquí viene, ha dicho Jehová de los ejércitos.”

De las cosas que están aún por cumplirse, y que ocurrirán en los últimos tiempos, ésta es una de ellas. Aún cuando muchos llegan a confundir esta porción con un evento pasado, esto es algo que aún no se ha cumplido del todo. Digo del todo, pues si bien nuestro Señor Jesucristo vino en carne a este mundo, solo cumplió la parte donde él se da en sacrificio para la salvación de la humanidad, la remisión de los pecados por el derramamiento de su sangre.

Con este sacrificio y la predicación del evangelio se está preparando un pueblo bien dispuesto para Dios, un pueblo que ha enderezado sus caminos para hacer la voluntad de Dios. Es parte de preparar el camino delante de Jehová Dios. Pero, aún vemos que no se ha cumplido todo el trabajo para lo cual Dios le preparó. A Jesucristo le reconocemos como Hijo de Dios, como cordero, como Señor, para gloria de Dios Padre, como abogado por nosotros ante el Padre, como sumo sacerdote declarado por Dios según el orden de Melquisedec, y predicamos que él es que Dios ha puesto como Juez de vivos y muertos, por medio del cual ha de juzgar Dios a la humanidad. Sin embargo, hay una función que pocos quieren reconocer, pero que es de vital importancia; esta es la de Mensajero. Jesucristo es el mensajero de Dios. Permítame explicarle. Dios, por boca de Moisés, dijo:

“Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare. Mas a cualquiera que no oyere mis palabras que él hablare en mi nombre, yo le pediré cuenta.” Deuteronomio 18:18-19.

Este profeta, que había anunciado Dios por boca de Moisés, fue el que todos los judíos estaban esperando, pero no le reconocieron, ni le aceptaron cuando vino. Este profeta traía palabra directa de Dios. Por eso dice:
“…y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare…”

Se cumple en este profeta la función de mensajero; dar a conocer el mensaje de Dios. Ciertamente, todo aquel que de un mensaje de parte de Dios es un mensajero. En esta categoría entran todos los profetas e inclusive está allí también aquellos ángeles que Dios envió con un mensaje para el pueblo; como es el caso del ángel de Jehová, el ángel Gabriel, entre otros.

Hay que tener en cuenta que aunque el ministerio que Dios asignó a los ángeles es de mensajero no por esto son ellos una etapa anterior a seres humanos o preexistencia de algún ser humano; como han querido hacer ver algunos al decir que el ángel de Jehová es el cristo pre-encarnado. Nada más lejos de la realidad. Los ángeles tienen de Dios una función específica.
“¿No son todos espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación?” Hebreos 1:14.

Así encontramos, en las sagradas escrituras, que Dios envió mensajes por medio de ángeles. Moisés fue uno de los que habló y recibió mensaje de Dios por medio de un ángel.
“Éste es aquel Moisés que estuvo en la congregación en el desierto con el ángel que le hablaba en el monte Sinaí, y con nuestros padres, y que recibió palabras de vida que darnos;” Hechos 7:38.

Sirva esta porción como un ejemplo de ello. Sin embargo, cuando Dios habla de enviar un profeta, un mensajero, hace la observación y dice:

“Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos, como tú;…”

Vemos que no se trata de un ángel. Es un profeta de entre el pueblo de Israel, como Moisés. No tenía una vida previa como ángel; pues tal cosa no es lo que Dios ha establecido. La raza humana es menor que los seres angelicales, en orden de creación. Así lo recuerda el Apóstol Pablo.
“Le hiciste un poco menor que los ángeles, Le coronaste de gloria y de honra, Y le pusiste sobre las obras de tus manos;” Hebreos 2:7.

Aún cuando la palabra “ángel” signifique mensajero, cuando Dios habla de su mensajero no se refiere a algún ángel; pues Dios ha usado también a seres humanos como mensajeros; estos son conocidos como profetas. Dios ha enviado mensaje por medio de seres humanos sobre los cuales ha colocado su Espíritu Santo; aunque el pueblo no quiso oír las palabras, el mensaje, que Dios le envió por medio de los profetas y optaron por matarles.
“Pero no quisieron escuchar, antes volvieron la espalda, y taparon sus oídos para no oír; y pusieron su corazón como diamante, para no oír la ley ni las palabras que Jehová de los ejércitos enviaba por su Espíritu, por medio de los profetas primeros; vino, por tanto, gran enojo de parte de Jehová de los ejércitos.” Zacarías 7:11-12.

De esto les habló Dios, por su Espíritu, en boca de Jesucristo cuando les dijo:
“¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina a sus polluelos debajo de sus alas, y no quisiste!” Lucas 13:34.

De igual modo, el Señor Jesucristo, en la parábola de los labradores malvados, se refirió a esto cuando dijo:
“…Un hombre plantó una viña, la arrendó a labradores, y se ausentó por mucho tiempo. Y a su tiempo envió un siervo a los labradores, para que le diesen del fruto de la viña; pero los labradores le golpearon, y le enviaron con las manos vacías. Volvió a enviar otro siervo; mas ellos a éste también, golpeado y afrentado, le enviaron con las manos vacías. Volvió a enviar un tercer siervo; mas ellos también a éste echaron fuera, herido. Entonces el señor de la viña dijo: ¿Qué haré? Enviaré a mi hijo amado; quizás cuando le vean a él, le tendrán respeto. Mas los labradores, al verle, discutían entre sí, diciendo: Éste es el heredero; venid, matémosle, para que la heredad sea nuestra. Y le echaron fuera de la viña, y le mataron. ¿Qué, pues, les hará el señor de la viña? Vendrá y destruirá a estos labradores, y dará su viña a otros. Cuando ellos oyeron esto, dijeron: ¡Dios nos libre!” Lucas 20:9-16.

Cada uno de los siervos de esta parábola representa a los profetas, mensajeros enviados de Dios. Luego aparece el Hijo Amado, a quien también mataron para que no recibiese la herencia. Este Hijo Amado es nuestro Señor Jesucristo, y aún más, es el mensajero prometido de Dios, cuando por boca de Malaquías dijo:
“He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí;…”

Si usted detalla esta escritura verá que quien habla es Jehová Dios de los ejércitos celestiales y está hablando de enviar un mensajero; de quien dice: “Mi Mensajero”. Este mensajero tiene una función muy especifica: “preparar el camino” Hasta aquí hay un acuerdo mayoritario en las creencias. Pero, cuando preguntamos ¿A quién le va a preparar camino? Es donde hay diversidad de opiniones. Si nos ceñimos a la escritura, dice claramente “delante de mí”, delante del que está hablando, en  este caso es Jehová Dios. Este mensajero le preparará  camino delante de Jehová Dios. Al comprender esto, entonces tendremos que buscar ¿Quién es entonces este mensajero? Algunos dicen que Juan el bautista; pero todos sabemos que Juan, aunque fue enviado de Dios, preparó camino para la venida de Jesucristo, el hijo de Dios; por o cual no puede ser Juan el Bautista. El mensajero del que habla aquí Malaquías es el Señor Jesucristo, quien preparará camino delante de Jehová Dios.

Es necesario hacer relación de las palabras de Malaquías con las que ya había dicho el profeta Isaías:
“Voz que clama en el desierto: Preparad camino a Jehová; enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios. Todo valle sea alzado, y bájese todo monte y collado; y lo torcido se enderece, y lo áspero se allane. Y se manifestará la gloria de Jehová, y toda carne juntamente la verá; porque la boca de Jehová ha hablado.” Isaías 40:3-5.

El profeta Isaías nos habla de una voz, pero no nos dice de quien es la voz. Esa voz dice:
“Preparad camino a Jehová; enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios.”

