El
Padre que mora en mí
Juan 14:10.
“¿No crees que yo soy
en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi
propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras.”
En algunas ocasiones, este texto es usado como prueba para afirmar que Jesucristo es el mismo Padre, que Dios vive en persona, dentro de Cristo y por esto es que pueden decir que Jesucristo tiene dos naturalezas, humana y divina. Bueno, ¿es en realidad esta porción prueba para hacer estas afirmaciones? ¿Qué es lo que en realidad dice el texto? ¿Cuál es el contexto? Dios permita que esta porción no siga convirtiéndose en un pretexto para hacer afirmaciones que contradicen el resto de las escrituras, sino que nos permita por medio de ella a llegar al conocimiento de la verdad. Estudiemos con detenimiento este texto en conjunto con el resto de las escritura. ¿Qué dice? Y ¿Qué no dice?
¿Qué
dice?: “¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí?
¿Qué no dice? No dice que Jesucristo es el
Padre y que el Padre es Jesucristo. Jamás deja ni siquiera asomada esta
posibilidad. Allí dice que Jesucristo es en el Padre, y el Padre en Jesucristo.
¿Esto significa que el Padre en persona está dentro de Jesucristo? Si esto
fuese así, ¿Cómo explicaría entonces que al mismo tiempo Jesucristo en persona
está dentro del Padre? Pues según es esto lo que dice: “…yo soy en el Padre y
el Padre en mí…”.
Si
hubiese una forma grafica de representarlo, sería algo así. Jesucristo,
representando un recipiente que contiene al Padre.
Pero,
ahora, ¿Cómo puede el Padre, que está en persona en Jesucristo contener aJesucristo? O lo que es lo mismo ¿Cómo puede Jesucristo estar dentro del
Padre?; donde el Padre pasa a representar el recipiente que contiene a
Jesucristo.
Si procuramos buscar un gráfico, que pudiese
hacer la representación al mismo tiempo, encontraríamos que entonces la
totalidad de ambos no estaría dentro del otro. Sin embargo, esto es procurando
explicar algo que no dice la biblia, pues la referencia bíblica, de que Jesucristo
es en el Padre y el Padre en Jesucristo, no se trata de algo físico o corporal.
Esta incongruencia ocurre cuando escuchamos que hay quienes dicen que en
Jesucristo hay dos naturalezas o está compuesto de dos naturaleza, humana y
divina; y no conforme con eso uno está dentro del otro y viceversa, con las
consecuencias que esto trae de atribuir a Jesucristo cosas que son de Dios y a
Dios cosas que son de Cristo; inclusive llegamos a oír cosas como que Dios
murió en la cruz del calvario siendo que Dios tiene inmortalidad.
Pero, ¿en verdad que es lo que dice la
escritura?
“¿No crees que yo soy
en el Padre, y el Padre en mí?...”
Esta expresión es explicada, por el mismo
Jesucristo, con la frase que le sigue:
“...Las palabras que
yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en
mí, él hace las obras.”
¿De qué habla acá? De la disposición que
existe en Jesucristo de hacer la voluntad de Dios y permitir que Dios obre por
medio de él. Si algo hace Jesucristo es obedecer a los mandamientos que Dios le
da y Dios sabe que Jesucristo hará todo lo que Dios le diga que haga, que
permitirá que Dios se glorifique por medio de él. Veamos esto en detalles. Fue
así como lo dijo el mismo Dios:
“Y yo me suscitaré un sacerdote fiel, que haga conforme a mi corazón y a mi
alma; y yo le edificaré casa firme, y andará delante de mi ungido todos los
días.” 1ra de
Samuel 2:35.
Este sacerdote fiel, que hace conforme al corazón y el alma de Dios, es Jesucristo. ¿Cómo lo logra Jesucristo? Porque tiene morando en él la palabra de Dios. El Señor Jesucristo dijo:
“Porque el que me envió, conmigo está; no me ha dejado solo el Padre,
porque yo hago siempre lo que le agrada.” Juan 8:29.
Esta garantía, de que Jesucristo siempre hace lo que le agrada a Dios y al mismo tiempo Dios le tiene como sacerdote fiel, que hace conforme al corazón y alma de Dios, es la base por lo que Jesucristo puede decir:
“…yo soy en el Padre,
y el Padre en mí…”
Pues las palabras de Dios están morando en
Jesucristo. Esto les dijo a los fariseos.
“No puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo, así juzgo; y mi
juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me
envió, la del Padre.” Juan 5:30.
Esto no habla de una incapacidad, sino de una sumisión, de un ser obediente.
