La
inmortalidad.
2da
Timoteo 1:10.
“pero
que
ahora
ha
sido
manifestada
por
la
aparición
de
nuestro
Salvador
Jesucristo,
el
cual
quitó
la
muerte
y
sacó
a
luz
la
vida
y
la
inmortalidad
por
el
evangelio,”
Por
muchos
años
el
ser
humano
ha
perseguido,
sin
lograr
alcanzar,
el
ser
inmortal.
Ya
que
por
desconocimiento,
o
por
dureza
de
corazón,
se
ha
empeñado
en
ir
en
contra
de
lo
divinamente
establecido.
De
la
misma
manera
que
Adán
y
Eva
se
empeñaron
en
llevar
la
contraria,
cuando
se
les
dijera
que
el
día
que
comieran
del
árbol
de
la
ciencia
del
bien
y
del
mal
ciertamente
morirían,
así
hoy
el
ser
humano
se
empeña
en
llevar
la
contraria
a
la
sentencia
“porque
polvo
eres
y
al
polvo
volverás”.
Sin
la
menor
duda,
la
parte
del
ser
que
fue
tomado
del
polvo
de
la
tierra,
a
la
tierra
debe
volver.
No
hay
forma,
ni
manera
humana
de
mantener
el
cuerpo
vivo
por
siempre
funcional
como
un
ser
viviente.
Dios
estableció
leyes
para
el
ser
humano
y
dispuso
que
lo
que
le
da
vida
al
cuerpo
sea
el
espíritu
de
vida
y
este,
a
su
vez,
está
en
la
sangre.
“Porque
como
el
cuerpo
sin
espíritu
está
muerto,
así
también
la
fe
sin
obras
está
muerta.”
Santiago
2:26.
“Porque
ciertamente
demandaré
la
sangre
de
vuestras
vidas;
de
mano
de
todo
animal
la
demandaré,
y
de
mano
del
hombre;
de
mano
del
varón
su
hermano
demandaré
la
vida
del
hombre.”
Génesis
9:5.
“Porque
la
vida
de
la
carne
en
la
sangre
está,
y
yo
os
la
he
dado
para
hacer
expiación
sobre
el
altar
por
vuestras
almas;
y
la
misma
sangre
hará
expiación
de
la
persona.”
Levíticos
17:11.
“Porque
la
vida
de
toda
carne
es
su
sangre;
por
tanto,
he
dicho
a
los
hijos
de
Israel:
No
comeréis
la
sangre
de
ninguna
carne,
porque
la
vida
de
toda
carne
es
su
sangre;
cualquiera
que
la
comiere
será
cortado.”
Levíticos
17:14.
Cuando
el ser humano muere, la vida abandona al cuerpo.
“y
el
polvo
vuelva
a
la
tierra,
como
era,
y
el
espíritu
vuelva
a
Dios
que
lo
dio.”
Eclesiastés
12:7.
Pero
esto
no
es
todo.
Más
allá
de
la
muerte
del
cuerpo
existe
un
elemento,
que
también
conforma
al
ser
humano,
que
no
muere
junto
con
el
cuerpo
en
la
primera
muerte.
Este
elemento
es
el
Alma.
De
este
elemento
dice
Dios:
“He
aquí
que
todas
las
almas
son
mías;
como
el
alma
del
padre,
así
el
alma
del
hijo
es
mía;
el
alma
que
pecare,
ésa
morirá.”
Ezequiel
18:4.
Esta
alma es creación de Dios; y sobre ella pesa el debate de si es
mortal o inmortal. Y esto es porque es muy frecuente el confundir la
secuencia o sucesión de eventos que por ley Dios ha establecido.
“Y
de
la
manera
que
está
establecido
para
los
hombres
que
mueran
una
sola
vez,
y
después
de
esto
el
juicio,”
Hebreos
9:27.
Si
no
nos
detenemos
a
estudiar,
pensaríamos
que
solo
existe
una
sola
muerte;
y
cumplida
esta
ya
no
hay
mas
muerte.
Pero
la
escritura
nos
enseña
que
hay
más
de
una
muerte,
al
contar
la
que
padecerán
los
impíos
después
del
juicio.
La
muerte
primera,
es
aquella
que
solo
afecta
al
cuerpo,
mas
la
muerte
segunda
afecta
al
alma
junto
con
el
cuerpo.
