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No es suficiente con decirle Señor

No es suficiente con decirle Señor.
Mateo 7:21.
“No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.”
Una de las cosas que se hace necesario en nuestra vida, para alcanzar la salvación de nuestra alma, es reconocer que Jesús es el Señor. Por esto dice la escritura:
“que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.” Romanos 10:9.
Al mismo tiempo, es necesario reconocer que el Señorío que ostenta nuestro Señor Jesucristo es por voluntad de Dios; y que es necesario que nosotros lo confesemos para que Dios Padre sea Glorificado.
“y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.” Filipenses 2:11.
A Dios le plació establecer, colocar a Jesucristo como Señor de todas las cosas, y sujetó a Jesucristo las cosas que están en los cielos y en la tierra y aún debajo de la tierra; pero sobre todas las cosas lo dio como cabeza y Señor de la Iglesia.
“Dios envió mensaje a los hijos de Israel, anunciando el evangelio de la paz por medio de Jesucristo; éste es Señor de todos.” Hechos 10:36.
“Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.” Hechos 2:36.
Vemos que hace una distinción o diferencia entre aquel que es Dios y quien es Señor. Dios el Padre colocó a Jesucristo como Señor, nuestro Señor.
“Porque todas las cosas las sujetó debajo de sus pies. Y cuando dice que todas las cosas han sido sujetadas a él, claramente se exceptúa aquel que sujetó a él todas las cosas.” 1ra Corintios 15:27.
De manera que usted consigue, en las escrituras, refiriéndose a Jesucristo como Señor y qué bueno que usted le reconozca como su Señor; pero es necesario que no le confunda con el Señor que hizo Señor a Jesucristo; pues aún Jesucristo tiene un Señor y este es su Padre y su Dios, el cual sea bendito por los siglos de los siglos.
El Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien es bendito por los siglos, sabe que no miento.” 2da Corintios 11:31.
Así lo expresó el mismo Señor Jesucristo:
“En aquella misma hora Jesús se regocijó en el Espíritu, y dijo: Yo te alabo, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos, y las has revelado a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó.” Lucas 10:21.
El Padre es Señor de Jesucristo, y Jesucristo es nuestro Señor.
“para nosotros, sin embargo, sólo hay un Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas, y nosotros somos para él; y un Señor, Jesucristo, por medio del cual son todas las cosas, y nosotros por medio de él.” 1ra Corintios 8:6.
Esta distinción, diferenciación, es necesario hacerla para poder ser salvos; pues servimos a Dios y a su hijo Jesucristo.
“Porque nosotros somos la circuncisión, los que en espíritu servimos a Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne.” Filipenses 3:3.
“Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna.” Romanos 6:22.
Pero no basta con ser siervos de Dios, también hay que ser siervos de Jesucristo.
“no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino como siervos de Cristo, de corazón haciendo la voluntad de Dios;” Efesios 6:6.
Es necesario tener a Jesucristo como nuestro Señor y servirle, al tiempo que hacemos la voluntad de Dios. Comprenda que es necesario ser siervos de Jesucristo, llamarle Señor, pero también es necesario hacer la voluntad de nuestro Padre que está en los cielos.
Así lo expresó nuestro Señor Jesucristo:
No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.” Mateo 7:21.
Para poder entrar en el reino de los cielos es necesario hacer la voluntad de Dios, de aquel a quien nuestro Señor Jesucristo llama Padre, que mora en las alturas, el Señor del cielo y la tierra. ¿Cuál es la voluntad de Dios Padre? Jesucristo nos ayuda a comprenderlo, pues él mismo vino al mundo para hacer la voluntad de Dios; la voluntad de alguien más.
“Jesús les dijo: Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra.” Juan 4:34.
“No puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo, así juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre.” Juan 5:30.
“Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.” Juan 6:38.
Esta es la voluntad de Dios, la cual vino a hacer Jesucristo.
“Y ésta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquél que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.” Juan 6:40.
Por esto es necesario creer en Jesucristo, el Hijo de Dios, pues ésta es la voluntad de Dios.  Al creer en Jesucristo y tenerlo como nuestro Señor y nuestro hermano, entonces estamos haciendo la voluntad de Dios.
“Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, y hermana, y madre.” Mateo 12:50.
Llamar a Jesús Señor, no puede ser simplemente un decir; debe llegar a significar, a realmente ser Señor en y de nuestras vidas.
Viendo como Dios pide que nosotros sus siervos debemos hacer con él podemos aprender que hacer con Jesucristo, pues Dios quiere que honremos al hijo de la misma forma como honramos al Padre.
“para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió.” Juan 5:23.
¿Qué está supuesto usted hacer con Dios, el Padre de gloria? Malaquías nos ayuda a saberlo.
“El hijo honra al padre, y el siervo a su señor. Si, pues, soy yo padre, ¿dónde está mi honra? y si soy señor, ¿dónde está mi temor? dice Jehová de los ejércitos a vosotros, oh sacerdotes, que menospreciáis mi nombre. Y decís: ¿En qué hemos menospreciado tu nombre?” Malaquías 1:6.
A Dios, nosotros debemos, como nuestro Padre, darle honra, y como Señor, pues es el Señor del cielo y de la tierra, debemos tener en nosotros su temor; nuestra vida está en sus manos. Si somos hijos de Dios debemos honrarle, y debemos tener temor de él pues él es Señor. Así se dirigen a él Abraham, Moisés y todos los profetas.
Y respondió Abram: Señor Jehová, ¿qué me darás, siendo así que ando sin hijo, y el mayordomo de mi casa es ese damasceno Eliezer?” Génesis 15:2.
Señor Jehová, tú has comenzado a mostrar a tu siervo tu grandeza, y tu mano poderosa; porque ¿qué dios hay en el cielo ni en la tierra que haga obras y proezas como las tuyas?” Deuteronomio 3:24.
“Entonces clamó Sansón a Jehová, y dijo: Señor Jehová, acuérdate ahora de mí, y fortaléceme, te ruego, solamente esta vez, oh Dios, para que de una vez tome venganza de los filisteos por mis dos ojos.” Jueces 16:28.
“Y yo dije: ¡Ah! ¡ah, Señor Jehová! He aquí, no sé hablar, porque soy niño.” Jeremías 1:6.
Tener temor de este Señor Jehová está relatado como el principio de la sabiduría.
El temor de Jehová es el principio de la sabiduría, Y el conocimiento del Santísimo es la inteligencia.” Proverbios 9:10.
Esto nos ayuda a saber que debemos hacer referente a Jesucristo, pues Dios le ha colocado como Señor nuestro, de la Iglesia, Señor de todos.
“Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.” Hechos 2:36.
“Dios envió mensaje a los hijos de Israel, anunciando el evangelio de la paz por medio de Jesucristo; éste es Señor de todos.” Hechos 10:36.
Como Señor, nosotros debemos tener de Jesucristo temor, pues llegamos también a ser siervos de él; serle respetuoso, obedientes, si es nuestro Señor. No se preocupe, pues esto no causa un conflicto con Dios Padre, pues reconocer a Jesucristo como Señor debe ser hecho para gloria de Dios Padre.
“y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.” Filipenses 2:11.
Al nosotros poder hacer esto de corazón, entonces podremos estar haciendo la voluntad de nuestro Padre que está en los cielos. Si hacemos la voluntad de nuestro Padre que está en los cielos entonces entraremos en el reino de los cielos.
La salvación es obra de dos: De Dios, quien fue el que planificó y proveyó el cordero para nuestra salvación y de Jesucristo, que fue el salvador que Dios levantó para hacer la redención de nuestros pecados.
“y clamaban a gran voz, diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero.” Apocalipsis 7:10.
La salvación es de Jehová; Sobre tu pueblo sea tu bendición. Selah” Salmos 3:8.
Bendito el Señor Dios de Israel, Que ha visitado y redimido a su pueblo, Y nos levantó un poderoso Salvador En la casa de David su siervo,” Lucas 1:68-69.
“De la descendencia de éste, y conforme a la promesa, Dios levantó a Jesús por Salvador a Israel.” Hechos 13:23.