Estas palabras que el
Padre le dio a Jesucristo permanecían guardadas en el corazón de Jesucristo.
Sus palabras estaban morando en él. Por eso dijo:
“Mas yo tengo mayor testimonio que el de Juan; porque las obras que el
Padre me dio para que cumpliese, las mismas obras que yo hago, dan testimonio
de mí, que el Padre me ha enviado.” Juan 5:36.
Estas obras que el Padre le dio que cumpliese fueron por las palabras que recibió de Dios y que moraban en Jesucristo. Esto les explicó Jesucristo a los judíos que no creían en él.
“También el Padre que me envió ha dado testimonio de mí. Nunca habéis oído
su voz, ni habéis visto su aspecto, ni tenéis su palabra morando en
vosotros; porque a quien él envió, vosotros no creéis.” Juan 5:37-38.
Estas palabras que moran en Jesucristo no son de él, sino del Padre, quien le dijo todo lo que debía decir; como ya Dios lo había profetizado.
“Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis
palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare. Mas a
cualquiera que no oyere mis palabras que él hablare en mi nombre, yo le pediré
cuenta.” Deuteronomio
18:18-19.
De esto dio testimonio Nuestro Señor Jesucristo; cuando dijo:
“Porque yo no he hablado por mi propia cuenta; el Padre que me envió, él me
dio mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de hablar.” Juan 12:49.
Este mandamiento, que recibió de su Padre, permaneció en Jesucristo, morando en él para ponerlos por obra. Al guardar las palabras de Dios, que no son otra cosa que sus mandamientos dados a Jesucristo, y que Jesucristo nos ha dado a nosotros, entonces tendremos morando en nosotros a Dios y a su Hijo Jesucristo.
Por cuanto Jesucristo
amó a Dios, entonces guardó sus mandamientos. De esta manera nos pide que le
amemos a él y guardemos sus mandamientos.
“Si me amáis, guardad mis mandamientos.” Juan 14:15.
Además dijo:
“En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en
mí, y yo en vosotros. El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es
el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré,
y me manifestaré a él. Le dijo Judas (no el Iscariote): Señor, ¿cómo es que te
manifestarás a nosotros, y no al mundo? Respondió Jesús y le dijo: El que me
ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos
morada con él.” Juan 14:20-23.
¿Qué tiene que ocurrir en nuestras vidas para que Dios y su Hijo Jesucristo hagan morada en cada uno de nosotros? Primero debemos amar a Jesucristo, luego guardar su palabra. Esto garantiza que seremos amados por Dios y es entonces, solo entonces, cuando Dios y su Hijo Jesucristo harán morada en cada uno de nosotros.
Pero permítame
hacerle una observación. Resulta que Usted ama al Señor Jesucristo, y guarda
sus palabras, entonces el Padre le ama a Usted ¿Qué va a ocurrir? Que ellos, el
Padre y su Hijo Jesucristo, vendrán a Usted y harán morada con Usted. Correcto.
Pero ¿Ahora tiene usted dos naturalezas? ¿Una humana y otra divina? ¿Acaso
ahora usted se convirtió en un Dios o un semi-Dios? ¿Se da cuenta que Dios,
junto con su Hijo, vinieron a hacer morada en Usted? ¿Hay dos personas dentro
de Usted? Bueno, algo no están entendiendo bien los que pretenden hacer de
Jesucristo Dios y hombre al mismo tiempo.
Lo que ocurre es que
esta morada de la que habla la escritura no es de la persona o del cuerpo. No
se trata que Dios y su Hijo en cuerpo vengan a morar en nosotros. ¿Cómo es
entonces?
Vamos a un ejemplo
cotidiano. Es frecuente oír decir a las personas que aman a otros, que tienen
una relación muy cercana, a fulano(a) yo lo(a) llevo en mi corazón, se metió en
mi corazón, Está dentro de mí. Inclusive, buscando que alguien no se enamore le
dicen: ¡No te metas a ese hombre o esa mujer en el corazón, pues después te va a
hacer daño cuando te deje!. O cuando en su afán de demostrar su amor hacen todo
lo que el otro le pide u ordene, entonces escuchamos decir: ya no ve por sus
ojos sino por los ojos del otro; como si fueran una sola persona. También a
estas personas oímos decir: Yo por ti lo deje todo, renuncie a todo. ¿Por qué?
Porque se metió al otro en el corazón. ¿Lo ha escuchado? Yo se que sí. ¿Qué
está significando con esta expresión? ¿Acaso es que la otra persona en cuerpo
se metió dentro de Usted? Basta con que usted crea a ciegas en el otro, le crea
todo lo que dice, para que se haya metido en su corazón. No es algo físico, es
amar al otro con toda la mente y el corazón, para creerle todo lo que dice o
hace, para serle obediente. Y si ambos se aman de la misma manera, entonces
pueden decir que el uno está en el otro y viceversa.