“Y
no
temáis
a
los
que
matan
el
cuerpo,
mas
el
alma
no
pueden
matar;
temed
más
bien
a
aquel
que
puede
destruir
el
alma
y
el
cuerpo
en
el
infierno.”
Mateo
10:28.
Vemos
que existe por separado una muerte para el cuerpo y otra para el
alma; puesto que los que matan el cuerpo no pueden matar el alma.
Ahora
bien,
aún
cuando
el
alma
sobrevive
al
cuerpo,
(permanece
viva
después
de
la
muerte
del
cuerpo),
no
significa
que
es
inmortal;
y
en
esto
es
necesario
que
tengamos
mucho
cuidado
y
lo
entendamos
bien.
Si
la
sentencia
de
Dios
es
que
el
Alma
que
pecare,
esa
morirá,
¿Cómo
podría
yo
decir
que
el
alma
es
inmortal?
Si
Dios
dijo
que
con
el
pecado
acarreaba
muerte
para
el
alma,
estaría
yo
llevándole
la
contraria
como
Adán
y
Eva;
al
igual
que
el
resto
de
los
seres
humanos
que
pretenden
evitar
que
su
cuerpo
vuelva
al
polvo
como
Dios
lo
ha
establecido.
No
es
en
el
momento
en
que
muere
el
cuerpo
cuando
se
cumple
la
sentencia
que
el
Alma
que
pecare
esa
morirá;
sino
mucho
después,
en
lo
que
la
escritura
describe
como
la
muerte
segunda,
después
del
juicio.
“Y
no
temáis
a
los
que
matan
el
cuerpo,
mas
el
alma
no
pueden
matar;
temed
más
bien
a
aquel
que
puede
destruir
el
alma
y
el
cuerpo
en
el
infierno.”
Mateo
10:28.
De
esta manera el cuerpo de los seres humanos que vivieron en pecado,
luego de ser resucitados sus cuerpos, posterior al juicio, pasarán
nuevamente por la muerte, pero ahora en compañía del alma.
“Pero
los
cobardes
e
incrédulos,
los
abominables
y
homicidas,
los
fornicarios
y
hechiceros,
los
idólatras
y
todos
los
mentirosos
tendrán
su
parte
en
el
lago
que
arde
con
fuego
y
azufre,
que
es
la
muerte
segunda.”
Apocalipsis
21:8.
“Bienaventurado
y
santo
el
que
tiene
parte
en
la
primera
resurrección;
la
segunda
muerte
no
tiene
potestad
sobre
éstos,
sino
que
serán
sacerdotes
de
Dios
y
de
Cristo,
y
reinarán
con
él
mil
años.”
Apocalipsis
20:6.
Así
podemos
ver
que
el
Alma
no
es
inmortal,
aun
cuando
sobreviva
al
cuerpo
en
la
muerte
primera;
a
su
tiempo,
sino
se
arrepintió
de
sus
pecados,
ella
morirá.
Esta
es
una
sentencia
que
no
se
refiere
al
cuerpo,
que
ciertamente
es
mortal,
sino
que
se
refiere
al
alma,
que
también
es
mortal.
El
cuerpo
llega
a
la
muerte
al
presentarse
al
límite
que
Dios
le
estableció,
sea
de
días
o
las
leyes
de
funcionamiento;
más
el
alma
llega
a
esta
mortalidad
como
consecuencia
del
pecado.
“Porque
la
paga
del
pecado
es
muerte,
mas
la
dádiva
de
Dios
es
vida
eterna
en
Cristo
Jesús
Señor
nuestro.”
Romanos
6:23.
Si
así
no
fuere,
¿Qué
sentido
tiene
pregonar
que
Dios
por
medio
de
Jesucristo
saco
a
la
luz
la
vida
y
la
inmortalidad?
¿Qué
sentido
tiene
que
Dios
prometa
vestirnos
de
inmortalidad
si
ya
se
es
inmortal?
“Porque
es
necesario
que
esto
corruptible
se
vista
de
incorrupción,
y
esto
mortal
se
vista
de
inmortalidad.
