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¿Renovación o una tierra nueva?



¿Renovación o una tierra nueva?
Apocalipsis 21:1.
“Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más.”
Es frecuente encontrar diferencia entre los cristianos en lo que concierne al lugar que Dios a determinado para que gocemos de vida eterna. Para algunos viviremos en el cielo, otros interpretan que es en esta tierra donde viviremos para siempre, pero la escritura describe que seremos llevados a vivir en una nueva tierra. En este artículo me limitaré a ampliar los dos últimos puntos, puesto que no existe ninguna promesa de Dios de llevarnos a vivir permanentemente en el cielo; ni como lugar para las almas después de muertos, así como tampoco para los seres humanos ya resucitados. De manera que expondré nuestra existencia para siempre en una tierra, ¿en esta que conocemos hoy o en alguna otra tierra diferente?
Cuando plantea la biblia que en los seres humanos, el alma está revestida de un cuerpo de carne, (ver artículo referente a este tema), un cuerpo terrenal o animal, corruptible, y que existe la promesa de Dios de revestir esa alma con un cuerpo nuevo, con la característica de incorruptible, para nosotros es comprensible; y hasta afirmemos que es necesario para poder librarnos de este cuerpo de muerte, colmado de tantos dolores y problemas.
Queremos, y estamos de acuerdo con Dios, en que gozar de eternidad debe ser en un cuerpo nuevo. Pero cuando llegamos al tema relacionado con la existencia de esta tierra, ¿Será destruida o no? En lugar de ser destruida ¿Será renovada? Entonces piensa que Dios va a hacer algo diferente con la tierra de lo que va a hacer con el ser humano; y no están de acuerdo con lo que Dios hará al negar la destrucción de esta tierra. Veamos, ¿Qué dice la escritura?
“Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora; y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo.” Romanos 8: 20-23.
Algunos ven aquí una promesa de renovación de la misma tierra. Pero, ¿acaso no está hablando igual de corrupción? Dice que la creación será libertada de la esclavitud de corrupción. ¿Llegará a ser incorruptible? Depende de lo que usted piense que es incorruptible o que es corrupción.
La palabra de Dios habla de que esta tierra es conmovible:
“La voz del cual conmovió entonces la tierra, pero ahora ha prometido, diciendo: Aún una vez, y conmoveré no solamente la tierra, sino también el cielo. Y esta frase: Aún una vez, indica la remoción de las cosas movibles, como cosas hechas, para que queden las inconmovibles.” Hebreos 12:26-27.
Habla de la remoción de las cosas hechas. Remover es quitar. No dice renovar o remozar, sino remover; dentro de estas cosas están éstos cielos y ésta tierra, para establecer la inconmovible.
En el capitulo tres de la segunda carta de Pedro, nos habla de un acontecimiento futuro: ¿Qué ha de acontecerle a la tierra?
“Éstos ignoran voluntariamente, que en el tiempo antiguo fueron hechos por la palabra de Dios los cielos, y también la tierra, que proviene del agua y por el agua subsiste, por lo cual el mundo de entonces pereció anegado en agua; pero los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos.” 2da de Pedro 3:5-7.
“Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas. Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir,” 2da de Pedro 3:10-11.
Este día del Señor, del que hace referencia esta porción de la escritura, no tiene que ver con la venida de nuestro Señor Jesucristo. Ésta porción está hablando del Señor del cielo y de la tierra, Jehová de los ejércitos. Este día también es conocido como el día de la ira de Jehová.
“Ni su plata ni su oro podrá librarlos en el día de la ira de Jehová, pues toda la tierra será consumida con el fuego de su celo; porque ciertamente destrucción apresurada hará de todos los habitantes de la tierra.” Sofonías 1:18.
Pedro dice claramente que por la misma palabra que fueron hechos los cielos y la tierra, por esa misma palabra estos cielos y esta tierra están reservados, guardados para el fuego en el día del juicio. Los cielos pasarán con gran estruendo, los elementos ardiendo serán deshechos, la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas. Hasta acá, pudiese llegarse a pensar que se trata de una purificación por fuego. Pero, cuando vemos el siguiente versículo confirmamos que no es purificación, sino que esta tierra va a ser totalmente destruida: dice claramente “…todas estas cosas han de ser deshechas…”
Esto está en consonancia con lo que ya Dios había profetizado por boca del profeta Isaías:
Alzad a los cielos vuestros ojos, y mirad abajo a la tierra; porque los cielos serán deshechos como humo, y la tierra se envejecerá como ropa de vestir, y de la misma manera perecerán sus moradores; pero mi salvación será para siempre, mi justicia no perecerá.” Isaías 51:6.
