Ir al contenido principal

LOS GEMIDOS INDECIBLES



Los gemidos indecibles.
Romanos 8:26-27.
Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos.

Al leer el capítulo 8 del libro a los Romanos, nos encontramos con unas funciones que ejerce el Espíritu de Dios en nuestras vidas. Ha puesto Dios su Espíritu en nosotros, no solo para que testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios, sino para que también nos ayude. Debemos recordar que cuando el Señor Jesucristo habló de la venida del otro consolador, dijo parte de las funciones que el Espíritu de Dios haría en nuestras vidas. Dentro de esas cosas está que el Espíritu de  verdad estaría con nosotros para siempre, esto incluye en todo momento; tanto fáciles como difíciles, en nuestras fortalezas como en las debilidades.
Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros.Juan 14:16-17.

Aunque tenemos momentos de debilidad, no es esta la debilidad a la que hace referencia Romanos 8:26-27. Es por nuestra condición de debilidad que se hace necesario que recibamos ayuda de parte de Dios, por medio de su Espíritu.
Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.Marcos 14:38.

Hay en nuestra condición humana un hecho propio de debilidad; el Apóstol Pablo lo relata como nuestra humana debilidad.
Hablo como humano, por vuestra humana debilidad; que así como para iniquidad presentasteis vuestros miembros para servir a la inmundicia y a la iniquidad, así ahora para santificación presentad vuestros miembros para servir a la justicia.Romanos 6:19.

Esta debilidad humana se ve reflejada en todo nuestro ser, pero en especial en la parte más débil; el cuerpo o carne.  Debido a que fuimos tomados del polvo de la tierra, la biblia relata que Dios tiene un cuidado especial para con nosotros.
Porque él conoce nuestra condición; Se acuerda de que somos polvo.Salmos 103:14.

Es esta condición, este hecho, de que somos polvo lo que nos da la humana debilidad. Se agotan nuestras fuerzas, sentimos dolores, quebrantos, gemimos, enfermamos y pare usted de contar todas aquellas cosas que nos hacen ver que necesitamos de alguien más, ayuda  de otro.

Bien, Dios ha suplido nuestra necesidad de ayuda; por medio del otro consolador, el Espíritu de verdad, del que habló nuestro Señor Jesucristo.
Que podamos ser fortalecidos desde nuestro interior es una gran bendición.
para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu;Efesios 3:16.

¿Por qué necesitamos ser fortalecidos en el hombre interior? Porque las humanas debilidades van haciendo mella en nuestra alma, en nuestras emociones, que sin ayuda nos derribaríamos fácilmente, cederíamos ante los estados depresivos; estos se perpetuarían en nuestro ser.
Debemos estar consciente de que hay una condición externa inevitable que debemos procurar no afecte nuestro hombre interior.
Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día.2da de Corintios 4:16.

Existe un desgaste natural de nuestro cuerpo.  Padecimientos propios de la edad y otros productos de nuestros excesos y abusos, que nos limitan y exponen a la realidad; somos de polvo y al polvo hemos de volver. ¿Qué se hace necesario? Poder hacer con nuestra alma lo que nuestro cuerpo ya no puede hacer: seguir creciendo, seguir renovándonos.
...el interior no obstante se renueva de día en día.2da Corintios 4:16.

Para esto tenemos la ayuda de parte de Dios. Dios nos ha dado su Espíritu para que sea de bendición.
Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho.1ra Corintios 12:7.
Es para que recibamos su ayuda, su fortaleza, su edificación. Es algo individual, privado, personal; no es un show o demostración pública de poder o santidad.
El que habla en lengua extraña, a mismo se edifica; pero el que profetiza, edifica a la iglesia.1ra Corintios 14:4.

Es un trabajo en el hombre interior, que trae aliento, paz, gozo, fortaleza, consolación a pesar de las circunstancias externas.

Esto es necesario en nuestras vidas y así Dios lo ha dispuesto: Que recibamos ayuda cuando necesitándola la pedimos e incluso cuando la necesitamos y no sabemos cómo pedirla.

Nuestro Señor Jesucristo, estando en agonía, antes de ser crucificado, vemos que necesitó ayuda y la recibió; e incluso rehusó pedir ayuda cuando otros consideraban que la necesitaba. Cuando le fueron a prender, y Pedro sacó su espada para defenderle, Jesucristo le dijo:
Entonces Jesús le dijo: Vuelve tu espada a su lugar; porque todos los que tomen espada, a espada perecerán. ¿Acaso piensas que no puedo ahora orar a mi Padre, y que él no me daría más de doce legiones de ángeles? ¿Pero cómo entonces se cumplirían las Escrituras, de que es necesario que así se haga?Mateo 26:52-54.