Y
cuando
esto
corruptible
se
haya
vestido
de
incorrupción,
y
esto
mortal
se
haya
vestido
de
inmortalidad,
entonces
se
cumplirá
la
palabra
que
está
escrita:
Sorbida
es
la
muerte
en
victoria.”
1ra
de
Corintios
15:53-54.
Ciertamente
esta
promesa,
de
que
esto
mortal
se
vestirá
de
inmortalidad,
es
necesario
que
la
entendamos;
pues
no
habla
ser
transformados
o
convertidos
en
inmortales.
El
único
que
tiene
inmortalidad
es
Dios,
quien
nunca
muere
y
nada
ni
nadie
puede
matarle.
Esto
es
una
condición
propia
de
Dios.
“el
único
que
tiene
inmortalidad,
que
habita
en
luz
inaccesible;
a
quien
ninguno
de
los
hombres
ha
visto
ni
puede
ver,
al
cual
sea
la
honra
y
el
imperio
sempiterno.
Amén.”
1ra
Timoteo
6:16.
Cuando
esto
fue
escrito,
ya
Jesucristo
había
ascendido
a
los
cielos
y
ya
estaba
sentado
a
la
diestra
de
Dios
Padre,
y
podemos
ver
que
no
fue
incluido
como
inmortal,
sino
que
esta
condición
solo
se
le
atribuye
a
Dios.
Ni
aún
Jesucristo
es
inmortal,
pero
goza
de
inmortalidad;
él
vivirá
por
largos
días.
Mientras
no
se
halle
pecado
ni
engaño
en
él,
tendrá
vida
eterna,
no
vendrá
a
condenación.
Tener
vida
eterna,
no
es
lo
mismo
que
ser
inmortal.
Dios
no
nos
dará
lo
que
no
nos
ha
prometido.
“el
cual
pagará
a
cada
uno
conforme
a
sus
obras:
vida
eterna
a
los
que,
perseverando
en
bien
hacer,
buscan
gloria
y
honra
e
inmortalidad,”
Romanos
2:6.
La
recompensa
es
vida
eterna,
no
llegar
a
ser
inmortales
como
Dios,
y
esta
promesa
es
para
los
que
buscan
no
morir
eternamente.
No
es
que
vamos
a
llegar
a
una
condición
de
inmortales,
donde
ni
Dios
puede
matarnos
si
llegásemos
a
hacer
lo
malo;
sino
que
escaparemos
de
la
muerte
segunda.
Pretender
llegar
a
tener
la
condición
de
inmortales
puede
ser
una
pretensión
de
querer
ser
como
Dios,
que
nunca
muere,
y
esto
es
un
problema.
Ni
aún
Jesucristo
llegó
a
serlo.
De
él
se
dice:
“sabiendo
que
Cristo,
habiendo
resucitado
de
los
muertos,
ya
no
muere;
la
muerte
no
se
enseñorea
más
de
él.”
Romanos
6:9.
Aquí
se
refiere
a
la
muerte
primera,
la
del
cuerpo,
que
se
enseñoreó
del
Señor
Jesucristo.
Esta
muerte
no
se
enseñoreará
más
de
él.
Con
respecto
a
la
muerte
segunda,
esta
no
tiene
ninguna
potestad
sobre
él
porque
no
hizo
pecado.
Esta
muerte
se
enseñorea
de
los
que
viven
y
mueren
en
pecado.
“El
que
tiene
oído,
oiga
lo
que
el
Espíritu
dice
a
las
iglesias.
El
que
venciere,
no
sufrirá
daño
de
la
segunda
muerte.”
Apocalipsis
2:11.
Encontramos
que Jesucristo venció y Dios le resucitó como primicia de los que
duermen.
“Pero
cada
uno
en
su
debido
orden:
Cristo,
las
primicias;
luego
los
que
son
de
Cristo,
en
su
venida.”
1ra
Corintios
15:23.
No
aparece
una
referencia
en
la
biblia
de
que
se
le
diera
una
condición
de
inmortal
o
que
nada
lo
puede
matar,
sino
que
se
le
dio
vida
eterna
o
larga
vida.
Nosotros
también
estamos
buscando
que
la
muerte
segunda
no
tenga
ninguna
potestad
sobre
nosotros.
Estamos
buscando
no
morir
eternamente,
estamos
buscando
inmortalidad.