Pasará con la tierra lo mismo que ocurrirá con nuestro cuerpo actual de carne corruptible. Este cuerpo corruptible es tomado de esta tierra corruptible. Luego, así como este cuerpo corruptible va a ser deshecho, del mismo modo esta tierra corruptible, conmovible, ha de ser deshecha, para que quede lo inconmovible, lo estable, lo eterno: Una nueva tierra y unos cielos nuevos.
“Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán! Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia.” 2da de Pedro 3:11-13.
El apóstol Pedro habla aquí de una promesa:
“…Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva,…”
¿Hará promesa Dios que no cumpla?
Las promesas de Dios fueron hechas  mediante profecía, en boca de un profeta. ¿En qué momento hizo Dios esta promesa? ¿Por boca de quien  lo dijo? Esta es una promesa dada por boca de David y de Isaías; recordada por nuestro señor Jesucristo y los apóstoles Pedro y Juan.
Por medio de profecías, Dios anunció tanto la destrucción de estos cielos y la tierra como la creación de unos nuevos cielos y una nueva tierra.
“Del río sus corrientes alegran la ciudad de Dios, El santuario de las moradas del Altísimo. Dios está en medio de ella; no será conmovida. Dios la ayudará al clarear la mañana. Bramaron las naciones, titubearon los reinos; Dio él su voz, se derritió la tierra. Jehová de los ejércitos está con nosotros; Nuestro refugio es el Dios de Jacob. Selah” Salmos 46:4
Esta porción inicia hablando de la visión de esa ciudad celestial, que descenderá del cielo, cuyo arquitecto y constructor es Dios, en la cual Dios mismo estará en medio de ella; la describe ya posada sobre esta tierra durante el reinado milenial de Jesucristo. Esa ciudad no será conmovida. Pero, relata que las naciones bramaron, esto haciendo referencia a la revuelta que ocurrirá después del milenio, donde el diablo, luego que sea desatado de su cautiverio de mil años, incitará a las naciones para pelear contra la ciudad amada. Entonces, por intervención de Dios, los reinos serán destruidos. Después que esto ocurra se oirá la voz potente de Jehová Dios, quien juzgará a vivos y muertos, e incluso a la tierra y a los cielos, de los cuales el salmo dice que la tierra se derritió; mientras que Pedro dice se fundió y Juan en apocalipsis dijo huyó y ningún lugar se halló para ella.
De igual manera, encontramos otra palabra profética, en relación con la extinción de esta tierra donde habitamos hoy, también en el libro de los Salmos:
“Desde el principio tú fundaste la tierra, Y los cielos son obra de tus manos. Ellos perecerán, mas tú permanecerás; Y todos ellos como una vestidura se envejecerán; Como un vestido los mudarás, y serán mudados; Pero tú eres el mismo, Y tus años no se acabarán.” Salmos 102:25-27.
Podemos ver aquí que está prometido que este cielo y esta tierra va a perecer. Que serán quitados como muda de ropa. Esto nos indica que habrá una tierra, pero no esta misma. Dios creará una nueva, y los salvados seremos llevados a morar en otra tierra, una nueva. Dios no dejará de existir, sus años no acabarán, pero para estos cielos y esta tierra sus años están contados, dejarán de existir; luego que se cumplan todas las promesas hechas a Abraham, David y a Jesucristo, más allá del milenio.
El profeta Isaías lo dice con estas palabras:
“Alzad a los cielos vuestros ojos, y mirad abajo a la tierra; porque los cielos serán deshechos como humo, y la tierra se envejecerá como ropa de vestir, y de la misma manera perecerán sus moradores; pero mi salvación será para siempre, mi justicia no perecerá.” Isaías 51:6.
Hace la comparación entre el cielo y la tierra con la salvación y la justicia. Dice claramente que de estas cosas la salvación permanece para siempre y la justicia de Dios no perecerá. Pero ¿Qué de los cielos y la tierra? Los cielos serán deshechos como humo y la tierra se envejecerá como ropa de vestir. ¿No ha visto usted que el humo de desvanece y no se ve más y que la ropa de vestir, cuando ya esta vieja, acaso no es desechada? ¿Le pondrá un remiendo nuevo en ropa vieja?