Tenía la opción de pedirle a Dios que le enviara ángeles para protegerle y rehusó hacerlo. Esto hubiese sido una ayuda externa que quizá le hubiese dado algo de tranquilidad interna; al verse protegido por más de doce legiones de ángeles. Sin embargo, la cantidad no siempre es lo que se necesita, pues encontramos que mientras el Señor  Jesucristo estaba orando en agonía antes de ser crucificado, necesitó que alguien externo le ayudara, al menos que le acompañara, y sus discípulos no pudieron velar con él una hora. Pero Dios estaba pendiente de Jesucristo y, sabiendo su necesidad, le envió una ayuda externa que le fortaleciese.
diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. Y se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle. Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra.Lucas 22:42-44.
Era necesaria ayuda en ese momento y Dios le envió, no más de doce legiones de ángeles, sino solo uno; para fortalecerle. Esto muestra la humana debilidad de Jesucristo y así lo revela la escritura:
Porque aunque fue crucificado en debilidad, vive por el poder de Dios. Pues también nosotros somos débiles en él, pero viviremos con él por el poder de Dios para con vosotros.2da Corintios 13:4.

Así vemos que nuestro Señor Jesucristo padeció la misma debilidad humana que nosotros vivimos.
Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.Hebreos 4:15.

Jesucristo necesitó la misma ayuda que nosotros necesitamos hoy por nuestra común humana debilidad. Así como Dios envió ángeles para ayudar a Jesucristo, del mismo modo Dios ungió, llenó, puso sobre el Señor Jesucristo, su Santo Espíritu para que le fuese de provecho.
cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.Hechos 10:38.
He aquí mi siervo, yo le sostendré; mi escogido, en quien mi alma tiene contentamiento; he puesto sobre él mi Espíritu; él traerá justicia a las naciones.Isaías 42:1.
Escribe al ángel de la iglesia en Sardis: El que tiene los siete espíritus de Dios, y las siete estrellas, dice esto: Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerto.Apocalipsis 3:1.

Porciones como estas nos dejan bien claro que Dios colocó sobre Jesucristo su Santo Espíritu. ¿Por qué lo hizo? A cada uno es dada la manifestación del Espíritu para provecho. No es solamente para que Jesucristo pudiese hacer los milagros y echar fuera demonios; el Espíritu de Dios le proveyó ayuda aún en los momentos más difíciles de su vida.  Allí recibió Jesucristo palabra para como pedirle a Dios según la voluntad de Dios.
Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos.Romanos 26-27.

Esta es otra ayuda que recibimos en nuestro hombre interior. A causa de nuestra humana debilidad, y el no saber qué o cómo pedir conforme a la voluntad de Dios, hace necesario que Dios, por medio de su Espíritu, nos de palabra para poder expresarnos correctamente ante Dios. Estas palabras no salen siempre en nuestro idioma natural, inclusive no necesita ser un lenguaje conocido; pues Dios, que escudriña los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu; que no es otra que ayudar a esa persona que no sabe como pedir en medio de la debilidad.

Uno de los momentos más difíciles e intensos que vivió el Señor Jesucristo en esta tierra fue la hora de la crucifixión. En ese momento inclusive llegó a sentir más real su humana debilidad; al punto de exclamar ¿Por qué  me has desamparado?, hablando con aquel que le prometió:
Me invocará, y yo le responderé; Con él estaré yo en la angustia; Lo libraré y le glorificaré.Salmos 91:15.

No fue que le abandonó Dios; fue su condición humana lo que le llevó a sentirse desamparado.
Y a la hora novena Jesús clamó a gran voz, diciendo: Eloi, Eloi, ¿lama sabactani? que traducido es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?Marcos 15:34.