Por
eso,
puede
que
aún
necesitemos
entender
el
término
inmortalidad
y
las
condiciones
que
aplican;
pues
con
la
resurrección
no
viene
la
inmortalidad
para
todos,
ni
por
gozar
de
inmortalidad
nos
confiere
el
privilegio
de
hacer
lo
que
queramos
sin
tener
que
dar
cuenta
de
nada,
y
nadie
nos
puede
matar.
Bien
podemos
leer
que:
“y
los
que
hicieron
lo
bueno,
saldrán
a
resurrección
de
vida;
mas
los
que
hicieron
lo
malo,
a
resurrección
de
condenación.”
Juan
5:29.
No
es
por
el
hecho
de
resucitar
que
ya
se
tiene
inmortalidad
o
que
se
resucita
y
la
muerte
deja
de
existir.
La
escritura
es
bien
clara
cuando
establece
la
existencia
de
la
muerte
primera,
del
cuerpo,
y
la
muerte
segunda,
que
tiene
potestad
sobre
las
almas,
sobre
los
espíritus.
En
el
lago
de
fuego
va
a
ser
lanzada
la
muerte
que
se
enseñorea
sobre
el
cuerpo,
para
ser
destruida,
pero
queda
vigente
la
muerte
que
puede
enseñorearse
del
alma
y
del
cuerpo;
la
muerte
segunda.
Para
no
pasar
por
esta
última,
es
necesario
el
perdón
de
nuestros
pecados
y
hacer
lo
bueno,
lo
que
Dios
ha
establecido
de
ante
mano.
Es
allí,
donde
entra
en
escena
nuestro
Señor
Jesucristo.
Hasta
la
venida
de
Jesús
no
había
existido
alguien
que
hubiese
muerto
y
resucitado
para
no
volver
a
ver
muerte.
Esto
lo
logró
por
primera
vez
el
Señor
Jesucristo
por
eso
es
el
primogénito.
“y
él
es
la
cabeza
del
cuerpo
que
es
la
iglesia,
él
que
es
el
principio,
el
primogénito
de
entre
los
muertos,
para
que
en
todo
tenga
la
preeminencia;”
Colosenses
1:18.
“Mas
ahora
Cristo
ha
resucitado
de
los
muertos;
primicias
de
los
que
durmieron
es
hecho.”
1ra
Corintios
15:20.
“sabiendo
que
Cristo,
habiendo
resucitado
de
los
muertos,
ya
no
muere;
la
muerte
no
se
enseñorea
más
de
él.”
Romanos
6:9.
Que
privilegio el de Nuestro Señor Jesucristo el demostrarnos, servir de
ejemplo a los que hoy anunciamos, que es posible que la segunda
muerte no tenga potestad sobre nosotros; así como sobre él no tiene
potestad alguna.
Dios
mostró con Jesucristo que la promesa de vida eterna es una gran
realidad para todo aquel a quien no se le inculpa de pecado.
“diciendo:
Bienaventurados
aquellos
cuyas
iniquidades
son
perdonadas,
Y
cuyos
pecados
son
cubiertos.
Bienaventurado
el
varón
a
quien
el
Señor
no
inculpa
de
pecado.”
Romanos
4:7-8.
En
esto consiste la promesa de Dios en que él recompensará a cada uno
según sus obras, mientras estuvo aquí en el cuerpo.
“el
cual
pagará
a
cada
uno
conforme
a
sus
obras:
vida
eterna
a
los
que,
perseverando
en
bien
hacer,
buscan
gloria
y
honra
e
inmortalidad,
pero
ira
y
enojo
a
los
que
son
contenciosos
y
no
obedecen
a
la
verdad,
sino
que
obedecen
a
la
injusticia;
tribulación
y
angustia
sobre
todo
ser
humano
que
hace
lo
malo,
el
judío
primeramente
y
también
el
griego,
pero
gloria
y
honra
y
paz
a
todo
el
que
hace
lo
bueno,
al
judío
primeramente
y
también
al
griego;
porque
no
hay
acepción
de
personas
para
con
Dios.”
Romanos
2:6-11.