Nuestro señor
Jesucristo ama a Dios, de forma incondicional. Como parte del mismo capítulo
14, Juan nos dice:
“Mas para que el mundo conozca que amo al Padre, y como el Padre me
mandó, así hago. Levantaos, vamos de aquí.” Juan 14:31.
Es evidente que Jesucristo está hablando de su amor y entrega a obedecer a Dios, por esto dice que el Padre mora en él, que está dentro de él. Le lleva en el corazón. ¿Qué consecuencia tiene esto? Dios muy claramente dice que ocurre cuando alguien ama a Dios de corazón:
“Yo amo a los que me aman, Y me hallan los que temprano me buscan.” Proverbios 8:17.
¿Podríamos comprobar, por las escrituras, que Dios ama a Jesucristo? Seguro que sí.
“Porque el Padre ama al Hijo, y le muestra todas las cosas que él
hace; y mayores obras que estas le mostrará, de modo que vosotros os
maravilléis.” Juan
5:20.
“El Padre ama al Hijo, y todas las cosas ha entregado en su mano.” Juan 3:35.
Esta relación de amor es la que garantiza que el Padre está en el Hijo y el Hijo en el Padre. Por esto dijo:
“Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera,
creedme por las mismas obras.” Juan 14:11.
No pretende decir que son la misma persona, antes bien, da a conocer que él es un instrumento por medio del cual el Padre eterno hace su obra, por eso dice: “…creedme por las mismas obras.” Acá hay dos personas, una obrando por medio de otro. De allí que cuando los judíos preguntaron:
“Y llegado el día de reposo, comenzó a enseñar en la sinagoga; y muchos,
oyéndole, se admiraban, y decían: ¿De dónde tiene éste estas cosas? ¿Y qué
sabiduría es ésta que le es dada, y estos milagros que por sus manos son hechos?”
Marcos 6:2.
La respuesta viene dada por el hecho de que el Padre hacía estas cosas por medio de Jesucristo, y no porque Jesucristo fuera el Padre.
“Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno, varón aprobado por
Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo
entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis;” Hechos 2:2.
Todas estas señales que Dios hizo por medio de Jesucristo, son pruebas de que Dios estaba con Jesucristo y que éste tenía la aprobación de Dios.
“cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y
cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo,
porque Dios estaba con él.” Hechos 10:38.
De esta manera, podemos entender porque Jesucristo dijo: “…Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí…”; y aún más, es la misma razón para que nos incluya a nosotros:
“En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en
mí, y yo en vosotros.” Juan 14:20.
Si el estar o morar fuese físicamente o en cuerpo ¿Cómo explicaría este pasaje? Jesucristo en el Padre, nosotros en Jesucristo y Jesucristo en nosotros. Sin duda no está hablando de cuerpos físicos. Se trata de permanecer el uno en el otro, por medio del amor y la obediencia, de no apartarse o separarse, de estar, de continuar, de ser fiel.
“Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he
guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor.” Juan 15:10.
De esto hace énfasis el Apóstol Juan en su Primera Epístola, y no es casualidad que sea el mismo escritor del evangelio quien nos insta a permanecer:
“Lo que habéis oído desde el principio, permanezca en vosotros. Si lo
que habéis oído desde el principio permanece en vosotros, también
vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre.” 1ra de Juan 2:24.
Debemos recordar las palabras de Nuestro Señor Jesucristo:
“Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid
todo lo que queréis, y os será hecho. En esto es glorificado mi Padre, en que
llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos. Como el Padre me ha amado, así
también yo os he amado; permaneced en mi amor. Si guardareis mis
mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los
mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor.” Juan 15:7-10.
Es necesario que nosotros permanezcamos:
“Y éste es su mandamiento: Que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo,
y nos amemos unos a otros como nos lo ha mandado. Y el que guarda sus
mandamientos, permanece en Dios, y Dios en él. Y en esto sabemos que él
permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado.” 1ra de Juan 3:23-24.
En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros, en que nos ha dado de su Espíritu. Y nosotros hemos
visto y testificamos que el Padre ha enviado al Hijo, el Salvador del mundo. Todo
aquel que confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en
Dios. Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con
nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios
en él.” 1ra
de Juan 4:13-16.
Entonces podemos decir, con toda seguridad, que Jesucristo está en el Padre, y nosotros en Jesucristo, y Jesucristo en nosotros, porque le amamos y guardamos la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo.