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YO MISMO SOY

Yo mismo soy
El mismo Dios de ayer, pero usando otro siervo.
Isaías 43:10.
“Vosotros sois mis testigos, dice Jehová, y mi siervo que yo escogí, para que me conozcáis y creáis, y entendáis que yo mismo soy; antes de mí no fue formado dios, ni lo será después de mí.”

Una mirada en detalle a este versículo nos da, en palabras del único Dios y por boca del Profeta Isaías, una gran verdad que no debe ser ocultada. Se hace  necesario tener en cuenta el contexto en que fueron dichas estas palabras para no darles un significado fuera de la realidad, ausente de la verdad.

Este es uno de los textos que ha sido usado para querer relacionar a Jehová Dios con Jesucristo y decir que son la misma persona; sin tomar en cuenta lo que el mismo texto dice, y ni siquiera detenerse a mirar lo que viene diciendo en los textos anteriores.

Es de resaltar lo que dice este versículo: Dios habla  por boca de Isaías de testigos.
“Vosotros sois mis testigos, dice Jehová, y mi siervo que yo escogí,…”

Preguntemos ¿Quiénes son estos testigos? El pueblo de Israel y el siervo escogido. ¿Quién es este siervo? Jesucristo, este es el siervo de Dios, escogido con un propósito:
“He aquí mi siervo, yo le sostendré; mi escogido, en quien mi alma tiene contentamiento; he puesto sobre él mi Espíritu; él traerá justicia a las naciones.” Isaías 42:1.

El propósito de Dios para con la humanidad, a través del siervo que escogió, es que lleguemos a conocer a Dios.
“…para que me conozcáis y creáis, y entendáis que yo mismo soy;…”

Jesucristo fue escogido por Dios para que nos dé a conocer a Dios. Este es una de sus funciones; que están incluidas en la vida eterna:
“Y ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.” Juan 17:3.

Esto de conocer a Dios es del contentamiento de Dios.
“Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová.” Jeremías 9:24.

Con este propósito, de darse a conocer, Dios envió a su siervo escogido, Jesucristo de Nazaret, para que el pueblo de Israel y la humanidad entera llegue a conocer y saber que el Dios que cumplirá la promesa no es otro, sino que es aquel que sacó, con mano poderosa, al pueblo de Israel de la esclavitud de Egipto; y le dio por posesión la tierra prometida, donde asentar sus pies. En esto, inclusive Jesucristo, se constituye en un testigo, por eso dice:
“Vosotros sois mis testigos, dice Jehová, y mi siervo que yo escogí,…”

Para nadie es un secreto que el pueblo de Israel fue esparcido por toda la faz de la tierra, pero hay una promesa en este capítulo 43 de Isaías, donde Jehová Dios, el creador y formador de Israel, está comprometiéndose a recoger a este pueblo y volverle a asentar en la tierra que juró a sus padres (Abraham, Isaac y Jacob) que se la daría. Por eso dice:
“No temas, porque yo estoy contigo; del oriente traeré tu generación, y del occidente te recogeré. Diré al norte: Da acá; y al sur: No detengas; trae de lejos mis hijos, y mis hijas de los confines de la tierra, todos los llamados de mi nombre; para gloria mía los he creado, los formé y los hice.” Isaías 43:5-7.

Luego que promete traerlos desde los confines de la tierra, entonces interpela a las naciones, para ver quién es el que se va a adjudicar esta liberación: y de igual manera que ellos muestren sus testigos. Si usted lee la historia, encontrará como ha habido naciones que han abogado porque el pueblo de Israel volviese a ser una nación; y en el año 1948, por una resolución de las Naciones Unidas, se ordena la conformación del Estado de Israel como nación independiente. ¿De quién fue obra esto? ¿De las naciones? No; Dios ya había dicho, por boca del profeta Isaías:
“Porque yo Jehová, Dios tuyo, el Santo de Israel, soy tu Salvador; a Egipto he dado por tu rescate, a Etiopía y a Seba por ti. Porque a mis ojos fuiste de gran estima, fuiste honorable, y yo te amé; daré, pues, hombres por ti, y naciones por tu vida. No temas, porque yo estoy contigo; del oriente traeré tu generación, y del occidente te recogeré. Diré al norte: Da acá; y al sur: No detengas; trae de lejos mis hijos, y mis hijas de los confines de la tierra,” Isaías 43:3-7.

Pero el conformarse como nación independiente no es todo, aún falta mucho pueblo de Israel por volver de los confines de la tierra, y aun hay pleito por la tierra. No han alcanzado en su territorio la paz que Dios les ha prometido que les daría luego que los liberara.

Por esto los judíos no pudieron reconocer al mesías cuando vino, pues estaban centrados esperando un libertador como Moisés, que les librara de sus enemigos y les trajese la tan anhelada paz; pues así está escrito:
“Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare.” Deuteronomio 18:18.
“Bendito el Señor Dios de Israel, Que ha visitado y redimido a su pueblo, Y nos levantó un poderoso Salvador En la casa de David su siervo, Como habló por boca de sus santos profetas que fueron desde el principio; Salvación de nuestros enemigos, y de la mano de todos los que nos aborrecieron; Para hacer misericordia con nuestros padres, Y acordarse de su santo pacto; Del juramento que hizo a Abraham nuestro padre, Que nos había de conceder Que, librados de nuestros enemigos, Sin temor le serviríamos En santidad y en justicia delante de él, todos nuestros días.” Lucas 1:68-75.

Por sólo fijarse en la primera parte de la promesa, un libertador como moisés, a quien Dios usó para sacar al pueblo de Israel de Egipto, no pudieron reconocer al mesías.

Cuando Moisés, Dios primero sacó al pueblo y luego les dio palabras; pero con Jesucristo, Dios primero les dio palabra y luego los libertará de la opresión de sus enemigos, por mano del mismo Jesucristo que murió en la cruz del calvario.
“En aquel día pondré a los capitanes de Judá como brasero de fuego entre leña, y como antorcha ardiendo entre gavillas; y consumirán a diestra y a siniestra a todos los pueblos alrededor; y Jerusalén será otra vez habitada en su lugar, en Jerusalén. Y librará Jehová las tiendas de Judá primero, para que la gloria de la casa de David y del habitante de Jerusalén no se engrandezca sobre Judá.” Zacarías 12:6-7.

Esto aún no ha acontecido. Como ocurre en los libros proféticos, el del profeta Zacarías no es la excepción. Allí el profeta no relata los eventos en forma cronológica, por eso luego en el capítulo 13 habla de la muerte del Señor Jesucristo, cuando ya lo presentó en el futuro como tras pasado.

De la misma manera hizo Dios, no repitió el orden en que habían ocurrido las cosas cuando Moisés; primero los sacó de Egipto y luego les dio leyes, ordenanzas, mandamientos y estatutos.

Lo que si debe quedarnos claro, y es a lo que Dios llama a ser testigos, que el mismo Dios que libertó a Israel de la esclavitud y de todos sus enemigos, para darle la tierra prometida, por mano de Moisés, ese mismo Dios volverá a Dar liberación al pueblo de Israel de todos sus enemigos de alrededor; pero ya no por mano de Moisés, sino por mano del nuevo siervo escogido, el Señor Jesucristo. Digo nuevo siervo para hacer la distinción con Moisés, quien también fue escogido como siervo por Dios.

Por eso Dios dice: “Yo mismo soy”, porque lo que sucederá no lo hace otro Dios. Es el mismo Dios de ayer usando otro siervo hoy; y hará de este siervo el más excelso de los reyes de la tierra.
“Hallé a David mi siervo; Lo ungí con mi santa unción. Mi mano estará siempre con él, Mi brazo también lo fortalecerá. No lo sorprenderá el enemigo, Ni hijo de iniquidad lo quebrantará; Sino que quebrantaré delante de él a sus enemigos, Y heriré a los que le aborrecen. Mi verdad y mi misericordia estarán con él, Y en mi nombre será exaltado su poder. Asimismo pondré su mano sobre el mar, Y sobre los ríos su diestra. Él me clamará: Mi padre eres tú, Mi Dios, y la roca de mi salvación. Yo también le pondré por primogénito, El más excelso de los reyes de la tierra. Para siempre le conservaré mi misericordia, Y mi pacto será firme con él. Pondré su descendencia para siempre, Y su trono como los días de los cielos.” Salmos 89:20-29.

Al decir “Yo mismo soy”, no está tratando Dios de decir que él es la persona de Jesucristo, No; mas Dios es quien llamó a Jesucristo y le encomendó la tarea de gobernar en el trono de David su padre.
“He aquí mi siervo, yo le sostendré; mi escogido, en quien mi alma tiene contentamiento; he puesto sobre él mi Espíritu; él traerá justicia a las naciones. No gritará, ni alzará su voz, ni la hará oír en las calles. No quebrará la caña cascada, ni apagará el pábilo que humeare; por medio de la verdad traerá justicia. No se cansará ni desmayará, hasta que establezca en la tierra justicia; y las costas esperarán su ley. Así dice Jehová Dios, Creador de los cielos, y el que los despliega; el que extiende la tierra y sus productos; el que da aliento al pueblo que mora sobre ella, y espíritu a los que por ella andan: Yo Jehová te he llamado en justicia, y te sostendré por la mano; te guardaré y te pondré por pacto al pueblo, por luz de las naciones, para que abras los ojos de los ciegos, para que saques de la cárcel a los presos, y de casas de prisión a los que moran en tinieblas.”Isaías 42:1-7.

