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¿Dónde están los muertos?

¿Dónde están los muertos?
Romanos 10:6-7.
“Pero la justicia que es por la fe dice así: No digas en tu corazón: ¿Quién subirá al cielo? (esto es, para traer abajo a Cristo); o, ¿quién descenderá al abismo? (esto es, para hacer subir a Cristo de entre los muertos).”
¿Dónde van aquellos que mueren? La respuesta a esta interrogante pareciera obvia, y para algunos su visión no va más allá de la sepultura; allí se termina para ellos todo.
“Si como hombre batallé en Éfeso contra fieras, ¿qué me aprovecha? Si los muertos no resucitan, comamos y bebamos, porque mañana moriremos.” 1ra Corintios 15:32.
También para otros al morir los buenos van al cielo y los malos al infierno; aún cuando encontramos que Jesucristo, en quien no se halló pecado, cuando murió no subió al cielo, sino que tuvo que resucitar para poder subir al cielo. Pero ¿Qué dice las sagradas escrituras? ¿Dónde van aquellos que mueren?
La biblia enseña que el destino del ser humano es diferente, más allá de la sepultura. Albergamos la esperanza que un día volveremos a vivir, ser despertados del sueño.
“Entonces respondiendo Jesús, les dijo: ¿No erráis por esto, porque ignoráis las Escrituras, y el poder de Dios? Porque cuando resuciten de los muertos, ni se casarán ni se darán en casamiento, sino serán como los ángeles que están en los cielos. Pero respecto a que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés cómo le habló Dios en la zarza, diciendo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? Dios no es Dios de muertos, sino Dios de vivos; así que vosotros mucho erráis.” Lucas 12:24-27.
Pero mientras esto ocurre ¿qué pasa con el Ser humano cuando le llega la hora de la muerte? Se da una descomposición de los diferentes elementos que conforman el ser.
“Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.” 1ra Tesalonicenses 5:23.
Estos tres elementos, que conforman el ser, en la hora de la muerte, son disgregados y cada uno de ellos va a un lugar distinto. El Espíritu, que es el que le da vida al cuerpo, va a Dios.
“Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta.” Santiago 2:26.
“y el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios que lo dio.” Eclesiastés 12:7.
Vemos aquí mismo que el cuerpo, que fue tomado del polvo de la tierra, vuelve a la tierra, a convertirse en polvo una vez más.
“Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás.” Génesis 3:19.
Pero ¿Allí se terminó todo? ¿El cuerpo en la sepultura y el espíritu  que le daba vida al cuerpo de regreso con Dios que lo dio?
Piense un momento. Después de esta sentencia: “…polvo eres, y al polvo volverás…” ¿Qué necesidad había de resguardar el árbol de la vida que estaba en medio del huerto?
“Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre.” Génesis 3:22.
¿Viviría la carne para siempre al comer del árbol de la vida siendo que lo que le da vida a la carne es el espíritu de vida? Más aún ¿al ser sentenciados de volver al polvo con los días acortados?
El resguardo del árbol de la vida, para que el hombre no comiera de él, tiene que ver con la advertencia de muerte, dada por Dios al hombre antes que pecara, que no es referida al cuerpo simplemente. Esta advertencia es hecha sobre el alma.
“Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.” Génesis 2:16-17.
No cayeron muertos en el acto al comer del fruto, y el saber el bien y el mal no es lo que le causa la muerte física; pues Dios conoce el bien y el mal y no está muerto ni va a morir. El conocer el bien y el mal no causa la muerte del alma. Es escoger hacer el mal lo que causa la muerte del alma.
“He aquí, solamente esto he hallado: que Dios hizo al hombre recto, pero ellos buscaron muchas perversiones.” Eclesiastés 7:29.
“Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal.” Génesis 6:5.
La desobediencia trajo como consecuencia que los días de vida del cuerpo le fueran acortados, pero el decidir hacer lo malo trajo como consecuencia la muerte del alma.
“Pero la que se entrega a los placeres, viviendo está muerta.” 1ra Timoteo 5:6.
Vemos que esta es la condición del ser humano en pecado: “…viviendo está muerta.”
Esto es lo que algunos han llamado muerte espiritual, y digo “algunos han llamado” pues el término “muerte espiritual” no existe en las sagradas escrituras.
¿Por qué se expresa de esta manera? ¿Muerto en vida? Porque si en ese momento fuese el día del juicio y la persona fuese juzgada, aún cuando no hubiese pasado por la muerte física por estar viviendo en pecado la sentencia será la muerte.
“He aquí que todas las almas son mías; como el alma del padre, así el alma del hijo es mía; el alma que pecare, ésa morirá.” Ezequiel 18:4.
“Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.” Romanos 6:23.
El que vive en pecado y le sorprende la muerte sin haberse arrepentido, sin obtener el perdón de Dios, tiene una cosa segura, son convictos a causa del pecado.
“Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios.” Hebreos 10:26-27.
“De éstos también profetizó Enoc, séptimo desde Adán, diciendo: He aquí, vino el Señor con sus santas decenas de millares, para hacer juicio contra todos, y dejar convictos a todos los impíos de todas sus obras impías que han hecho impíamente, y de todas las cosas duras que los pecadores impíos han hablado contra él.” Judas 1:14-15.
El alma sobrevive a la muerte del cuerpo, pero esto no debe entenderse como inmortalidad del alma; y por alguno no entenderlo tampoco debe llevarle a negar la existencia del alma. El alma existe y es mortal, solo que el día de su muerte es diferente al de este cuerpo actual. La muerte primera no tiene potestad sobre el alma.
“Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno.” Mateo 10:28.
Negar la existencia del alma es tratar a Dios de mentiroso. Dios, quien es el creador de todo, dijo que él creó almas.
“Porque no contenderé para siempre, ni para siempre me enojaré; pues decaería ante mí el espíritu, y las almas que yo he creado.” Isaías 57:16.
Si Dios habla de un alma, y que es sobre ella que pesa la sentencia de muerte si peca ¿debo yo decir lo contrario? Cada ser humano, además de cuerpo y espíritu, tiene un alma. Somos un alma viviendo en un cuerpo. Esta alma es responsable por lo que hace mientras está en el cuerpo.
“Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo.” 2da Corintios 5:10.
Pero, en la hora de la muerte del cuerpo, el alma que sobrevive a la muerte del cuerpo ¿adonde va? ¿Para dónde es trasladada esta alma? Ya vimos que el cuerpo vuelve al polvo y el espíritu a Dios que lo dio. ¿Y el alma?
“¿quién descenderá al abismo? (esto es, para hacer subir a Cristo de entre los muertos).” Romanos 10:7.
El Apóstol Pablo nos dice que los muertos están en el abismo, en un lugar que está abajo. Si Dios no hubiese resucitado a nuestro señor Jesucristo de entre los muertos ¿Dónde estuviese hoy? Entre los muertos. ¿Dónde están los muertos? Este versículo habla que en el abismo. Debo aclarar que en la biblia se mencionan varios abismos. No hay uno sólo. Abismo es una profundidad.
“Todo lo que Jehová quiere, lo hace, En los cielos y en la tierra, en los mares y en todos los abismos.” Salmos 135:6.
“Con su ciencia los abismos fueron divididos, Y destilan rocío los cielos.” Proverbios 3:20.
Aunque no se da detalles en la biblia de todos los abismos, se habla del lugar donde van las almas de los que han muerto como de un abismo.
“Tú, que me has hecho ver muchas angustias y males, Volverás a darme vida, Y de nuevo me levantarás de los abismos de la tierra.” Salmos 71:20.
El salmista David dice: “…volverás a darme vida,…” ¿a que le volverá a dar vida? Al cuerpo “…y de nuevo me levantaras de los abismos de la tierra…” ¿Acaso el cuerpo de David fue puesto en los abismos? No; lo que fue llevado a los abismos fue el alma. Allí está reposando, durmiendo.
Este abismo, del que habla David, también es conocido como Seol o Hades. Este abismo no se refiere al lugar de tormento que también quedará en la profundidad, en un abismo. Por eso dice el Apóstol Pablo:
“o, ¿quién descenderá al abismo? (esto es, para hacer subir a Cristo de entre los muertos).” Romanos 10:7.
Porque el hades está en el centro de la tierra y allí son llevados los muertos para esperar el día del juicio.
A pesar que queda en la profundidad de la tierra, le pone nombre propio al lugar donde van los muertos.
“Mas tú derribado eres hasta el Seol, a los lados del abismo.” Isaías 14:15.
Nuestro Señor Jesucristo relató que su vivencia con la muerte iba a ser allá en el centro de la tierra.
“Porque como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches.” Mateo 12:40.
Allí estuvo nuestro Señor Jesucristo, en el hades, tres días y tres noches, en el corazón de la tierra. De allí le sacó Dios; no dejó su alma en el hades, ni permitió que el cuerpo, que estaba en el sepulcro, viera corrupción.
“viéndolo antes, habló de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción. A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos.” Hechos 2:31-32.
Fue después que Dios lo sacó del Hades que Jesucristo ascendió a los cielos. Mientras al Hades Jesucristo fue en alma, al cielo ascendió con cuerpo, alma y espíritu, después de la resurrección.
“Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu; en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados,” 1ra Pedro 3:18-19.
Acá, en esta porción, llama espíritu al alma, ya que así también son conocidas las almas cuando están fuera del cuerpo.
Entender que somos un alma es necesario para comprender que un día daremos cuenta por lo que hacemos hoy mientras estamos en el cuerpo. Somos un alma viviendo dentro de un cuerpo que tiene espíritu de vida.
La muerte del alma ocurrirá, junto con el cuerpo, en el día del juicio en el gran trono blanco, para aquellos que la muerte segunda se ha de enseñorear sobre ellos.
Cuando vemos el relato de la muerte de Lázaro, allí podemos encontrar parte de la enseñanza de Jesucristo sobre la muerte; y que ocurre con el ser. Nuestro Señor Jesucristo supo que Lázaro estaba enfermo y dice que no fue inmediatamente, sino que se quedó tres días donde estaba. Luego de esto les dice a sus discípulos:
“Dicho esto, les dijo después: Nuestro amigo Lázaro duerme; mas voy para despertarle. Dijeron entonces sus discípulos: Señor, si duerme, sanará. Pero Jesús decía esto de la muerte de Lázaro; y ellos pensaron que hablaba del reposar del sueño. Entonces Jesús les dijo claramente: Lázaro ha muerto; y me alegro por vosotros, de no haber estado allí, para que creáis; mas vamos a él.” Juan 11:11-15.
Vemos que Jesucristo, a sabiendas que ya Lázaro había muerto, les dice a sus discípulos que Lázaro estaba durmiendo. ¿El cuerpo? No; el cuerpo estaba muerto, pero el alma estaba durmiendo. Note usted que no estaba siendo consolado en un paraíso sino que estaba durmiendo. Esta es la condición de todo aquel que su cuerpo ha muerto: el alma va al Seol donde duerme esperando a ser despertada para el día del juicio.
Al llegar al sepulcro, se consiguen con que ya hacía varios días que había muerto.
“Vino, pues, Jesús, y halló que hacía ya cuatro días que Lázaro estaba en el sepulcro.” Juan 11:17.
Tomando en cuenta que generalmente no entierran a los muertos el mismo día, y que tenía cuatro días ya sepultado ¿Qué había pasado con el cuerpo?
“Dijo Jesús: Quitad la piedra. Marta, la hermana del que había muerto, le dijo: Señor, hiede ya, porque es de cuatro días.” Juan 11:39.
Sin duda alguna ya se había empezado a corromper. Martha dijo: “…hiede ya, porque es de cuatro días…”
¿Cómo así que Jesús entonces iba a despertarlo? Porque iba a despertar el alma que estaba dormida en el Seol y resucitar el cuerpo que estaba muerto. ¿A quien llamó nuestro Señor Jesucristo mientras estaba parado a la puerta del sepulcro de Lázaro, al cuerpo o al alma? Sin lugar a duda llamó al alma, para despertarle y hacerle volver.
Otro episodio, donde nuestro Señor Jesucristo nos ayuda a ver más allá de lo físico, de lo aparente, es el de la hija de Jairo.
“Estaba hablando aún, cuando vino uno de casa del principal de la sinagoga a decirle: Tu hija ha muerto; no molestes más al Maestro. Oyéndolo Jesús, le respondió: No temas; cree solamente, y será salva. Entrando en la casa, no dejó entrar a nadie consigo, sino a Pedro, a Jacobo, a Juan, y al padre y a la madre de la niña. Y lloraban todos y hacían lamentación por ella. Pero él dijo: No lloréis; no está muerta, sino que duerme. Y se burlaban de él, sabiendo que estaba muerta. Mas él, tomándola de la mano, clamó diciendo: Muchacha, levántate. Entonces su espíritu volvió, e inmediatamente se levantó; y él mandó que se le diese de comer.” Lucas 8:49-55.
Todos miraban lo aparente, un cuerpo muerto. Y Jesucristo, tomándole la mano, ¿habló con el cuerpo o con la muerta? No le habló al cuerpo, le habló al alma que estaba dormida, y el espíritu de vida vino sobre el cuerpo, para darle vida al cuerpo donde el alma, ya despierta, vino a morar una vez más.
En todas las personas, sin excepción, al expirar el hálito de vida, el alma es conducida al Seol para dormir, mientras espera el día del juicio. Mire lo que dijo Moisés:
“Y dijo Moisés: En esto conoceréis que Jehová me ha enviado para que hiciese todas estas cosas, y que no las hice de mi propia voluntad. Si como mueren todos los hombres murieren éstos, o si ellos al ser visitados siguen la suerte de todos los hombres, Jehová no me envió. Mas si Jehová hiciere algo nuevo, y la tierra abriere su boca y los tragare con todas sus cosas, y descendieren vivos al Seol, entonces conoceréis que estos hombres irritaron a Jehová. Y aconteció que cuando cesó él de hablar todas estas palabras, se abrió la tierra que estaba debajo de ellos. Abrió la tierra su boca, y los tragó a ellos, a sus casas, a todos los hombres de Coré, y a todos sus bienes. Y ellos, con todo lo que tenían, descendieron vivos al Seol, y los cubrió la tierra, y perecieron de en medio de la congregación.” Números 16:28-33.
Sin lugar a duda, estas personas murieron porque la tierra los ahogó. Pero ¿Qué diferencia hubo con respecto a los otros muertos? Moisés dijo: “…si como mueren todos los hombres mueren estos…” ¿murieron o no? Sin duda, si murieron, pero no como todos los hombres, no en el mismo orden. Primero sale el espíritu de vida y el cuerpo muere, luego el alma desciende al Seol. ¿Qué hubo diferencia en ellos? Descendieron vivos, en cuerpo y alma al Seol, después el espíritu de vida salió del cuerpo y este murió. El alma de ellos permaneció allá en el Seol durmiendo y están esperando para el día del juicio.
El orden en el que habitualmente ocurren las cosas es: perecen, los cubre la tierra y descienden al Seol. En el caso de los que se rebelaron contra Moisés ocurrió de forma inversa: “…descendieron vivos al Seol, y los cubrió la tierra, y perecieron…”
“Jehová mata, y él da vida; Él hace descender al Seol, y hace subir.” 1ra Samuel 2:6.
Allí van todos los muertos. Y de allí sale el alma de aquel que Dios le de vida y resucite su cuerpo.
“Como a rebaños que son conducidos al Seol, La muerte los pastoreará, Y los rectos se enseñorearán de ellos por la mañana; Se consumirá su buen parecer, y el Seol será su morada. Pero Dios redimirá mi vida del poder del Seol, Porque él me tomará consigo. Selah” Salmos 49:14-15.
Mientras los impíos, luego de ser juzgados por Jesucristo en el milenio, volverán al Seol, en el abismo, los justos albergan la esperanza de ser redimidos del poder del Seol.

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