De esto también habló nuestro Señor Jesucristo:
El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.” Mateo 24:35.
El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.” Marcos 13:31.
El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.” Lucas 21:33.
Tenemos la certeza de que las palabras dichas por nuestro Señor Jesucristo son verdaderas y se cumplirán. De la misma manera, y en la misma expresión, encontramos aquí que no nos habla de una restauración de la tierra. Dice claramente: “El cielo y la tierra pasarán,…” ¿Qué debemos esperar? Que un día este cielo y esta tierra ya no serán más.
El fin de este cielo y esta tierra es tomado como punto culminante de la validez de lo que está escrito en la ley, esto lo vemos en las palabras dichas por nuestro Señor Jesucristo:
“Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido.” Mateo 5:18.
Da un término, hasta cuándo tendrá validez lo que está escrito en la ley: “…hasta que pasen el cielo y la tierra,…”. En otras palabras, mientras existan estos cielos y esta tierra la ley estará vigente, pero cuando ya dejen de existir entonces la ley también dejará de existir. ¿Por qué esto? Recuerde ¿Por qué fue necesaria la implantación de la ley? Fue añadida a causa de las transgresiones. Bueno, hasta el día de la destrucción de esta tierra habrá transgresores viviendo en ella, que serán juzgados por sus obras según la ley.
“Porque todos los que sin ley han pecado, sin ley también perecerán; y todos los que bajo la ley han pecado, por la ley serán juzgados;” Romanos 2:12.
El profeta Isaías, como ya lo había dicho en el capitulo cincuenta y uno, que los cielos serán deshechos como humo y la tierra envejecerá como ropa de vestir, retoma el tema en el capitulo sesenta y seis; ahora lo dice con estas palabras:
“Porque como los cielos nuevos y la nueva tierra que yo hago permanecerán delante de mí, dice Jehová, así permanecerá vuestra descendencia y vuestro nombre.” Isaías 66.22.
Habla de crear y de hacer, nunca de renovar o remozar. Vuelve Isaías y hace una comparación entre los cielos y la tierra, la descendencia y el nombre del pueblo. Dice que los nuevos cielos y la nueva tierra van a permanecer, así la descendencia y el nombre de Israel también van a permanecer. Lo que les está diciendo es que tengan la certeza de que van a ocurrir ambas cosas.
El único versículo, y es justo hacer la observación, que por el contexto en el que está escrito, pareciera dar a entender que habrá una renovación de esta tierra donde estamos, es este que encontramos, también, en Isaías:
“Porque he aquí que yo crearé nuevos cielos y nueva tierra; y de lo primero no habrá memoria, ni más vendrá al pensamiento.” Isaías 65:17.
Vuelvo y digo, por el contexto en que está enmarcado, aún cuando el versículo en sí mismo no habla de renovación sino de creación; pues el contexto se espera que ocurra durante el milenio en Israel. Si bien es cierto que la promesa, por boca de Isaías, está enmarcada dentro de los eventos que ocurrirán en el milenio, también es cierto que el resto de los versículos que hablan de la promesa, y hemos revisado en este artículo, no se refieren a una restauración de esta tierra y de estos cielos, sino a destrucción de estos cielos y esta tierra con la subsiguiente creación de unos nuevos cielos y una nueva tierra, donde moren los justos.
Por el hecho de ser verdad, que estos cielos y esta tierra van a ser destruidos, no debe servir de excusa o base para alimentar la falsa creencias de que iremos a vivir para siempre en el cielo. Dios no ha prometido llevarnos a vivir en el cielo. Dios creó al ser humano para que viva en una tierra, por eso su promesa de crear cielos nuevos y tierra nueva, para que allí vivamos los seres humanos que él ha creado. Dios en el cielo y el ser humano en la tierra, así ha sido y seguirá siendo: Ese es el plan de Dios.
“No te des prisa con tu boca, ni tu corazón se apresure a proferir palabra delante de Dios; porque Dios está en el cielo, y tú sobre la tierra; por tanto, sean pocas tus palabras.” Eclesiastés 5:2.
La promesa es cielos nuevo y tierra nueva; no habla de renovados.
“Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas.” Apocalipsis 21:5.
Y Juan ya las vio:
Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más.” Apocalipsis 21:1.