Jesucristo
vino y nos enseño como escapar de la sentencia de muerte que pesa
sobre el alma. Sobre Jesucristo, quien no hizo pecado, ni hubo engaño
en su boca, no pesa esta sentencia de muerte. Al no haber pecado, su
alma no está expuesta a la muerte segunda. Nos muestra que si es
posible escapar de la muerte del alma, y esto al presentarse no solo
como ejemplo, sino como el cordero sobre quien Dios cargó el pecado
de todos nosotros.
“Todos
nosotros
nos
descarriamos
como
ovejas,
cada
cual
se
apartó
por
su
camino;
mas
Jehová
cargó
en
él
el
pecado
de
todos
nosotros.”
Isaías
53:6.
Por
medio de Jesucristo, y su sacrificio en la cruz del calvario, cada
uno de nosotros tenemos el perdón de nuestros pecados.
“para
que
abras
sus
ojos,
para
que
se
conviertan
de
las
tinieblas
a
la
luz,
y
de
la
potestad
de
Satanás
a
Dios;
para
que
reciban,
por
la
fe
que
es
en
mí,
perdón
de
pecados
y
herencia
entre
los
santificados.”
Hechos
26:18.
Al
recibir perdón de pecados ya no hay condenación, ya no hay
sentencia de muerte, ahora hay vida en Cristo Jesús.
“Y
a
vosotros,
estando
muertos
en
pecados
y
en
la
incircuncisión
de
vuestra
carne,
os
dio
vida
juntamente
con
él,
perdonándoos
todos
los
pecados,
anulando
el
acta
de
los
decretos
que
había
contra
nosotros,
que
nos
era
contraria,
quitándola
de
en
medio
y
clavándola
en
la
cruz,”
Colosenses
2:13-14.
Al
creer
en
Jesucristo
y
aceptar
su
sacrificio,
demostramos
a
Dios
que
estamos
dispuestos
a
obedecer
la
orden
que
Dios
nos
dé.
Demostramos
obediencia
y
disposición
de
creerle
a
Dios;
no
como
Adán
y
Eva
que
desobedecieron
a
Dios.
Todo
el
que
rehúsa
creer
en
Jesucristo,
que
es
el
Hijo
de
Dios,
muestra
desobediencia;
por
ende
no
es
merecedor
de
vida,
sino
que
la
ira
de
Dios
está
sobre
él.
“El
que
cree
en
el
Hijo
tiene
vida
eterna;
pero
el
que
rehúsa
creer
en
el
Hijo
no
verá
la
vida,
sino
que
la
ira
de
Dios
está
sobre
él.”
Juan
3:36.
Para
poder
ser
juzgado
y
recibir
la
recompensa,
el
ser humano debe
ser
reconstituido
en
espíritu,
alma
y
cuerpo.
Esto
va
a
ser
hecho
con
la
resurrección
de
los
muertos. Se
le
dará
vida
al
cuerpo
y
unos
resucitarán
para
vida
y
otros
para
condenación.
“Y
muchos
de
los
que
duermen
en
el
polvo
de
la
tierra
serán
despertados,
unos
para
vida
eterna,
y
otros
para
vergüenza
y
confusión
perpetua.”
Daniel
12:2.
La condición de las almas después de la muerte del cuerpo y su destino temporal, mientras espera la resurrecion, sera explicada en otro articulo.
Recuerde que el alma no está muerta, pues solo ha transcurrido la primera muerte, la del cuerpo.
Recuerde que el alma no está muerta, pues solo ha transcurrido la primera muerte, la del cuerpo.
Toda
la
creación
de
Dios,
seres
vivientes,
están
sujetos
a
la
posibilidad
de
morir.
Los
ángeles,
querubines,
al
igual
que
los
seres
humanos
están
sujetos
a
la
posibilidad
de
muerte.
Así
lo
refleja
el
hecho
de
que
Dios
va
a
castigar
a
diablo
y
sus
ángeles
que
se
rebelaron
contra
Dios
al
lanzarlos
al
fuego
eterno,
al
lago
de
fuego
para
destruirlos.
“Tú,
querubín
grande,
protector,
yo
te
puse
en
el
santo
monte
de
Dios,
allí
estuviste;
en
medio
de
las
piedras
de
fuego
te
paseabas.
Perfecto
eras
en
todos
tus
caminos
desde
el
día
que
fuiste
creado,
hasta
que
se
halló
en
ti
maldad.