Por eso dice la escritura que nuestra comunión es tanto con Dios como con su Hijo Jesucristo.
“lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo.” 1ra Juan 1:3.
No podemos alcanzar la salvación prescindiendo de uno de ellos. Si volvemos a Romanos 10:9, nos daremos cuenta de  que es necesario creer tanto en Dios como en Jesucristo, el Hijo del Dios viviente.
“que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.” Romanos 10:9.
¿Qué es lo primero que hay que hacer? Confesar con nuestra boca que Jesús es el Señor ¿Y luego qué? Creer en nuestro corazón que Dios le levantó de los muertos. Note usted que no basta con declarar que Jesús es Señor y está vivo, sino que es necesario creer en nuestro corazón cómo es que Jesucristo está vivo. ¿Cómo ocurrió su resurrección? Dios le levantó de los muertos. Su Padre le resucitó. No se resucitó a sí mismo, ni se levantó solo. Dios lo trajo de vuelta a la vida.
A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos.” Hechos 2:32.
“Mas vosotros negasteis al Santo y al Justo, y pedisteis que se os diese un homicida, y matasteis al Autor de la vida, a quien Dios ha resucitado de los muertos, de lo cual nosotros somos testigos.” Hechos 3:14-15.
A éste levantó Dios al tercer día, e hizo que se manifestase;” Hechos 10:40.
Mas Dios le levantó de los muertos.” Hechos 13:30.
“Mas aquel a quien Dios levantó, no vio corrupción.” Hechos 13:37.
Es de tener en cuenta lo que Nuestro señor Jesucristo dijo que ocurrirá al final de los tiempos, cuando estemos frente a él en el juicio del tribunal de Cristo:
“Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.” Mateo 7:22-23.
Cuando vemos el contexto en que fueron dichas estas palabras nos encontramos con que estas personas no hicieron las palabras que oyeron de Jesucristo. A pesar de que reclamaban que habían hechos grandes cosas en el nombre de Jesús, los llamó hacedores de maldad. ¿Por qué? Porque le llamaron Señor pero no hicieron lo que el Señor les dijo que hicieran.
“¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?” Lucas 6:46.
Hoy, más que nunca, es necesario poner en práctica las palabras que le dijera Jesucristo a sus discípulos:
“No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí.” Juan 14:1.
Ya ellos creían en Dios, pues así habían sido instruidos por la ley, que debían honrar a Dios y no tener dioses ajenos, pero necesitaban creer en aquel que Dios había enviado, en Jesucristo. Por eso él les dice: “…creed también en mí.” Así como crees en Dios es necesario creer en Jesucristo.
No se trata de sustituir el uno por el otro, o de olvidarse de uno y honrar solo al otro, sino de creer también en Jesucristo como hemos creído en Dios. Por eso Jesucristo hablando con Dios le dice:
“porque las palabras que me diste, les he dado; y ellos las recibieron, y han conocido verdaderamente que salí de ti, y han creído que tú me enviaste.” Juan 17:8.
¿Para qué Dios envió su hijo al mundo? Es lamentable que solo encontremos que la gran mayoría piensa que fue solo para salvarnos del pecado, pero no es solo eso. Veamos el versículo:
“Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.” Juan 3:14-18.
Estos versículos, tan conocidos en el mundo cristiano, cualquiera sea la denominación, nos ayuda a entender. Dios envió a su Hijo para que creamos en su Hijo. Al creer en Jesucristo Dios nos concede vida eterna y, además, todo aquel que cree en Jesucristo será salvo.
No vino Dios mismo, sino que envió a alguien más, a Jesucristo, para que creamos en él. Pero, al tiempo que creemos en Jesucristo, es necesario creer en aquel que envió a Jesucristo, en Jehová Dios todopoderoso, y hacer su voluntad para así alcanzar entrar en el reino de los cielos.
Pero ¿Acaso no habla la biblia de un solo Señor? No; no se escandalice y permítame explicarle. La expresión “Un solo Señor” no sale en la biblia. Es común escucharla en los cantos, pero al buscarla en las escrituras no está. ¿Qué si se encuentra en las escrituras? Que hay un solo Dios, y esto referido al Padre.