Juan hace la observación que en esta nueva tierra no existe el mar, por lo que esta nueva tierra no proviene del agua ni subsiste por el agua; como si ocurre con esta tierra actual, en la que estamos.
“Éstos ignoran voluntariamente, que en el tiempo antiguo fueron hechos por la palabra de Dios los cielos, y también la tierra, que proviene del agua y por el agua subsiste,” 2da de Pedro 3:5.
El mundo venidero ya no proviene del agua, ni subsiste por ella, por eso Juan no vio mar en ella.
El origen es diferente y por esto tiene características diferentes; del mismo modo que el origen de nuestro nuevo cuerpo, nuestra nueva morada, es diferente a esta.
Cuando lleguemos al momento del juicio en el gran trono blanco, relata la escritura, ni para el cielo, ni para la tierra, se hallo lugar:
“Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos.” Apocalipsis 20:11.
No volveremos a ver esta tierra y estos cielos. Ya no habrá lugar para ellos. Serán exterminados por fuego. Pedro dijo que los elementos ardiendo serán deshechos y se fundirán.
Esto nos lleva a afirmar que este juicio, el del trono blanco, no es en esta tierra, y que el trono de Dios no será establecido para siempre sobre esta tierra como afirman algunos. La presencia del trono de Dios y del cordero en esta tierra es temporal, dentro de la Nueva Jerusalén, mientas dure el reinado de Jesucristo sobre esta tierra.
“Después me mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero. En medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones. Y no habrá más maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán, y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes.” Apocalipsis 22:1-4.
Este es un trono compartido, es de Dios y del cordero, por lo que está haciendo referencia a una extensión del trono de Dios; mientras que en el día del juicio final en el trono blanco, seremos presentados frente a Dios, sentado en su trono, y es en este mismo trono donde Nuestro señor Jesucristo hará entrega de todo lo que Dios le entrego o sujetó a él:
“Pero luego que todas las cosas le estén sujetas, entonces también el Hijo mismo se sujetará al que le sujetó a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos.” 1ra Corintios 15:28.
Esta tierra, donde hoy estamos, será destruida, y posterior al juicio seremos asignados a una nueva tierra y nuevo cielos; de esto se refirió el Apóstol Pablo como el mundo venidero.
“Porque no sujetó a los ángeles el mundo venidero, acerca del cual estamos hablando;” Hebreos 2:5.
De manera que no podemos hablar de una restauración de esta tierra, sino de la creación de una nueva.
El periodo de aparente abundancia de la tierra durante el milenio es temporal. ¿Por qué digo aparente? Porque está condicionado. Para que la tierra produzca es necesario que llueva, por lo tanto depende del agua; y mire usted lo que acontecerá con aquellas naciones que se nieguen a llevar la adoración ante el Rey Jehová durante los mil años:
“Y todos los que sobrevivieren de las naciones que vinieron contra Jerusalén, subirán de año en año para adorar al Rey, a Jehová de los ejércitos, y a celebrar la fiesta de los tabernáculos. Y acontecerá que los de las familias de la tierra que no subieren a Jerusalén para adorar al Rey, Jehová de los ejércitos, no vendrá sobre ellos lluvia. Y si la familia de Egipto no subiere y no viniere, sobre ellos no habrá lluvia; vendrá la plaga con que Jehová herirá las naciones que no subieren a celebrar la fiesta de los tabernáculos. Ésta será la pena del pecado de Egipto, y del pecado de todas las naciones que no subieren para celebrar la fiesta de los tabernáculos.” Zacarías 14:16-19.
Así que vemos viviendo en esta tierra, durante el milenio, a buenos y malos, a los que viven para Dios y gente que no quiere hacer la voluntad de Dios, pecadores, pero que se verán obligados a adorar a Dios.
“No habrá más allí niño que muera de pocos días, ni viejo que sus días no cumpla; porque el niño morirá de cien años, y el pecador de cien años será maldito.” Isaías 65:20.
Todos sabemos lo que ocurre cuando alguien es forzado a hacer algo, su corazón no está puesto en aquello que hace.
“Respondiendo él, les dijo: Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, como está escrito: Este pueblo de labios me honra, Mas su corazón está lejos de mí.” Marcos 7:6.
De manera que la restauración de la tierra durante el milenio no es total y está condicionada a la obediencia.
La abundancia y la paz serán vistas en y alrededor de Israel, en el Santo Monte.