A
causa
de
la
multitud
de
tus
contrataciones
fuiste
lleno
de
iniquidad,
y
pecaste;
por
lo
que
yo
te
eché
del
monte
de
Dios,
y
te
arrojé
de
entre
las
piedras
del
fuego,
oh
querubín
protector.
Se
enalteció
tu
corazón
a
causa
de
tu
hermosura,
corrompiste
tu
sabiduría
a
causa
de
tu
esplendor;
yo
te
arrojaré
por
tierra;
delante
de
los
reyes
te
pondré
para
que
miren
en
ti.
Con
la
multitud
de
tus
maldades
y
con
la
iniquidad
de
tus
contrataciones
profanaste
tu
santuario;
yo,
pues,
saqué
fuego
de
en
medio
de
ti,
el
cual
te
consumió,
y
te
puse
en
ceniza
sobre
la
tierra
a
los
ojos
de
todos
los
que
te
miran.
Todos
los
que
te
conocieron
de
entre
los
pueblos
se
maravillarán
sobre
ti;
espanto
serás,
y
para
siempre
dejarás
de
ser.”
Ezequiel
28:14-19.
Esta
porción nos relata el destino final de este ser, el diablo será
convertido en ceniza y para siempre dejará de ser.
Aún
cuando
existe
la
promesa
de
vida
eterna
a
los
que
buscan
inmortalidad,
Dios
mantiene
su
potestad
de
a
quien
quiere
da
o
quita
la
vida.
Mantendremos
la
vida
eterna
mientras
no
nos
revelemos
contra
Dios.
La
inmortalidad
no
nos
quita
la
dependencia
hacia
Dios
pues
él
es
nuestro
creador,
le
pertenecemos
a
él.
Dios
es
el
todo
en
todos.
“Pero
luego
que
todas
las
cosas
le
estén
sujetas,
entonces
también
el
Hijo
mismo
se
sujetará
al
que
le
sujetó
a
él
todas
las
cosas,
para
que
Dios
sea
todo
en
todos.”
1ra
Corintios
15:28.
Acá
está descrito lo que el Hijo de Dios, el Señor Jesucristo hará,
muchos años después de haber sido resucitado; se sujetará al que
le sujetó a él todas las cosas.
La
inmortalidad está enmarcada en la promesa de vida eterna. Si bien la
palabra “inmortalidad” o “inmortal” no aparece en el Antiguo
Testamento, ya Dios había comunicado, a través de los profetas, la
idea de eternidad; sin embargo no es hasta la venida de Nuestro señor
Jesucristo que se habla abiertamente de esta verdad. Salomón dijo:
“Yo
he
visto
el
trabajo
que
Dios
ha
dado
a
los
hijos
de
los
hombres
para
que
se
ocupen
en
él.
Todo
lo
hizo
hermoso
en
su
tiempo;
y
ha
puesto
eternidad
en
el
corazón
de
ellos,
sin
que
alcance
el
hombre
a
entender
la
obra
que
ha
hecho
Dios
desde
el
principio
hasta
el
fin.
Yo
he
conocido
que
no
hay
para
ellos
cosa
mejor
que
alegrarse,
y
hacer
bien
en
su
vida;
y
también
que
es
don
de
Dios
que
todo
hombre
coma
y
beba,
y
goce
el
bien
de
toda
su
labor.
He
entendido
que
todo
lo
que
Dios
hace
será
perpetuo;
sobre
aquello
no
se
añadirá,
ni
de
ello
se
disminuirá;
y
lo
hace
Dios,
para
que
delante
de
él
teman
los
hombres.
Aquello
que
fue,
ya
es;
y
lo
que
ha
de
ser,
fue
ya;
y
Dios
restaura
lo
que
pasó.”
Eclesiastés
3:10-15.
Dejando
claro que, es necesario hacer bien es la vida, temiendo a Dios. Así
pues:
“No
nos
cansemos,
pues,
de
hacer
bien;
porque
a
su
tiempo
segaremos,
si
no
desmayamos.”
Gálatas
6:9.
“Porque:
El
que
quiere
amar
la
vida
Y
ver
días
buenos,
Refrene
su
lengua
de
mal,
Y
sus
labios
no
hablen
engaño;
Apártese
del
mal,
y
haga
el
bien;
Busque
la
paz,
y
sígala.
