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¿QUIEN INTERCEDE POR NOSOTROS?



¿Quién intercede por nosotros?
1ra. Tesalonicenses 5:25.
“Hermanos, orad por nosotros.”

La expresión “interceder” lleva consigo la connotación que hay alguien hablando o actuando, haciendo algo ante otro a favor de una persona; en este caso por mi o por ti. Es sinónimo de mediar, es pedir un favor por alguien. Hay aquí expresado una ayuda cuando nosotros no sabemos qué hacer, qué decir, o no estamos en condiciones de estar presentes o en persona.

En nuestra relación con Dios, nos vamos a encontrar con esta figura. Alguien intercediendo o mediando por nosotros ante Dios; ya sea en el pasado o en el presente. Debe quedar bien clara la dirección en que se hace la mediación y con quien se hace; alguien intercede por nosotros ante Dios. De aquí abajo, hacia allá arriba. Del hombre hacia Dios. O alguien nos ayuda para que oremos, no lo hace por nosotros, pero nos dice que decir. ¿Por qué hago el énfasis? Porque en sentido inverso, también encontramos un mediador: Alguien que Dios estableció para, por medio de él, establecer su pacto con nosotros. Este mediador, entre Dios y los hombres, es Jesucristo.
“Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre,” 1ra Timoteo 2:5.

Acá es bien claro que solo existe un solo mediador entre Dios y los hombres. No hay más. En ese sentido, de arriba hacia abajo, de Dios hacia el hombre, solo hay un mediador. ¿Qué función hace? ¿Habla por Dios ante nosotros hoy? No; ¿Entonces que es esta figura de mediador? Es el medio a través del cual Dios establece su pacto con nosotros los seres humanos y por medio de quien nos ha hablado.
“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo,” Hebreos 1:2.

Cuando Dios estableció su pacto con el pueblo de Israel, luego de sacarlos de Egipto, lo hizo por mano de un mediador. Por eso dice la escritura:
“Entonces, ¿para qué sirve la ley? Fue añadida a causa de las transgresiones, hasta que viniese la simiente a quien fue hecha la promesa; y fue ordenada por medio de ángeles en mano de un mediador.” Gálatas 3:19.

Este mediador, por manos del cual Dios les hizo llegar la ley al pueblo de Israel, fue Moisés. No lo escogieron los israelitas, fue puesto por Dios para darles a conocer los mandamientos por medio de él. Habló al pueblo de parte de Dios.
De la misma manera, nuestro Señor Jesucristo es mediador de un nuevo pacto, que ha establecido Dios con la raza humana, ya no solo con el pueblo de Israel.
“Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas.” Hebreos 8:6.
“Así que, por eso es mediador de un nuevo pacto, para que interviniendo muerte para la remisión de las transgresiones que había bajo el primer pacto, los llamados reciban la promesa de la herencia eterna.” Hebreos 9:15.
“a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel. Mirad que no desechéis al que habla.” Hebreos 12:24.

No cabe duda que Jesucristo es el mediador, de parte de Dios, en este nuevo pacto. Dios estableció el mediador y, por medio de Jesucristo, nos dio a conocer sus leyes, la ley de Cristo. Insisto, en este nuevo pacto solo hay un mediador entre Dios y los hombres; y este es Jesucristo hombre.

Ahora bien, en relación con la mediación o intercesión de acá abajo, desde los hombres hacia Dios ¿Qué nos dice la escritura? ¿Habrá un solo mediador o más de uno? Déjeme ir de lo general a lo particular. Todo aquel que pida, ruegue, ore a favor nuestro, ante Dios, es nuestro intercesor; está intercediendo por nosotros ante Dios. Esto lo digo porque existe una creencia muy popular que dice que solo Jesucristo puede interceder ante Dios por nosotros, y esto no es verdad. La realidad es que no solamente Jesucristo intercede ante Dios.  Por nosotros intercede Jesucristo y muchos más. No se me escandalice. ¿Es que usted no ha orado por otros? ¿Qué hace cuando lleva en oración a otros? ¿No es esto interceder ante Dios? Pablo dijo:
“Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad. Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad.” 1ra Timoteo 2:1-4.

Nuestras peticiones, oraciones, las hacemos a favor de otros ante la presencia de nuestro Dios, quien es el que quiere que los hombres sean salvos. Así podemos ver a la iglesia orando a Dios a favor de Pedro, cuando estaba preso:
“Así que Pedro estaba custodiado en la cárcel; pero la iglesia hacía sin cesar oración a Dios por él.” Hechos 12:5.

También lo vemos cuando Pablo oraba por el pueblo de Israel:
“Hermanos, ciertamente el anhelo de mi corazón, y mi oración a Dios por Israel, es para salvación.” Romanos 10:1.

Incluso, cuando Pablo pide ayuda:
“Pero os ruego, hermanos, por nuestro Señor Jesucristo y por el amor del Espíritu, que me ayudéis orando por mí a Dios,” Romanos 15:30.

Estos, como ejemplo de cómo nos convertimos en intercesores por otros ante Dios. Así la oración que hacemos a favor de otros a Dios no es más que interceder por ellos.

De la misma manera encontramos en las sagradas escritura, otras ayudas especiales para con nosotros ante Dios, que nos garantiza que tendremos de Dios lo que pedimos. Quizá una de esas ayudas no le sorprenda, por quien es el intercesor, sin embargo algunos deben corregir su forma de verla, pues hay creyentes, quienes confundidos, apelan a esta ayuda como si aún estuviesen en la idolatría, cuando le oraban a las imágenes para que ellas intercedieran por ellos ante Dios; de la misma manera oran a Jesucristo para que interceda por ellos. Esto no es correcto, pues contradice las escrituras; que dicen que el mismo Señor Jesucristo nos enseño que debemos orar al Padre, de la misma forma que él lo hizo:
“Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.” Mateo 6:9.