Sin duda hay alguien procurando preparar el camino delante de Dios. Está haciendo los preparativos para que el Dios de Israel, Jehová Dios, haga su aparición en esta tierra, o al menos la gloria de Jehová sea vista por toda carne. ¿Es esto nuevo? No; es lo que Dios se ha propuesto desde el pasado. Toda aparición de la gloria de Jehová Dios requiere preparación; no de Dios, sino del ser humano. Veamos un ejemplo:
“Entonces Jehová dijo a Moisés: He aquí, yo vengo a ti en una nube espesa, para que el pueblo oiga mientras yo hablo contigo, y también para que te crean para siempre. Y Moisés refirió las palabras del pueblo a Jehová. Y Jehová dijo a Moisés: Ve al pueblo, y santifícalos hoy y mañana; y laven sus vestidos, y estén preparados para el día tercero, porque al tercer día Jehová descenderá a ojos de todo el pueblo sobre el monte de Sinaí. Y señalarás término al pueblo en derredor, diciendo: Guardaos, no subáis al monte, ni toquéis sus límites; cualquiera que tocare el monte, de seguro morirá. No lo tocará mano, porque será apedreado o asaeteado; sea animal o sea hombre, no vivirá. Cuando suene  largamente la bocina, subirán al monte. Y descendió Moisés del monte al pueblo, y santificó al pueblo; y lavaron sus vestidos. Y dijo al pueblo: Estad preparados para el tercer día; no toquéis mujer. Aconteció que al tercer día, cuando vino la mañana, vinieron truenos y relámpagos, y espesa nube sobre el monte, y sonido de bocina muy fuerte; y se estremeció todo el pueblo que estaba en el campamento. Y Moisés sacó del campamento al pueblo para recibir a Dios; y se detuvieron al pie del monte. Todo el monte Sinaí humeaba, porque Jehová había descendido sobre él en fuego; y el humo subía como el humo de un horno, y todo el monte se estremecía en gran 19 manera. El sonido de la bocina iba aumentando en extremo; Moisés hablaba, y Dios le respondía con voz tronante. Y descendió Jehová sobre el monte Sinaí, sobre la cumbre del monte; y llamó Jehová a Moisés a la cumbre del monte, y Moisés subió. Y Jehová dijo a Moisés: Desciende, ordena al pueblo que no traspase los límites para ver a Jehová, porque caerá multitud de ellos. Y también que se santifiquen los sacerdotes que se acercan a Jehová, para que Jehová no haga en ellos estrago. Moisés dijo a Jehová: El pueblo no podrá subir al monte Sinaí, porque tú nos has mandado diciendo: Señala límites al monte, y santifícalo. Y Jehová le dijo: Ve, desciende, y subirás tú, y Aarón contigo; mas los sacerdotes y el pueblo no traspasen el límite para subir a Jehová, no sea que haga en ellos estrago.” Éxodo 19:9-24.

Acá vemos que Dios iba a descender en el monte y dejar que el pueblo viera su gloria; pero desde donde estaba el campamento. No les era permitido a ellos subir a la montaña. Esta experiencia era gradual, progresiva. Dios iba santificando poco a poco al pueblo para poder mostrarse a ellos; pero el pueblo quería subir a la ligera y sin prepararse, subir a la montaña para ver a Dios. Por esto Dios no les permitió ver mas allá de lo que vieron. En este episodio fue Moisés quien preparó el camino para la aparición de Dios ante el pueblo. Les ordenó santificarse y lavarse como Dios había dicho. Moisés se constituyó en un mensajero de Dios para preparar al pueblo para la aparición de Dios en el monte, desde la cumbre.

De esta misma manera, está profetizado que ha de acontecer en los postreros tiempos. Dios descenderá y toda carne verá la gloria de Jehová Dios. Esto no debe ser confundido con la venida de Jesucristo, a quien Dios envió, delante de él, para que prepare camino al Dios Todopoderoso.

Si volvemos a la parábola de los labradores malvados, encontramos la pregunta y la respuesta que hace Jesucristo:
“…¿Qué, pues, les hará el señor de la viña? Vendrá y destruirá a estos labradores, y dará su viña a otros. Cuando ellos oyeron esto, dijeron: ¡Dios nos libre!” Lucas 20:15-16.

¿Quién vendrá? El Señor de la viña ¿Quién es este Señor de la viña? Jehová Dios Todopoderoso; recuerde que de Jesucristo dice que es el hijo amado.

El que está profetizado que viene es Jehová Dios Todopoderoso, por eso dice Malaquías:
“yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí;..”

Con el regreso del Señor Jesucristo a esta tierra, a reinar por mil años, acontecerá que en Israel se presentará una condición especial, que es el señor Jesucristo quien se encargará de propiciar. Jesús el cristo preparará el camino al Dios todopoderoso, para la aparición de Jehová Dios. Por eso en el Capitulo 21 de Apocalipsis, relata la nueva Jerusalén, descendiendo del cielo. Este relato es algo que acontecerá en esta tierra. Apocalipsis 21:10-11.
“Y me llevó en el Espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la gran ciudad santa de Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, teniendo la gloria de Dios. Y su fulgor era semejante al de una piedra preciosísima, como piedra de  jaspe, diáfana como el cristal.”

Luego describe los muros, puertas y las medidas, incluyendo el material de sus muros, y aún va más allá:
“Y no vi en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero. La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera.” Apocalipsis 21:22-23.

En esta ciudad, la gloria del mismo Dios eterno estará en medio de ella. ¿Por qué es algo acá en esta tierra, antes del fin del mundo? Porque dice:
“Y las naciones que hubieren sido salvas andarán a la luz de ella; y los reyes de la tierra traerán su gloria y honor a ella. Sus puertas nunca serán cerradas de día, pues allí no habrá noche. Y llevarán la gloria y la honra de las naciones a ella.” Apocalipsis 21:24-26.

Ahora, esta ciudad está preparada para que Dios descienda en ella y la gloria de Dios la ilumine; de la misma manera que en el Monte descendió Dios y nadie mas podía subir allí, solo los que estaban preparados.
“No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero.” Apocalipsis 21:27.

No es lugar para la inmundicia. Es un lugar santo. Con las mismas condiciones de pureza que existen en el mismo cielo; por eso Dios puede descender a ella, pero los que no están inscritos en el libro de la vida estarán fuera. Estas condiciones especiales, de preparación, fue lo que el señor Jesucristo ha propiciado desde que vino para predicar el mensaje de Dios y morir por nuestros pecados. Es él quien clama en el desierto:
“…Preparad camino a Jehová; enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios.” Isaías 40:3.

¿y entonces Juan? Pues vemos que cuando le preguntaron a Juan acerca de él  ¿Quién era? ¿Qué dijo?
“Dijo: Yo soy la voz de uno que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías.” Juan 1:23.

Los fariseos sabían que el profeta prometido, el mensajero de Dios, prepararía el camino a Jehová Dios; por eso entendieron que Juan les dijo que él no era el profeta que estaban esperando. Note usted las palabras de Juan:
“…Yo soy la voz de uno que clama…”

Juan no dijo que él era ese uno, sino que el era la voz de ese uno. Si sustituimos la expresión  “uno” por el que es ese uno, diría algo así:
Yo soy la voz (del Cristo) que clama…

Pues quien estaba clamando en el desierto y procurando que el pueblo se volviera a Dios y enderezase sus caminos fue Jesucristo.

Juan simplemente fue el presentador en este mundo de ese que clamaría en el desierto. Juan no es el que clama en el desierto, Él es la voz del que clama en el desierto. Si vemos el mensaje o predicación de Juan en el libro de Mateo, nos encontraremos con:
“En aquellos días vino Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea, y diciendo: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado. Pues éste es aquel de quien habló el profeta Isaías, cuando dijo: Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, Enderezad sus sendas.” Juan 3:1-3.