No harán mal ni dañarán en todo mi santo monte; porque la tierra será llena del conocimiento de Jehová, como las aguas cubren el mar.” Isaías 11:9.
“El lobo y el cordero serán apacentados juntos, y el león comerá paja como el buey; y el polvo será el alimento de la serpiente. No afligirán, ni harán mal en todo mi santo monte, dijo Jehová.” Isaías 65:25.
Diferente será en la nueva tierra, donde solo morarán los salvados, los obedientes, donde todos darán honra por siempre al Rey del cielo, Jehová Dios Todopoderoso. Esta nueva tierra tiene una característica básica: no hay mar. ¿Acaso en esta tierra donde estamos no hay mar? El porcentaje mayor de componentes en esta tierra es agua, en los grandes mares. Pero Juan vio que en la nueva tierra no hay agua. ¿Cómo funcionará? Dios no lo ha revelado, quizá lo sabremos allá.
Si vemos los acontecimientos futuros, durante las plagas, que por orden de Dios harán descender los ángeles sobre esta tierra, nos encontramos con lo que acontecerá con los mares y el agua de los ríos en esta tierra: serán contaminados.
“El segundo ángel tocó la trompeta, y como una gran montaña ardiendo en fuego fue precipitada en el mar; y la tercera parte del mar se convirtió en sangre. Y murió la tercera parte de los seres vivientes que estaban en el mar, y la tercera parte de las naves fue destruida.” Apocalipsis 8:8-9.
“El segundo ángel derramó su copa sobre el mar, y éste se convirtió en sangre como de muerto; y murió todo ser vivo que había en el mar. El tercer ángel derramó su copa sobre los ríos, y sobre las fuentes de las aguas, y se convirtieron en sangre.” Apocalipsis 16:3-4.
Igual mente se habla del poder que se le dará a los dos testigos sobre la naturaleza:
“Éstos tienen poder para cerrar el cielo, a fin de que no llueva en los días de su profecía; y tienen poder sobre las aguas para convertirlas en sangre, y para herir la tierra con toda plaga, cuantas veces quieran.” Apocalipsis 11:6.
Aquí podemos ver que el mar de esta tierra donde vivimos no se secará, sino que será contaminado. En esta tierra siempre habrá mares, pero al final del tiempo ya no tendrá las mismas características que hoy conocemos, donde habitan gran cantidad de seres vivientes.
Cuando hablamos de la nueva tierra y los nuevos cielos, dice la biblia que van a ser creados por Dios:
“Porque he aquí que yo crearé nuevos cielos y nueva tierra; y de lo primero no habrá memoria, ni más vendrá al pensamiento.” Isaías 65:17.
“Porque como los cielos nuevos y la nueva tierra que yo hago permanecerán delante de mí, dice Jehová, así permanecerá vuestra descendencia y vuestro nombre.” Isaías 66:22.
Otro versículo que nos ayuda a entender que el lugar donde viviremos para siempre no es esta tierra, nos muestra que cuando se vaya a dar el juicio en el trono blanco el mar entregará los muertos que hay en él; mientras que Juan dijo que en la nueva tierra no hay mar; entendiendo que el juicio en el trono blanco precede a nuestra recompensa de vivir para siempre y la destrucción definitiva de los malos.
“Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras.” Apocalipsis 20:13.
“Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más.” Apocalipsis 21:1.
La historia no se acaba con el reinado de Cristo en esta tierra. Después de esos mil años viene la destrucción final de los malos y la recompensa final de los redimidos, entonces se cumplirá la promesa que dice: “Los justos heredarán la tierra.
El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo. Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda.” Apocalipsis 21:7-8.
“Apártate del mal, y haz el bien, Y vivirás para siempre. Porque Jehová ama la rectitud, Y no desampara a sus santos. Para siempre serán guardados; Mas la descendencia de los impíos será destruida. Los justos heredarán la tierra, Y vivirán para siempre sobre ella.” Salmos 37:27-29.
En este salmo hay una promesa que va más allá del pueblo de Israel. No se refiere a los judíos y la promesa hecha a Abraham de darle por heredad a su descendencia la tierra que estaba pisando. Esta promesa hecha a Abraham se cumplirá cabalmente en el milenio. Este salmo habla de la nueva tierra, donde mora la justicia, que será heredada por los justos, es posterior al milenio.
“Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia.” 2da Pedro 3:13.


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