Así encontramos a los discípulos, luego de haberse ido al cielo nuestro Señor Jesucristo, orando a Dios:
“Y ellos, habiéndolo oído, alzaron unánimes la voz a Dios, y dijeron: Soberano Señor, tú eres el Dios que hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay;” Hechos 4:24.

De manera que la función de intercesor que hace Jesucristo, no es precisamente porque le oremos a él para que él le diga el mensaje a Dios; de la misma manera como si oró por nosotros, mientras estuvo en la tierra, hablando con su padre.
“Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste; porque tuyos son, y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y he sido glorificado en ellos. Y ya no estoy en el mundo; mas éstos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros.” Juan 17:9-11.
Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos,” Juan 17:20.

Le dijo Jesucristo a sus discípulos:
“En aquel día no me preguntaréis nada. De cierto, de cierto os digo, que todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará.” Juan 16:23.
En aquel día pediréis en mi nombre; y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre mismo os ama, porque vosotros me habéis amado, y habéis creído que yo salí de Dios.” Juan 16:26-27.

¿De qué pues se trata lo que dice Romanos 8:34?
“¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.”

Note usted que, la expresión completa, dice: “…el que también intercede por nosotros.”, haciendo énfasis no solo en que es una de sus funciones, sino dejando entrever que no solamente él intercede por nosotros, que hay mas quien lo hace.

Recibimos ayuda no solo de nuestros hermanos, que oran por nosotros a Dios, incluyendo a Jesucristo como nuestro hermano que ya oró por nosotros; estando acá en la tierra:
Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos,” Juan 17:20.

Esos que habíamos de creer, por la palabra de la predicación de los apóstoles, somos nosotros, los que estábamos lejos; pero que el Señor Jesucristo nos hizo cercano y nos incluyo en su oración a Dios.

Nosotros, que  también hemos sido llamados por Dios, estamos incluidos en la oración, la intercesión que hizo Jesucristo ante Dios.
Pero, la expresión está en presente “también intercede por nosotros” ¿Porqué es esto posible? El Apóstol Pablo lo explica así:

Al referirse a la función de Jesucristo como sumo sacerdote, dijo:
“Por tanto, Jesús es hecho fiador de un mejor pacto. Y los otros sacerdotes llegaron a ser muchos, debido a que por la muerte no podían continuar; mas éste, por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable; por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos. Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos; que no tiene necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo. Porque la ley constituye sumos sacerdotes a débiles hombres; pero la palabra del juramento, posterior a la ley, al Hijo, hecho perfecto para siempre.” Hebreos 7:22-28.

De manera que ese sacrificio aún está vigente, porque fue perfecto, y aún Jesucristo está vivo; por eso su obra salvadora está continuamente intercediendo ante Dios por cada uno de aquellos que, de forma individual, al aceptarle como Señor y Salvador, se acercan a Dios; por la fe en el Hijo de Dios, en Jesucristo. Su sangre aún está vigente en el lugar santísimo; no ha sido presentada otra sangre después de la de Jesucristo.

De la misma manera, todas y cada una de las oraciones que hiciera Jesucristo por nosotros, están presentes, vigentes ante Dios. Esta es la razón de su actual intercesión, su sacerdocio inmutable y sus oraciones hechas; y no es que habla a Dios hoy por nosotros cada vez que alguien le pide.

Todas las oraciones de los santos permanecen activas, presentes ante Dios. Su oración no es en vano; así como no fueron en vano las oraciones por nosotros de aquellos que hoy ya no están.
“Y cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero; todos tenían arpas, y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos;” Apocalipsis 5:8.

De igual modo, cuando usa la palabra “también”, debemos ir al contexto, a los versículos anteriores; allí encontraremos que ya el Apóstol Pablo nos ha dado a conocer una ayuda que recibimos, de un intercesor. ¿De quién proviene esa ayuda? Una de las funciones del Espíritu de Dios en nuestras vidas es la de interceder. Si; así como lo leyó.
“Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos.” Romanos 8:26-27.

Si; yo se que antes lo había leído, pero no lo había visto. El Espíritu Santo hace una función de interceder por nosotros. Recibimos una ayuda, en medio de nuestra debilidad; nos ayuda a como pedir. Nos guía en el momento de hacer la petición a Dios, dándonos palabra conforme a la voluntad de nuestro Dios; por medio de gemidos indecibles. No es que el Espíritu se presenta ante  Dios a pedir por nosotros, sino que nos da palabra, pone palabras en nosotros con las cuales pedir; y esta es una forma diferente de interceder; interviene para ayudarnos. Esta ayuda es para que nosotros podamos comunicarnos con Dios de la manera correcta. El Espíritu de Dios, que conoce lo profundo de Dios, la voluntad de Dios, nos ayuda según Dios le dé que nos ayude.

De manera que, aun cuando, entre Dios y los hombres, hay un solo mediador, Jesucristo hombre, entre los hombres y Dios son más las voces que interceden, para que alcancemos misericordia delante de Dios. La fundamental, Jesucristo; pues sin su sacrificio no pudiéramos dirigirnos a Dios, aun fuésemos enemigos de Dios, y por sus oraciones desde esta tierra por nosotros ante Dios, que aun están vigentes. Luego el Espíritu de Dios, que nos ayuda a que pedir en medio de la debilidad, dándonos palabras que decir, y por último cada uno de aquellos que elevan un clamor, un ruego, una oración o petición ante Dios por cada uno de nosotros; aún cuando no les conozcamos.




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