A este mensaje hay que agregarle la otra parte, donde habla mas claramente del resto de su mensaje; pues no solo llamaba al arrepentimiento, sin a creer en el que vendría después de él.
“Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego. Su aventador está en su mano, y limpiará su era; y recogerá su trigo en el granero, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará.” Mateo 3:11-12

Este, que vendría tras él, de que habló Juan, es aquel de quien habló el profeta Isaías, cuando dijo:
“Pues éste es aquel de quien habló el profeta Isaías, cuando dijo: Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, Enderezad sus sendas.” Mateo 3:3.

Les estaba diciendo Juan que el reino de los cielos se había acercado porque ya estaba en el mundo el que clama en el desierto preparad el camino del Señor; del cual Juan fue la voz pregonera de su aparición en este mundo. Ya estaba en el mundo quien preparará camino para el Dios de Israel.

Fue Juan el mensajero de Dios enviado para preparar el camino a Jesucristo; pero es Jesucristo quien preparará camino para la venida del Dios nuestro.

Estos son dos eventos separados y cada uno de ellos con la importancia respectiva. Jesucristo dijo de Juan, en el relato de Mateos y Lucas:
“Porque éste es de quien está escrito: He aquí, yo envío mi mensajero delante de tu faz, El cual preparará tu camino delante de ti.” Mateo 11:10 y Lucas 7:27.
Vemos que ni Mateo ni Lucas dice quien fue el profeta que lo dijo, pero Marcos si nos hace la referencia completa:
“Como está escrito en Isaías el profeta: He aquí yo envío mi mensajero delante de tu faz, El cual preparará tu camino delante de ti.” Marcos 1:2.

Marcos atribuye a Isaías estas palabras, que no aparecen en los escritos de Isaías que han llegado a nosotros por razones desconocidas. Lo que es bien cierto es que no se trata de las palabras de Malaquías, pues Juan preparó el camino al Mesías, mientras que el Mesías preparará el camino a Jehová Dios, como dice Malaquías y aún está en proceso. Malaquías dice que súbitamente vendrá el señor a su templo. ¿De quién es el Templo?¿De Dios o de Cristo? Veamos que dijo Jesucristo:
“Y entró Jesús en el templo de Dios, y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el templo, y volcó las mesas de los cambistas, y las sillas de los que vendían palomas; y les dijo: Escrito está: Mi casa, casa de oración será llamada; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.” Mateo 21:12-13.

Vemos que dice que entró en el templo de Dios. Y ¿Por qué dice: mi casa, casa de oración será llamada? No es porque esa era su casa, o porque él fuera Dios, sino porque está citando textualmente la porción de Isaías, cuando Jehová Dios dijo:
“yo los llevaré a mi santo monte, y los recrearé en mi casa de oración; sus holocaustos y sus sacrificios serán aceptos sobre mi altar; porque mi casa será llamada casa de oración para todos los pueblos.” Isaías 56:7.

Jesucristo, como profeta que es, repite las mismas palabras que ya Isaías había dicho, de forma textual.

Algo similar a cuando hoy día, nosotros decimos a predicar, citando a Mateo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.” Mateo 11:28.

¿A quién tiene que ir? ¿A usted? ¿usted les dará descanso? O, citando Juan:
“…Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.” Juan 14:6.

¿Es usted el Camino? No; simplemente Usted y yo estamos citando textualmente las escrituras.

De manera que cuando Malaquías dice: “vendrá súbitamente a su templo el Señor”, no se refiere a esta entrada de Jesucristo al templo de Dios, sino a un evento futuro, relatado con bastante detalle por el Profeta Ezequiel:
“Me hizo volver hacia la puerta exterior del santuario, la cual mira hacia el oriente; y estaba cerrada. Y me dijo Jehová: Esta puerta estará cerrada; no se abrirá, ni entrará por ella hombre, porque Jehová Dios de Israel entró por ella; estará, por tanto, cerrada. En cuanto al príncipe, por ser el príncipe, él se sentará allí para comer pan delante de Jehová; por el vestíbulo de la puerta entrará, y por ese mismo camino saldrá.” Ezequiel 44:1-3.

