Ve, y haz tú lo mismo
Lucas 5:25-37.
Y he aquí un intérprete
de la ley se levantó y dijo, para probarle: Maestro, ¿haciendo qué cosa
heredaré la vida eterna? Él le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees?
Aquél, respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con
toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como
a ti mismo. Y le dijo: Bien has respondido; haz esto, y vivirás. Pero él,
queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo? Respondiendo
Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de
ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio
muerto. Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó
de largo. Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó
de largo. Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole,
fue movido a misericordia; y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite
y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él. Otro
día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele;
y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese. ¿Quién, pues, de
estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?
Él dijo: El que usó de misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú
lo mismo.”
Es una necesidad el estar claros en las cosas
que debemos hacer y no conformarnos con
hacer lo que creemos o pensamos que se debe hacer. En muchas oportunidades por
querer imponer a otros lo que pensamos que se debe hacer no nos percatamos que
hemos dejado a un lado lo que realmente es necesario hacer.
Cuando este hombre, interprete de la ley, le
preguntó a Jesucristo ¿Qué haré para heredar la vida eterna? Lo hizo bajo la
convicción de sus propios pensamientos, de cómo él interpretaba la ley; sin
lugar a duda difería de las enseñanzas de Jesucristo, pues dice claramente que
su intención era probar al maestro.
Debemos preguntarnos si con las diferentes
interpretaciones que le hemos dado a las escrituras a través de los años ¿no
habremos invalidado el verdadero significado de las palabras de Dios? Cuando
intentamos imponer nuestros puntos de vista, según la doctrina que profesamos,
¿estaremos en la misma situación de este intérprete de la ley?
Nuestro Señor Jesucristo llevó a este
intérprete al original y le preguntó ¿Qué
está escrito en la Ley? Esto es de vital importancia. Primero saber qué es
lo que está escrito y luego la segunda pregunta fue aún más profunda, donde le hace
que asuma la responsabilidad por lo que se dice: ¿Cómo lees? Sin duda alguna es muy frecuente encontrar que varias
personas el mismo escrito lo leen de forma muy diversa; inclusive dándole no
solamente diferente entonación sino que su significado va a depender de cada
persona, de cómo lo lee, de las cosas que ya tiene como verdad, sus intereses,
sus pasiones o tal vez sus desviaciones. Al creerse dueños de la verdad y la
razón, todo aquello que difiera de sus concepciones no es la interpretación
correcta. Pero Jesucristo le puso en tres y dos, en la próxima o bateaba o se
ponchaba, y tuvo otra oportunidad al batear un faul. No podía negar lo que está
escrito.
“…Amarás al Señor tu
Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda
tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.” Lucas 10:27.
Allí no había problema, así está escrito, esa
es la verdad; por lo que el Señor le dijo:
“…Bien
has respondido; haz esto, y vivirás.” Lucas 10:28.
Pero ahora se halla con la realidad de que
una cosa es lo que está escrito y otra es llevarlo a la práctica. Aún faltaba
la interpretación que éste le daba a lo que está escrito. Recuerde que era un
intérprete de la ley, donde se le da sentido a las leyes, lo que según quiso
decir el redactor de la Ley. Entonces preguntó ¿Y quién es mi prójimo? ¿A quién
debo aplicarlo o ponerlo en práctica? ¿A quién es que debo amar? ¿Acaso ya no
lo amo? Yo amo a todos los que me rodean. Si usted busca el concepto de prójimo
notará que aún hoy día existen diferentes conceptos para tratar de dar
explicación de quien es el prójimo. ¿Excusas para no amarlo como a mí mismo?
¿No querer amarlo como a mí mismo? ¿Pretexto para no obedecer y cumplir el
mandamiento? O simplemente como el intérprete de la ley, queremos justificarnos
a nosotros mismos y nos conviene mantener el concepto equivocado para apaciguar
nuestras conciencias, bajo engaño, de que ya estamos amando a nuestro prójimo
como a nosotros mismos. ¿Será qué aunque estoy rodeado del prójimo yo no he
llegado a ser prójimo de nadie? Pues déjeme decirle que si usted ya está amando
al prójimo, bajo el concepto errado, como se ama a usted mismo, hágase un
favor, mejor no se ame; pues a lo largo nos estamos haciendo un gran daño, nos
engañamos a nosotros mismos. Si no podemos ser prójimo nunca tendremos prójimo.
Fue necesario que el Señor Jesucristo con un
ejemplo práctico, le hiciera entrar en razón y llegara a saber qué en realidad
es esto de prójimo; apelando a otro concepto que el interprete de la Ley
conocía mejor, el de misericordia. Al mostrarle la indiferencia plasmada en la
actitud del sacerdote y el levita ante la condición de aquel hombre que había
caído en manos de ladrones. Note usted que ambos pasaron por aquel camino y
ambos vieron a aquel hombre, pero ninguno de los dos fue movido a
misericordia. Cuando llega, en el relato, a mostrar la actitud del
Samaritano, que no vivía en aquel lugar sino que iba de camino, pasaba por allí
con rumbo a otra ciudad, éste si fue movido a misericordia.