Porque
los
ojos
del
Señor
están
sobre
los
justos,
Y
sus
oídos
atentos
a
sus
oraciones;
Pero
el
rostro
del
Señor
está
contra
aquellos
que
hacen
el
mal.”
1ra
Pedro
3:10-12.
Hablando
de Nuestro Señor Jesucristo, el profeta Isaías, aún cuando no
habló de inmortalidad, nos da a conocer que iba a morir, pero que
luego viviría por largos días.
“Con
todo
eso,
Jehová
quiso
quebrantarlo,
sujetándole
a
padecimiento.
Cuando
haya
puesto
su
vida
en
expiación
por
el
pecado,
verá
linaje,
vivirá
por
largos
días,
y
la
voluntad
de
Jehová
será
en
su
mano
prosperada.”
Isaías
53:10.
Esta
expresión
“vivirá
por
largos
días”
está
haciendo
referencia
a
la
vida
eterna;
es
el
tiempo
que
transcurriría
después
que
Jesucristo
fuese
resucitado
por
Dios.
Ya
han
pasado
casi
dos
mil
años
que
Dios
resucitó
a
Jesucristo
de
entre
los
muertos,
y
aún
no
se
ha
cumplido
el
periodo
donde
Jesucristo
reinará
por
mil
años
sobre
esta
tierra,
que
le
agregaría,
a
los
dos
mil
ya
transcurridos,
mil
mas;
que
sumarían
tres
mil
años.
Luego,
después
del
milenio,
seguirá
viviendo
¿Por
cuantos
tiempo?
Por
largos
días.
Tenga
en
cuenta,
mientras
no
haga
nada
para
merecer
la
muerte,
como
lo
es
el
pecado,
seguirá
viviendo
por
largos
días.
Esto
es
vida
eterna.
Piense
que
si
mientras
vivió
en
este
mundo,
rodeado
del
mal
y
de
gente
pecadora,
no
cometió
pecado
ni
hubo
engaño
en
su
boca;
mientras
viva
rodeado
de
los
salvados,
gente
que
viva
para
Dios,
entonces
tampoco
hará
pecado.
Tendrá
mayores
razones
al
estar
rodeado
del
fruto
de
la
aflicción
de
su
alma
y
les
pastoreará
por
largos
días.
Es
la forma de expresar la idea de inmortalidad, pues de Dios también
así lo refiere el profeta Isaías.
“Estuve
mirando
hasta
que
fueron
puestos
tronos,
y
se
sentó
un
Anciano
de
días,
cuyo
vestido
era
blanco
como
la
nieve,
y
el
pelo
de
su
cabeza
como
lana
limpia;
su
trono
llama
de
fuego,
y
las
ruedas
del
mismo,
fuego
ardiente.”
Daniel
7:9.
“Miraba
yo
en
la
visión
de
la
noche,
y
he
aquí
con
las
nubes
del
cielo
venía
uno
como
un
hijo
de
hombre,
que
vino
hasta
el
Anciano
de
días,
y
le
hicieron
acercarse
delante
de
él.”
Daniel
7:13.
Vemos
en esta visión que el anciano de días representa a Dios y el hijo
de hombre representa a Jesucristo, que se acerca al anciano de días.
Esta expresión “anciano de días” hace referencia a la eternidad
de Dios, a su inmortalidad y a su inmutabilidad.
Dios
no cambia, no se envejece, por lo tanto no pueden verse en él los
cambios que vemos acá en la tierra en el físico o cuerpo de las
personas, por lo que los podemos identificar como ancianos o viejos:
arrugas, paso lento, encorvado, tembloroso, entre otras cosas. Al
usted ver estas características usted dice que esa persona está
vieja o es anciana. Esto no aplica para Dios. Dios no se envejece en
su apariencia, en su semblanza.
“¿No
has
sabido,
no
has
oído
que
el
Dios
eterno
es
Jehová,
el
cual
creó
los
confines
de
la
tierra?
No
desfallece,
ni
se
fatiga
con
cansancio,
y
su
entendimiento
no
hay
quien
lo
alcance.”
Isaías
40:28.
Pero
¿Cuántos
años
tiene?
La
biblia
nos
enseña
que
es
anciano
de
días.
