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Hijo: ¿es nombre?



Isaías 56:5


“yo les daré lugar en mi casa y dentro de mis muros, y nombre mejor que el de hijos e hijas; nombre perpetuo les daré, que nunca perecerá.”

Quizás habías escuchado que la palabra hijo es un adjetivo calificativo; este argumento es usado por algunos grupos de creyentes para colocarle a Dios un nombre propio, diferente al que él reconoció para sí, es la excusa para cambiarle el nombre a Dios. Como supuestamente es un adjetivo calificativo niegan toda posibilidad de que sea un nombre, y así dicen: hijo no es nombre sino un adjetivo calificativo, pero en este argumento hay un error, y es un error que les hace llegar a una conclusión errada.

Cuando observamos la categoría gramatical para la palabra "hijo" nos encontramos con que es un sustantivo en lugar de un adjetivo.

Esto cambia por completo la interpretación que algunos dan a un versículo que ha sido motivo de controversia por mucho tiempo.

“Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo;” Mateo 28:19.

Usted habrá escuchado el siguiente argumento: Padre no es nombre propio, Hijo no es nombre propio y Espíritu Santo tampoco es nombre propio, y para rematar le agregan: son adjetivos calificativo; todo esto para decirle después que el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo es Jesús que si es un nombre propio y lo dio a conocer el Hijo. Pareciera convincente el argumento, tristemente basado en el error de que son adjetivos calificativos cuando en realidad son sustantivos, como lo oye, Padre, Hijo y Espíritu Santo son sustantivos; y ¿que es un sustantivo? Es un nombre que determina una realidad.



Si bien es cierto que Padre, Hijo y Espíritu Santo no son nombres propios, no es menos cierto que son  nombres o sustantivos comunes; así que no es incorrecta la expresión "...en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo...", porque Padre, Hijo y Espíritu Santo si son nombres, sin que esto se constituya en una formula bautismal o para cualquier otra cosa, simplemente son nombres o sustantivos comunes que denotan una existencia real.

Cuando vemos el nombre "Jesús" nos encontramos que es también un sustantivo, pero en este caso es clasificado como sustantivo o nombre propio, mientras que Hijo es un nombre o sustantivo común.

Que las expresiones Padre, Hijo y Espíritu Santo sean sustantivo, y no adjetivos calificativos, deja sin argumento valido que pueda ser usado como excusa para cambiarle el nombre a Dios, y es que Dios no se ha cambiado el nombre, antes ha prometido santificar su grande nombre. (Ver artículos: el nombre de Dios olvidado y ¿el yo soy o el que soy?)

Además de Dios haber designado a nuestro Señor Jesucristo como su Hijo, después de la resurrección Dios honro a nuestro señor Jesucristo con un nuevo nombramiento cuando le exaltó hasta lo sumo dándole un nombre sobre todo nombre, le designo como Señor de todos, y esta palabra "Señor" también es un sustantivo, un nombre. De manera que el nombre sobre todo nombre no es un sustantivo propio sino un sustantivo común por medio del cual se le dio a Jesucristo autoridad sobre todo ser creado.

“Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.” Filipenses 2:9-11.

No es que Jesucristo fue llamado “Jesús”, el nombre que Dios le dio por medio del ángel, cuando fue exaltado, sino que Jesús fue nombrado “Señor” como nombre sobre todo nombre en su exaltación. 

¿Para qué sirve todo esto? Es necesario tenerlo bien claro primero para no dejarnos engañar, pero mas importante para conocer que es lo que quiere hacer Dios con cada uno de nosotros, nos ha nombrado hijos suyo, hemos sido hechos hijos de Dios; él se ha propuesto llevar muchos hijos a la gloria y, llevarnos a la Gloria no es llevarnos al cielo sino restituirnos a la gloria de la que cayó el hombre por el pecado, de donde fuimos destituidos.

“Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos.” Hebreos 2:10.

“Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios,” Romanos 3:23.

Se nos ha dado el privilegio de ser hechos hijos de Dios.

Cuando vemos en retrospectiva la caída del ser humano de la gloria de Dios, pareciera cosa difícil que Dios quiera considerarnos hijos de él. El pasar a ser Hijos de Dios sólo es posible gracias al amor que tiene Dios por nosotros; y aunque Jesucristo nos amó y se entregó por nosotros, es gracias al amor de Dios que hoy llegamos a ser sus hijos.

“Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.” Efesios 2:4-7.

“Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.” Romanos 5:8.

Algo que es importante saber es que somos hijos de Dios y hermanos de Jesucristo, el Hijo de Dios. Aun cuando somos hijos de Dios cada uno de nosotros tiene su propio nombre o nombre propio, esto incluye a nuestro Señor Jesucristo, cuyo nombre “Jesús” está relacionado directamente con la tarea que Dios le encomendó, salvar al pueblo de su pecado.

“Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.” Mateo 1:21.

Pero vemos también que además de tener nombres propios le ha placido a Dios nombrarnos sus hijos.

“Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es.” 1º de Juan 3:2.

“Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.” Juan 1:12-13.

Que privilegio, el que podamos ser designados, nombrados por Dios, hijos suyos. Esto es más grande que cualquier ministerio, trabajo encomendado, designación humana que pueda existir. Los ángeles cumplen estrictamente las ordenes de Dios, hacen incluso demostración de fuerza y poder que muchos de nosotros, seres humanos, nunca haremos; pero  ninguno de ellos ha sido nombrado hijo.