Este príncipe no es otro que nuestro Señor Jesucristo. Esta venida de Dios a esta tierra, está relatada por el Salmista David cuando dijo:
“Alzad, oh puertas, vuestras cabezas, Y alzaos vosotras, puertas eternas, Y entrará el Rey de gloria. ¿Quién es este Rey de gloria? Jehová el fuerte y valiente, Jehová el poderoso en batalla. Alzad, oh puertas, vuestras cabezas, Y alzaos vosotras, puertas eternas, Y entrará el Rey de gloria. ¿Quién es este Rey de gloria? Jehová de los ejércitos, Él es el Rey de la gloria.” Salmos 24:7-10.

Todo el proceso de preparación para esta aparición le está encomendado a Jesucristo. Él preparará el camino para el Dios nuestro. El príncipe preparará camino para la venida del Gran Rey. Hará que las naciones busquen y adoren al Dios verdadero.
“Se acordarán, y se volverán a Jehová todos los confines de la tierra, Y todas las familias de las naciones adorarán delante de ti. Porque de Jehová es el reino, Y él regirá las naciones. Comerán y adorarán todos los poderosos de la tierra; Se postrarán delante de él todos los que descienden al polvo, Aun el que no puede conservar la vida a su propia alma. La posteridad le servirá; Esto será contado de Jehová hasta la postrera generación. Vendrán, y anunciarán su justicia; A pueblo no nacido aún, anunciarán que él hizo esto.” Salmos 22:27-31.

O como lo dijera el profeta Zacarías:
“Después saldrá Jehová y peleará con aquellas naciones, como peleó en el día de la batalla. Y se afirmarán sus pies en aquel día sobre el monte de los Olivos, que está en frente de Jerusalén al oriente; y el monte de los Olivos se partirá por en medio, hacia el oriente y hacia el occidente, haciendo un valle muy grande; y la mitad del monte se apartará hacia el norte, y la otra mitad hacia el sur. Y huiréis al valle de los montes, porque el valle de los montes llegará hasta Azal; huiréis de la manera que huisteis por causa del terremoto en los días de Uzías rey de Judá; y vendrá Jehová mi Dios, y con él todos los santos. Y acontecerá que en ese día no habrá luz clara, ni oscura. Será un día, el cual es conocido de Jehová, que no será ni día ni noche; pero sucederá que al caer la tarde habrá luz. Acontecerá también en aquel día, que saldrán de Jerusalén aguas vivas, la mitad de ellas hacia el mar oriental, y la otra mitad hacia el mar occidental, en verano y en invierno. Y Jehová será rey sobre toda la tierra. En aquel día Jehová  será uno, y uno su nombre.” Zacarías 14:3-9.

Así pues, el mensajero de Dios, que preparará el camino delante de Jehová Dios, es el señor Jesucristo, quien nos ha dado a conocer al padre, al que es verdadero y que nos volvamos a él para servirle de corazón.

Entonces se cumplirá lo que está escrito:
“Mi siervo David será rey sobre ellos, y todos ellos tendrán un solo pastor; y andarán en mis preceptos, y mis estatutos guardarán, y los pondrán por obra. Habitarán en la tierra que di a mi siervo Jacob, en la cual habitaron vuestros padres; en ella habitarán ellos, sus hijos y los hijos de sus hijos para siempre; y mi siervo David será príncipe de ellos para siempre. Y haré con ellos pacto de paz, pacto perpetuo será con ellos; y los estableceré y los multiplicaré, y pondré mi santuario entre ellos para siempre. Estará en medio de ellos mi tabernáculo, y seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. Y sabrán las naciones que yo Jehová santifico a Israel, estando mi santuario en medio de ellos para siempre.” Ezequiel 37:24-28.

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