No
anciano
de
cuerpo,
sino
de
existencia.
De
la
misma
forma
que
se
refiere
a
la
existencia
de
nuestro
Señor
Jesucristo
posterior
a
ser
resucitado
por
Dios,
“Vivirá
por
largos
días.”
Este
es el propósito de Dios para con cada uno de nosotros; que podamos
llegar a vivir por largos días. Que no pasemos por la muerte
segunda, que no muramos eternamente. Nos ofrece vida eterna y por eso
habla de hacer un pacto eterno.
“Inclinad
vuestro
oído,
y
venid
a
mí;
oíd,
y
vivirá
vuestra
alma;
y
haré
con
vosotros
pacto
eterno,
las
misericordias
firmes
a
David.”
Isaías
55:3.
Vemos
que
Dios
ofrece
darle
vida
a
nuestra
alma;
pues
estando
en
pecado
pesa
sobre
el
alma
la
sentencia
“el
alma
que
pecare
morirá”.
Pero,
al
inclinar
nuestro
oído
y
oír
las
palabras
de
Dios
para
hacer
su
voluntad,
entonces
Dios
ofrece
darnos
vida.
Por
esto,
nuestro
Señor
Jesucristo
dijo
lo
que
es
necesario
para
obtener
esta
vida
eterna,
vivir
en
inmortalidad:
a)
“De
cierto,
de
cierto
os
digo,
que
el
que
guarda
mi
palabra,
nunca
verá
muerte.
Entonces
los
judíos
le
dijeron:
Ahora
conocemos
que
tienes
demonio.
Abraham
murió,
y
los
profetas;
y
tú
dices:
El
que
guarda
mi
palabra,
nunca
sufrirá
muerte.”
Juan
8:51-52.
b)
“Y
todo
aquel
que
vive
y
cree
en
mí,
no
morirá
eternamente.”
Juan
11:26.
c)
“Yo
soy
el
pan
vivo
que
descendió
del
cielo;
si
alguno
comiere
de
este
pan,
vivirá
para
siempre;
y
el
pan
que
yo
daré
es
mi
carne,
la
cual
yo
daré
por
la
vida
del
mundo.”
Juan
6:51.
d)
“Éste
es
el
pan
que
descendió
del
cielo;
no
como
vuestros
padres
comieron
el
maná,
y
murieron;
el
que
come
de
este
pan,
vivirá
eternamente.”
Juan
6:58.
Al
escuchar las palabras que habló Jesucristo y guardarlas en nuestro
corazón para ponerlas por obra, entonces viviremos por largos días,
no pasaremos por la muerte segunda, esto es inmortalidad; Y sabemos
que las palabras de Jesucristo no eran de él, sino del Padre que le
envió.
“El
que
no
me
ama,
no
guarda
mis
palabras;
y
la
palabra
que
habéis
oído
no
es
mía,
sino
del
Padre
que
me
envió.”
Juan
14:24.
Por
lo tanto, al guardar la palabra de Jesucristo estamos guardando las
palabras de su Padre, las palabras de aquel que envió a Jesucristo.
Son las palabras de Dios las que dan vida.
“Y
te
afligió,
y
te
hizo
tener
hambre,
y
te
sustentó
con
maná,
comida
que
no
conocías
tú,
ni
tus
padres
la
habían
conocido,
para
hacerte
saber
que
no
sólo
de
pan
vivirá
el
hombre,
mas
de
todo
lo
que
sale
de
la
boca
de
Jehová
vivirá
el
hombre.”
Deuteronomio
8:3.
Tondo
el
que
vive
y
cree
en
Jesucristo
no
pasará
por
la
segunda
muerte,
la
del
alma.
Es
la
segunda
muerte,
la
muerte
eterna.
El
que
cree
en
Jesucristo,
no
morirá
eternamente.
Si
amas la vida, y quieres inmortalidad, debes aceptar lo que Dios está
proponiendo. Dios concede vida eterna a los que buscan inmortalidad,
a los que buscan no morir eternamente. No morir eternamente es
inmortalidad.
“el
cual
pagará
a
cada
uno
conforme
a
sus
obras:
vida
eterna
a
los
que,
perseverando
en
bien
hacer,
buscan
gloria
y
honra
e
inmortalidad,”
Romanos
2:6-7.