“Porque ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Mi Hijo eres tú, Yo te he engendrado hoy, y otra vez: Yo seré a él Padre, Y él me será a mí hijo?” Hebreos 1:5.

Es lamentable ver dentro de la iglesia como hay tantos que se esfuerzan por ostentar cargos, reconocimiento humano, por algún trabajo hecho, incluso tiene en mayor estima si hacen milagros o son profeta, cuando lo importante es que podamos ser hechos hijos de Dios. Este es el producto del amor de Dios, que seamos hijos de Dios.

“Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él.” 1º de Juan 3:1.

Cuando Dios nos socorrió fue para tenernos por hijos, llamarnos hijos ¡Que privilegio!

El beneficio de ser hijos.

Como si ya no fuese suficiente con el ser hijos de Dios, podemos hacer una pequeña lista de beneficios que nos trae el ser hecho hijos de Dios.

v     Herederos con cristo.

“Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.” Romanos 8:17.

v     Hermanos de Jesucristo.

“Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos. Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos, diciendo: Anunciaré a mis hermanos tu nombre, En medio de la congregación te alabaré.” Hebreos 2:10-12.

v     Hijos de un mismo padre

“pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús;” Gálatas 3:26.

“diciendo: Anunciaré a mis hermanos tu nombre, En medio de la congregación te alabaré.” Hebreos 2:12.

Cuando dice que anunciará el nombre de Dios entre sus hermanos, no se está refiriendo al nombre propio de Dios o decirnos como se llama Dios. Si algo dejó bien claro nuestro Señor Jesucristo, durante su ministerio, constantemente habló de su Padre, y este padre no es otro que Dios mismo. Instó en todo momento a que las personas volvieran su rostro a Dios.

“Y les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer aún, para que el amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en ellos.” Juan 17:26.

Insisto, este nombre que dio a conocer el señor Jesucristo no fue un nombre propio, ni el nombre o sustantivo Padre; que usó frecuentemente para referirse a Dios.

“Respondió Jesús: Si yo me glorifico a mí mismo, mi gloria nada es; mi Padre es el que me glorifica, el que vosotros decís que es vuestro Dios.” Juan 8:54.

“Jesús le dijo: No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; mas ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios.” Juan 20:17.

El objetivo de Jesucristo fue dar a conocer a Dios, no como se llama Dios,  y esto hizo por medio de las obras que Jesucristo hacia, habló de Dios; y es de resaltar que también la palabra “Dios” también es un sustantivo o nombre común. Al hablar de Dios, su Padre, lo está dando a conocer.

Es necesario dejar claro que entre las obras encomendadas por Dios para que cumpliese nuestro Señor Jesucristo no está el de darnos a conocer un nombre propio de Dios diferente al que ya se conocía, vino para hacer la reconciliación del hombre con Dios, para ser salvación.

“Ahora pues, dice Jehová, el que me formó desde el vientre para ser su siervo, para hacer volver a él a Jacob y para congregarle a Israel (porque estimado seré en los ojos de Jehová, y el Dios mío será mi fuerza); dice: Poco es para mí que tú seas mi siervo para levantar las tribus de Jacob, y para que restaures el remanente de Israel; también te di por luz de las naciones, para que seas mi salvación hasta lo postrero de la tierra.Isaías 49:5-6.

Estos textos proféticos son atribuibles totalmente a nuestro Señor Jesucristo, a quien Dios designo para que fuese salvación, para congregar a Israel, un pueblo bien dispuesto.

“Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.” 2º de Corintios 5:18-20.

v     El ser llenos del Espíritu de Dios.

“Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo.” Gálatas 4:4-7.

v     Se nos concede vida

“Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman.” Santiago 1:12.

Llegará un día donde tendremos el privilegio de conocer a Dios y conocer a su hijo amado Jesucristo, y no hablo simplemente de saber de la existencia de ambos, sino que les veremos cara a cara, les conoceremos y estaremos para siempre con ellos.

“Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.” Juan 17:3.

“Y no habrá más maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán, y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes. No habrá allí más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará; y reinarán por los siglos de los siglos.” Apocalipsis 22:3-5.

No cabe duda que "hijo" es un nombre o sustantivo que le dio Dios a Jesucristo, cuando le declaró "...mi hijo eres tu...", y tuvo el beneplácito de, por medio de su amado Hijo, hacernos hijos a nosotros también, fuimos adoptados por Dios; este nombramiento jamás fue dado a algún ángel.

“Y nosotros también os anunciamos el evangelio de aquella promesa hecha a nuestros padres, la cual Dios ha cumplido a los hijos de ellos, a nosotros, resucitando a Jesús; como está escrito también en el salmo segundo: Mi hijo eres tú, yo te he engendrado hoy. Hechos 13:32-33.

“en amor habiéndonos redestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad,” Efesios 1:5.

Aun cuando la creación entera está esperando la manifestación gloriosa de los hijos de Dios, este termino hijo es temporal, perecedero:

“Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios.” Romanos 8:19.

Llegará un día cuando ya no llevaremos más este nombre “hijo”, tendremos uno mayor, uno que nunca perecerá; pero esto está en la promesa y no ha revelado Dios cual será ese nombre que todos recibiremos, solo dice que es un nombre mejor que el de “hijo”; éste será perpetuo.

“yo les daré lugar en mi casa y dentro de mis muros, y nombre mejor que el de hijos e hijas; nombre perpetuo les daré, que nunca perecerá.” Isaías 56:5.

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