“para nosotros, sin embargo, sólo hay un Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas, y nosotros somos para él; y un Señor, Jesucristo, por medio del cual son todas las cosas, y nosotros por medio de él.” 1ra Corintios 8:6.
La expresión “sólo” es atribuida a un Dios. “…sólo hay un Dios…” y ese Dios es el Padre; el Hijo no es Dios. Note usted que, al hablar del Señor, no dice: y un solo Señor, sino que dice: “…y un Señor, Jesucristo…”. Hay acá un Señor pero no es solo. Jesucristo ni es él solo ni está solo.
“Y si yo juzgo, mi juicio es verdadero; porque no soy yo solo, sino yo y el que me envió, el Padre.” Juan 8:16.
“He aquí la hora viene, y ha venido ya, en que seréis esparcidos cada uno por su lado, y me dejaréis solo; mas no estoy solo, porque el Padre está conmigo.” Juan 16:32.
En estos versículos se establece la diferencia entre el que es Dios, el Padre, y el que es Señor, Jesucristo; como seres separados y distintos, de los cuales para la iglesia Jesucristo es puesto como Señor por el Señor Jehová Dios. Este Señor no es el mismo Dios, lo presenta así para distinguirlo del Padre, como un Señor; pero nosotros sabemos ya que el mismo Jesucristo reconoció a Dios el Padre como el Señor del cielo.
“En aquella misma hora Jesús se regocijó en el Espíritu, y dijo: Yo te alabo, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos, y las has revelado a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó.” Lucas 10:21.
Otro versículo que habla de la existencia de un solo Dios es:
“Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre,” 1ra Timoteo  2:5.
Habla de un solo Dios, y al referirse al mediador, Jesucristo, dice que es hombre.
También encontramos un versículo, que se refiere a “un Señor”, en el libro a los efesios:
“solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos.” Efesios 4:3-6.
Allí nos habla de la unidad del Espíritu, que ha sido dispuesta para la iglesia. En ningún momento en esta cita aparece la expresión “sólo”. Hago la observación pues ésta hace límite, exclusión; nos dice que no hay más. Simplemente aquí hace una enumeración para enseñarnos que no hay repetición o que una persona ejerce dos o más funciones. Así tenemos que:
  • Un Cuerpo, se refiere a la Iglesia.
  • Un Espíritu, se refiere al Espíritu de Dios.
  • Un Señor, en referencia a Jesucristo.
  • Una fe, hablando de las enseñanzas de Dios por medio de Jesucristo y sus discípulos.
  • Un bautismo, se refiere al que fue ordenado por Jesucristo.
  • Un Dios, en referencia al Padre.
De manera que la expresión “un solo Señor” no aparece en las escrituras; antes encontramos porciones que dejan ver claramente que hay al menos dos Señores validos, con autoridad, sobre los creyentes:
Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies?” Mateo 22:44.
Sin embargo, nos referimos a Jesucristo como el Señor para dejar claro que Jesucristo es diferente de Dios, no es el mismo Dios, ya que Señor y Dios no son equivalentes.
  1. Es necesario saber que Dios es Señor de Jesucristo y Jesucristo a su vez es nuestro Señor,
“Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo.” 1ra Corintios 11:3.
  1. Es necesario no solo llamar a Jesucristo Señor sino que también debemos hacer la voluntad de nuestro Padre que está en los cielos para entrar al reino de los cielos.
“No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.” Mateo 7:21.
  1. No basta con confesar que Jesucristo es Señor, también es necesario creer que Dios, el Padre, le levantó de entre los muertos para ser salvos.
“que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.” Romanos 10:9.
  1. No basta con llamarle Señor, es necesario hacer lo que él ha dicho; pues el trajo mensaje directo de parte de Dios.
“¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?” Lucas 6:46.
“Porque yo no he hablado por mi propia cuenta; el Padre que me envió, él me dio mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de hablar. Y sé que su mandamiento es vida eterna. Así pues, lo que yo hablo, lo hablo como el Padre me lo ha dicho.” Juan 12:49-50.

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