Mientras estaba en la cruz, Jesucristo pronunció estas palabras que han sido tema de diferencia entre algunos grupos. Demos una mirada a este texto. Lo primero que hay que ver es que estas palabras no fueron dirigidas a la multitud que estaba  presente. Como fueron palabras dirigidas a Dios, quien escudriña lo corazones y sabe cuál es la intención del Espíritu, sin lugar a duda Dios las entendió, los que tienen problemas para entender han sido los seres humanos. Insisto, esta expresión o frase fue una oración a Dios, no a los hombres. Fueron los que oyeron acá abajo, en la multitud, con ánimo de burla, se metieron donde no los habían llamado.
Y algunos de los que estaban allí decían, al oírlo: Mirad, llama a Elías. Y corrió uno, y empapando una esponja en vinagre, y poniéndola en una caña, le dio a beber, diciendo: Dejad, veamos si viene Elías a bajarle.Marcos 15:35-36.

Como el clamor no era para los seres humanos, por eso no está en lenguaje entendido o conocido por los seres humanos. En este momento de debilidad, Jesucristo recibió la ayuda del Espíritu de Dios y clamó con gemidos indecibles o ininteligible para los que estaban allí reunidos; pero Dios si le entendió.

Es de notar que aún hoy no se ponen de acuerdo el idioma en que fueron dichas estas palabras, como si Jesucristo, por instrucción del Espíritu de Dios, tenía la obligación de hablar en hebreo, griego, arameo u otro lenguaje que ellos conocieran. Vuelvo e insisto, ese clamor no era para los hombres; Jesucristo clamó a su Dios.

Sin embargo, encontramos que el escritor del libro de Marcos, inspirado por el Espíritu de Dios, nos da una traducción, nos da el significado, una interpretación de estas palabras; significado que confunde aún más a los que quieren que se hagan las cosas como ellos dicen y no como Dios ha determinado; pues al comparar lo que significan las palabras ya traducidas con los lenguajes que conocen, no les cuadra; y nunca les cuadrará. Estos son gemidos indecibles que el Espíritu de Dios puso en la persona de Jesucristo para que en ese momento de debilidad pudiera pedir como  conviene, según la voluntad de Dios.

Si centramos la atención en la traducción de la frase, entonces nacen interrogantes que, si no  se tiene cuidado, nos pueden llevar a una interpretación incorrecta.
Y a la hora novena Jesús clamó a gran voz, diciendo: Eloi, Eloi, ¿lama sabactani? que traducido es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?Marcos 15:34.

No hay duda que se está dirigiendo a Dios, a su Dios. Ahora la interrogante ¿Por qué me has desamparado? ¿Qué significa? Es necesario hacer la diferencia entre desamparar y abandonar. Son dos cosas diferentes. Algunos se empeñan en decir que Dios abandonó a Jesucristo. Como para ellos Jesucristo solo es un cuerpo donde Dios estaba metido en persona, en ese momento Dios salió de Jesucristo y dejó allí el cuerpo para que muriera; nada más alejado de la verdad. Por eso dice el libro de los salmos:
Me invocará, y yo le responderé; Con él estaré yo en la angustia; Lo libraré y le glorificaré.Salmos 91:4.

Este salmo habla de que Dios estaría con Jesucristo en la angustia, que no le iba a abandonar, pues le promete que lo librará y le glorificará. De manera que desamparar no es abandonar.

Desamparar es privar del amparo que se da o se concede. Para poder desamparar primero hay que amparar. Dice la escritura que Dios es nuestro amparo.
Dios es nuestro amparo y fortaleza, Nuestro pronto auxilio en  las tribulaciones.” Salmos 46:1-2.

Podemos ver que el hecho de tener el amparo de Dios no nos exime que pasemos por tribulación. Ahora, si no hay amparo o una persona es desamparada ¿Pasará tribulación? De igual manera.

Amparo es protección, es un beneficio, mas no dice que la persona está allí con uno, con nosotros.  Amparo significa que la persona está a favor de nosotros, no necesariamente presente allí con nosotros. Es más, puede estar una persona presente y aun así desamparar a otro aún cuando no se vaya o no la abandone. Desamparar es no meter la mano para ayudar en un momento determinado a alguien, a quien siempre se le ha ayudado; y en el caso de Dios con Jesucristo, era necesario que el peso del pecado de la humanidad cayera sobre él. Dios no le podía proteger del pecado en ese momento, pues era el objetivo, la razón de ir a la cruz del calvario.
“Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.” Isaías 53:6.

Solamente mire este evento. Una persona que no conoció pecado, que se apartó del mal, que se guardó para Dios, cayéndole todo el peso del pecado de la humanidad, pues no tenía el amparo contra el pecado de todos.
“Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que  nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.” 2da Corintios 5:21.

Este motivo, de ser hecho pecado, fue lo que llevó a Nuestro señor Jesucristo a exclamar ¿Por qué me has desamparado? Pero era necesario, pues con la protección de Dios, su amparo, ese ser que no conoció pecado no hubiese podido ser hecho pecado. Recuerde que el pecado es voluntario y en el caso de Jesucristo no conoció pecado, él fue hecho pecado.
“Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado;  y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte.” Santiago 1:13-15.

No se convirtió en un pecador; Jesucristo fue una ofrenda por el pecado.
“Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole  a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada.” Isaías 53:10.
“En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre.” Hebreos 10:10.

Al ser convertido en la ofrenda por la expiación y llevar el pecado de la humanidad, era necesario ser hecho pecado, cosa que Jesucristo no conocía, pues no fue hallado pecado en él.
“el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca;” 1ra de Pedro 2:22.

En este momento de angustia, estando en debilidad, fue cuando, con gemidos indecibles, dados a Jesucristo por el Espíritu Santo, Nuestro Señor Jesucristo clamó al Padre, a su Dios:
“Eloi, Eloi, ¿Lama Sabactani?”
Y aún cuando no oímos la respuesta de Dios, estamos seguros que no le abandonó, no le dejó solo; pero era necesario por un momento retirarle la protección, el amparo para poder hacer la función de ofrenda por expiación. ¿Que Dios le desamparó? Si; ¿Acaso Dios no puede hacerlo? Hablando con Josué, Dios le dijo:
“Nadie te podrá hacer frente en todos los días de tu vida; como estuve con Moisés, estaré contigo; no te dejaré, ni te desampararé.” Josué 1:5.

Acá podemos ver que desamparar y dejar son dos cosas diferentes; y que también existe la posibilidad que Dios deje y desampare, o una de las dos. Veamos un ejemplo cuando Dios desamparó al pueblo de israel.
Y desampararé el resto de mi heredad, y lo entregaré en manos de sus enemigos; y serán para presa y despojo de todos sus adversarios;” 2da de Reyes 21:14.

Entonces vemos que Dios puede desamparar y puede abandonar también. Lo importante es que usted no se olvide de clamar a Dios, ni de confiar en Dios. Jesucristo mantuvo su mirada firme en Dios, su confianza intacta, por eso pudo decir:
“Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró.” Lucas 23:46.

Y esto sin importar de que antes había exclamado ¿Por qué me has desamparado? ¿Le encomendaría usted su espíritu a alguien que le había abandonado? Estoy seguro que no. Jesucristo encomendó su espíritu a Dios pues sabía que Dios no lo había abandonado, simplemente le desamparó; aún permaneciendo con él.

Estos gemidos indecibles que da el Espíritu de Dios para que nosotros con nuestro espíritu hablemos o emitamos, son parte del propósito de Dios; que seamos ayudados en nuestra debilidad por el Espíritu Santo sobre qué y cómo hemos de pedir a Dios. No se empeñe en querer saber siempre la traducción o interpretación de todo lo que dice, a menos que Dios quiera transmitir un mensaje. Confíe en que Dios entiende cual es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos. Recuerde que es una comunicación con Dios y no es para alardear frente a los que le rodean.

Entradas más populares de este blog

LAS ENFERMEDADES Y LOS SIERVOS DE DIOS

Las enfermedades y los siervos de Dios. 2da de Corintios 11:29. “¿Quién enferma, y yo no enfermo? ¿A quién se le hace tropezar, y yo no me indigno?” A veces encontramos personas que creen que es su deber pelear contra las enfermedades como si fuesen sus enemigos. Le declaran la guerra, como si la enfermedad es un monstruo que se está llevando a la persona, no sabiendo cual es el origen y que no tienen que pelear sino rogar a Dios, quien es el que puede solucionar la situación. En la biblia encontramos relatos en la vida de los siervos de Dios, episodios donde atravesaron diversas enfermedades; aún cuando eran ungidos de Dios y es que no existe tal cosa como que no tendremos enfermedades en nuestro cuerpo. Grandes hombres de Dios padecieron enfermedades. Existe la posibilidad de padecer enfermedades mientras estemos en esta tierra. El Apóstol Pablo relata en su vida varios episodios de enfermedad. Hablando con los gálatas dice: “Pues vosotros sabéis que a causa de una