El
Peligro de Judaizar
Gálatas 2:14.
Pero cuando vi
que no andaban rectamente conforme a la verdad del evangelio, dije a Pedro
delante de todos: Si tú, siendo judío, vives como los gentiles y no como judío,
¿por qué obligas a los gentiles a judaizar?
No es nuevo que dentro de
las iglesias del Señor se levanten personas que quieran introducir creencias y
costumbres que no son parte de la verdad del evangelio. El peligro que
corrieron los primeros discípulos del Señor Jesucristo es el mismo que se corre
hoy entre aquellos que hemos conocido al único Dios verdadero que nos presentó
nuestro Señor Jesucristo. Es una realidad que Dios escogió al pueblo de Israel
para que ellos fuesen su pueblo, y les dio leyes, preceptos, ordenanzas que
debían cumplir. Algunas de estas fueron añadidas a causa de las transgresiones,
por causa de los continuos pecados; dentro de ellas la ley de Moisés.
“Entonces,
¿para qué sirve la ley? Fue añadida a causa de las transgresiones, hasta
que viniese la simiente a quien fue hecha la promesa; y fue ordenada por medio
de ángeles en mano de un mediador.” Gálatas 3:19.
El nacimiento del pueblo de
Israel no fue con Moisés en el monte Sinaí, sino con Abraham cuando fue llamado
por Dios para llegar a ser una gran nación. Si bien Dios le dio ordenanzas que
cumplir a Abraham no fueron los diez mandamientos de Moisés. Así podemos ver
que Dios le dijo a Abraham:
“Era Abram de
edad de noventa y nueve años, cuando le apareció Jehová y le dijo: Yo soy el
Dios Todopoderoso; anda delante de mí y sé perfecto. Y pondré mi pacto
entre mí y ti, y te multiplicaré en gran manera. Entonces Abram se postró sobre
su rostro, y Dios habló con él, diciendo: He aquí mi pacto es contigo, y serás
padre de muchedumbre de gentes. Y no se llamará más tu nombre Abram, sino que
será tu nombre Abraham, porque te he puesto por padre de muchedumbre de gentes.
Y te multiplicaré en gran manera, y haré naciones de ti, y reyes saldrán de ti.
Y estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia después de ti en sus
generaciones, por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el de tu descendencia
después de ti. Y te daré a ti, y a tu descendencia después de ti, la tierra en
que moras, toda la tierra de Canaán en heredad perpetua; y seré el Dios de
ellos. Dijo de nuevo Dios a Abraham: En cuanto a ti, guardarás mi pacto,
tú y tu descendencia después de ti por sus generaciones. Éste es mi pacto, que
guardaréis entre mí y vosotros y tu descendencia después de ti: Será
circuncidado todo varón de entre vosotros. Circuncidaréis, pues, la carne de
vuestro prepucio, y será por señal del pacto entre mí y vosotros.” Génesis 17:1-11.
Lo que luego queda recogido
en la Ley de Moisés como el primer mandamiento, encontramos que Dios se lo dijo
a Abraham con otras palabras, donde él debía andar delante de Jehová Dios
siendo perfecto y Dios se comprometió a ser Dios de Abraham y su descendencia.
Además le da Dios, como señal de este pacto, el que cada varón fuese
circuncidado; del mismo modo que cuando celebra con Moisés el Pacto en el Monte
Sinaí le dio como señal del Pacto el guardar el día sábado.
“Y les di también mis días de reposo, para
que fuesen por señal entre mí y ellos, para que supiesen que yo soy Jehová
que los santifico.” Ezequiel 20:12.
“y santificad
mis días de reposo, y sean por señal entre mí y vosotros, para que sepáis
que yo soy Jehová vuestro Dios.” Ezequiel 20:20.
Esta es la situación hoy
día: Al igual que el pacto de Dios con Abraham, para nosotros hoy andar delante
de Dios y ser perfectos se constituye en el mandamiento para que Dios sea
nuestro Dios y el de nuestra descendencia, pues este pacto de Abraham es
ratificado con la venida de Jesucristo, que es la simiente de Abraham, a quien
se le hizo la promesa, por eso dice de la ley de Moisés, que:
“... Fue
añadida a causa de las transgresiones, hasta que viniese la simiente a quien
fue hecha la promesa;...” Gálatas 3:19.
Los judíos prestaron muy
poca atención al pacto de Dios con Abraham. Anduvieron por espacio de
cuatrocientos treinta años transgrediendo este pacto sencillo; pero no por
sencillo carecía de mandamiento pues la palabra de Dios nos dice que Abraham
cumplió los mandamientos que Dios le prescribió.
“Multiplicaré
tu descendencia como las estrellas del cielo, y daré a tu descendencia todas
estas tierras; y todas las naciones de la tierra serán benditas en tu simiente,
por cuanto oyó Abraham mi voz, y guardó mi precepto, mis mandamientos, mis
estatutos y mis leyes.” Génesis 26:4-5.
¿De qué mandamientos está
haciendo referencia acá? ¿Los de Moisés? No; los mandamientos que Dios le dio a
Abraham. Lo que hizo Abraham el pueblo no lo hizo y fue necesario que Dios
ordenara por manos de Moisés las tablas de la ley y todos los demás preceptos,
ordenanzas y mandamientos allá en el monte Sinaí. Por eso dice Pablo en el
libro de Gálatas:
“...Fue añadida
a causa de las transgresiones,...” Gálatas 3:19.
Esta ley de Moisés no
abroga la promesa hecha a Abraham.
“Esto, pues,
digo: El pacto previamente ratificado por Dios para con Cristo, la ley que
vino cuatrocientos treinta años después, no lo abroga, para invalidar la promesa.”
Gálatas 3:17.
Es interesante ver que
cuando le preguntaron a nuestro Señor Jesucristo cual era el primer
mandamiento, él no se fue a la escritura de Éxodo veinte, a los mandamientos
escritos en la tabla, sino que dijo:
“Jesús le
respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro
Dios, el Señor uno es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con
toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Éste es el principal
mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No
hay otro mandamiento mayor que éstos.” Marcos 12:29-31.
Que son la base y el
resumen de la Ley de Moisés.
“Porque: No
adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás,
y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu
prójimo como a ti mismo. El amor no hace mal al prójimo; así que el
cumplimiento de la ley es el amor.” Romanos 13:9-10.
Ahora, más allá de ser una
gran verdad que Dios es uno, y verdad para vida eterna, no se trata de hacerlo
una repetición sino de ponerlo por obra. De creerlo y vivirlo, que Dios es uno
y no hay más Dios. Los judíos tomaron como costumbre repetir las palabras que
se les ordenaron pero no las vivían. Lo tomaron como algo que debían decir pero
no lo practicaban. A este punto llegaron los judíos que el Señor Jesucristo
dijo de los escribas y fariseos:
“En la cátedra
de Moisés se sientan los escribas y los fariseos. Así que, todo lo que os digan que guardéis,
guardadlo y hacedlo; mas no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no
hacen. Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre
los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo quieren moverlas.” Mateo 23:2-4.
Situación que no había
cambiado en nada al pueblo mientras anduvo en el desierto:
“Y Dios se
apartó, y los entregó a que rindiesen culto al ejército del cielo; como está
escrito en el libro de los profetas: ¿Acaso me ofrecisteis víctimas y
sacrificios En el desierto por cuarenta años, casa de Israel? Antes bien
llevasteis el tabernáculo de Moloc, Y la estrella de vuestro dios Renfán,
Figuras que os hicisteis para adorarlas. Os transportaré, pues, más allá de
Babilonia.” Hechos
7:12-13.
“Dice, pues, el
Señor: Porque este pueblo se acerca a mí con su boca, y con sus labios me
honra, pero su corazón está lejos de mí, y su temor de mí no es más que un mandamiento
de hombres que les ha sido enseñado;” Isaías 29:13.
Contra este tipo de actitud
se pronunció el Apóstol Pablo, cuando vio a Pedro actuando de una forma ante
los gentiles y de otra ante los judíos.
“Pero cuando vi
que no andaban rectamente conforme a la verdad del evangelio, dije a Pedro
delante de todos: Si tú, siendo judío, vives como los gentiles y no como
judío, ¿por qué obligas a los gentiles a judaizar?” Gálatas 2:14.
Pero ¿Que es Judaizar?
Pablo le dice a Pedro que él no vivía como judío sino como gentil. Esto es
correcto y necesario que lo entendamos: Nosotros no debemos vivir como judíos.
El querer tomar las costumbres judías para ponerlas en práctica hoy estando en
el evangelio de Jesucristo, a eso se le llama judaizar. Ahora debo aclarar: Al
decir que debemos vivir como los gentiles no es como cualquier gentil. Lo hago
para dejar bien claro que no es como judíos que debemos vivir. Por eso Pablo dijo:
“Esto, pues,
digo y requiero en el Señor: que ya no andéis como los otros gentiles, que
andan en la vanidad de su mente, teniendo el entendimiento entenebrecido,
ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de
su corazón; los cuales, después que perdieron toda sensibilidad, se
entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza.” Efesios 4:17-19.
“Y él os dio
vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los
cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo,
conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en
los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros vivimos en
otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y
de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los
demás.” Efesios
2:1-3.
De manera que no debemos
andar lo mismo que los demás, sino que nosotros debemos andar como gentiles a
los cuales Dios ha limpiado nuestro entendimiento, nuestras conciencias, con un
corazón sensible para las cosas de Dios, andando en pureza y rectitud para con
Dios y con los hombres.
“En cuanto a la
pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado
conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente,
y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la
verdad.” Efesios
4:22-24.
Note usted que este nuevo
hombre, creado según Dios, no es al estilo judío, sino gentil. ¿Gentil? Déjeme
ir un poco más allá. Cuando Dios llamó a Abraham, este no era judío. Abraham
era un gentil, vivía entre paganos.
“y di: Así ha
dicho Jehová el Señor sobre Jerusalén: Tu origen, tu nacimiento, es de la
tierra de Canaán; tu padre fue amorreo, y tu madre hetea.” Ezequiel 16:3.
El pueblo judío no existía.
Las costumbres y tradiciones judías vinieron después, y muchas de ellas están
marcadas por la ley de Moisés que fue añadida a causa de las transgresiones.
El hombre nuevo, gentil
según Dios, es el que vive según el Espíritu, haciendo las obras del Espíritu y
contra tales obras no hay ley, ni costumbre judía que valga.
“Mas el fruto
del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,
mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. Pero los que son de
Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el
Espíritu, andemos también por el Espíritu.” Gálatas 5:22-25.
El peligro más grande que
corremos los unitarios es el de judaizar, el de querer abrazar costumbres
judías por el hecho de que el Dios al cual servimos es el Dios que debieron
servir los judíos y no lo hicieron, salvo contadas excepciones. Fueron sus
costumbres las que los llevaron a que el reino de los cielos fuese quitado de
en medio de ellos y pasase a mano de los gentiles.
“Por tanto os
digo, que el reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a
gente que produzca los frutos de él.” Mateo 21:43.
Esta es la razón por la que
se hace necesario que se conviertan ellos a nosotros y no nosotros a ellos. Los
judíos deben dejar sus costumbres judías y convertirse a Dios de todo corazón.
Salir del judaísmo para venir al Reino del Amado Hijo de Dios.
“el cual nos ha
librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado
Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.” Colosenses 1:13-14.
Esto es lo que Dios ha
establecido, y Dios mismo se ha encargado de trasladarnos al reino de su amado
hijo Jesús.
Hoy por hoy, para poder
agradar a Dios, es necesario creer en Jesucristo y tener fe en él; en la
simiente a quien se le habían hecho las promesas. Así lo estableció Dios, ya
que Jesucristo es la simiente en el cual se le hicieron las promesas a Abraham.
Por eso dice:
“porque el fin
de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree.” Romanos 10:4.
“que si
confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios
le levantó de los muertos, serás salvo.” Romanos 10:9.
“Por tanto, es
necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea
que nos deslicemos.” Hebreos 2:1.
Pablo les dice a los judíos:
“Porque si las
cosas que destruí, las mismas vuelvo a edificar, transgresor me hago.” Gálatas 2:18.
¿Qué cree usted que pasaría
si nosotros, los gentiles, que hemos creído a la verdad del evangelio llegáramos
a judaizar? Si llegamos a repetir lo que los judíos hicieron entonces tendremos
el mismo resultado que ellos tuvieron.
“Conforme a la
gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el fundamento,
y otro edifica encima; pero cada uno mire cómo sobreedifica. Porque nadie puede
poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo. Y si sobre
este fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno,
hojarasca, la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará,
pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la
probará. Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá
recompensa.” 1ra
Corintios 3:10-14.
Tenga en cuenta la razón
por la que hace las cosas que hace, que cree las cosas que cree. Para ser parte
del pueblo de Dios no necesita judaizar; necesita cumplir la ley de Cristo.
“Sobrellevad
los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo.” Gálatas 6:2.
No necesita hablar judío,
ni mucho menos judaizar para ser salvo. Confié en que Dios, por medio de su
Espíritu Santo, le guiará a toda la verdad.
“estando
persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la
perfeccionará hasta el día de Jesucristo;” Filipenses 1:6.
“Mas el Dios
de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que
hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme,
fortalezca y establezca. A él sea la gloria y el imperio por los siglos de
los siglos. Amén.” 1ra de Pedro 5:10.