De la misma manera, como dice la escritura que Dios sacó al pueblo de Israel, con brazo extendido y mano poderosa, sin recalcar al siervo Moisés, por medio del cual lo hizo, así también Dios dice que él reunirá a su pueblo y los libertará de todos sus opresores en el futuro; y esto lo hará por mano de Jesucristo:
             
              a)    Lo prometió:
“Por tanto, dirás a los hijos de Israel: Yo soy JEHOVÁ; y yo os sacaré de debajo de las tareas pesadas de Egipto, y os libraré de su servidumbre, y os redimiré con brazo extendido, y con juicios grandes;” Éxodo 6:6.
b)    Lo cumplió:
“y Jehová nos sacó de Egipto con mano fuerte, con brazo extendido, con grande espanto, y con señales y con milagros;”Deuteronomio 26:8.

Así mismo promete una liberación futura:
“Vivo yo, dice Jehová el Señor, que con mano fuerte y brazo extendido, y enojo derramado, he de reinar sobre vosotros; y os sacaré de entre los pueblos, y os reuniré de las tierras en que estáis esparcidos, con mano fuerte y brazo extendido, y enojo derramado; y os traeré al desierto de los pueblos, y allí litigaré con vosotros cara a cara. Como litigué con vuestros padres en el desierto de la tierra de Egipto, así litigaré con vosotros, dice Jehová el Señor. Os haré pasar bajo la vara, y os haré entrar en los vínculos del pacto; y apartaré de entre vosotros a los rebeldes, y a los que se rebelaron contra mí; de la tierra de sus peregrinaciones los sacaré, mas a la tierra de Israel no entrarán; y sabréis que yo soy Jehová. Y a vosotros, oh casa de Israel, así ha dicho Jehová el Señor: Andad cada uno tras sus ídolos, y servidles, si es que a mí no me obedecéis; pero no profanéis más mi santo nombre con vuestras ofrendas y con vuestros ídolos. Pero en mi santo monte, en el alto monte de Israel, dice Jehová el Señor, allí me servirá toda la casa de Israel, toda ella en la tierra; allí los aceptaré, y allí demandaré vuestras ofrendas, y las primicias de vuestros dones, con todas vuestras cosas consagradas. Como incienso agradable os aceptaré, cuando os haya sacado de entre los pueblos, y os haya congregado de entre las tierras en que estáis esparcidos; y seré santificado en vosotros a los ojos de las naciones. Y sabréis que yo soy Jehová, cuando os haya traído a la tierra de Israel, la tierra por la cual alcé mi mano jurando que la daría a vuestros padres. Y allí os acordaréis de vuestros caminos, y de todos vuestros hechos en que os contaminasteis; y os aborreceréis a vosotros mismos a causa de todos vuestros pecados que cometisteis. Y sabréis que yo soy Jehová, cuando haga con vosotros por amor de mi nombre, no según vuestros caminos malos ni según vuestras perversas obras, oh casa de Israel, dice Jehová el Señor.” Ezequiel 20:33-44.

Así la escritura nos presenta a estos dos siervos que Dios escogió para llevar a cabo su obra, por medio de ellos:
“Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.” Juan 1:17.

Aun cuando vemos que Jesucristo, en su ministerio terrenal, no fue el caudillo que estaban esperando los israelitas, Dios habló por medio de él.
“Porque yo no he hablado por mi propia cuenta; el Padre que me envió, él me dio mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de hablar. Y sé que su mandamiento es vida eterna. Así pues, lo que yo hablo, lo hablo como el Padre me lo ha dicho.” Juan 12: 49-50.

Pero llegará el día donde Jesucristo ejecutará el juicio que Dios le ha dado que haga sobre las naciones:
“Y ella dio a luz un hijo varón, que regirá con vara de hierro a todas las naciones; y su hijo fue arrebatado para Dios y para su trono.” Apocalipsis 12:5.
Y le preguntarán: ¿Qué heridas son estas en tus manos? Y él responderá: Con ellas fui herido en casa de mis amigos.Levántate, oh espada, contra el pastor, y contra el hombre compañero mío, dice Jehová de los ejércitos. Hiere al pastor, y serán dispersadas las ovejas; y haré volver mi mano contra los pequeñitos. Y acontecerá en toda la tierra, dice Jehová, que las dos terceras partes serán cortadas en ella, y se perderán; mas la tercera quedará en ella. Y meteré en el fuego a la tercera parte, y los fundiré como se funde la plata, y los probaré como se prueba el oro. El invocará mi nombre, y yo le oiré, y diré: Pueblo mío; y él dirá: Jehová es mi Dios.” Zacarías 13:6-9.

De manera que Dios usará al pastor, el hombre compañero suyo, para hacer juicio sobre los hijos de Israel y el resto de las naciones.
Es Dios, el mismo Dios de ayer, con su mano poderosa y su brazo extendido, usando a Jesucristo como siervo quien ejecutará su juicio. El mismo Dios, pero otro siervo.

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