Todo esto sirvió para que el Señor Jesucristo
hiciera entrar en razón al intérprete de la Ley; quien pudo interpretar
correctamente la enseñanza que estaba recibiendo, cuando se le preguntó:
“¿Quién,
pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los
ladrones?” Lucas
10:36.
Note usted que le
pidió su parecer, su interpretación. El intérprete acertadamente respondió:
“…El que usó de misericordia con él….”
Deténgase un momento
y lea con cuidado ¿Quién es el prójimo del que cayó en manos de ladrones? Fíjese
que no le preguntó ¿Quién es el prójimo del sacerdote o el levita o del
samaritano? ¿Quién de estos tres fue prójimo? La pregunta le llevó en otra
dirección. Hacia el que uso de misericordia con el que cayó en manos de
ladrones. O sea, el Samaritano es prójimo del que cayó en manos de ladrones.
Entonces Jesucristo
le dijo:
“Ve, y haz tú lo mismo.” Lucas 10:37.
Con esta afirmación
el Señor Jesucristo le cambió aún la pregunta que este hombre había hecho. No
se trata de quien es mi prójimo, sino de quién soy yo prójimo. El prójimo fue
el que ayudó al otro, el samaritano del hombre que cayó en manos de ladrones.
No se trata de encontrar al prójimo para amarlo sino en ser prójimo para poder
amar a los otros. Si ayudo a los que me ayudan
o amo a los que me aman ¿Qué provecho hay?
“Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen
también lo mismo los publicanos?” Mateo 5:36.
Una de las cosas que
trasciende los períodos es hacer el bien, y esto es lo que le dijo Jesús al intérprete
de la ley.
“…haz
tú lo mismo.”
“No te niegues a hacer el bien a quien es debido, Cuando tuvieres poder
para hacerlo. No digas a tu prójimo: Anda, y vuelve, Y mañana te daré, Cuando
tienes contigo qué darle.” Proverbios 3:27-28.
“No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos.
Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los
de la familia de la fe.” Gálatas 6:9-10.
Esto no está enmarcado en la gracia o en la
ley; sino en el propósito por el cual fuimos creados.
“Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales
Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.” Efesios 2:10.
De igual manera, no
se trata solo de recibir nosotros, antes bien fuimos creados para dar.
“En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los
necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más
bienaventurado es dar que recibir.” Hechos 20:35.
Condicionando esto,
en cierta medida, el que podamos recibir si antes nosotros damos.
“Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en
vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir.”
Lucas 6:38.
Todas estas cosas
están enmarcada en este episodio cuando alguien quiso justificarse creyéndose
merecedor de la vida eterna pero sin antes hacer el bien a los demás. Este
hombre preguntó ¿Haciendo qué cosa heredaré la vida eterna?
Pudiésemos complementar hoy la respuesta, al
decirlo en nuestras propias palabras: haciendo
el bien; pero aún más allá, haciendo todo aquello que está ordenado que
hagamos.
No se trata de que este intérprete de la ley
no supiera quién era su prójimo sino que
él no era prójimo de nadie, por lo que aún no amaba al prójimo; así que
no estaba cumpliendo el mandamiento.
Nos aislamos cada vez más si nos creemos
mejores que los demás, y no ayudamos a los que aún siguen cayendo en manos del
ladrón, que les ha despojado de la razón, les ha cegado el entendimiento para
que no conozcan la verdad.
“Por lo cual, teniendo nosotros este ministerio según la misericordia que
hemos recibido, no desmayamos. Antes bien renunciamos a lo oculto y vergonzoso,
no andando con astucia, ni adulterando la palabra de Dios, sino por la
manifestación de la verdad recomendándonos a toda conciencia humana delante de
Dios. Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden
está encubierto; en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de
los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria
de Cristo, el cual es la imagen de Dios. Porque no nos predicamos a nosotros
mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como vuestros siervos por
amor de Jesús. Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la
luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del
conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo.” 2da Corintios
4:1-6.
Dios permita que
seamos movidos a misericordia y aprendamos a ser prójimos, a amarles como a
nosotros mismos.
“El que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas.
El que ama a su hermano, permanece en la luz, y en él no hay tropiezo. Pero el
que aborrece a su hermano está en tinieblas, y anda en tinieblas, y no sabe a
dónde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos.” 1ra de Juan 2:9-11.
“Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y
alguno le hace volver, sepa que el que haga volver al pecador del error de su
camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados.” Santiago 5:19-20.