“Y me dijo: Hijo de hombre, ¿vivirán
estos huesos? Y dije: Señor Jehová, tú lo sabes.”
El origen de la vida, desde el punto de
vista de la creación, es parte de lo que describen los libros de las sagradas
escrituras. Da por sentado que somos creación de Dios; así que no busque
argumentos en la biblia para avalar teorías de existencia del hombre por
evolución; querer encontrar argumentos evolucionistas dentro de la biblia
concerniente al origen o existencia del ser humano es necedad; Dios es creador.
Al hablar de creación tomamos como punto
de partida que Dios es el creador y le ha placido concederle, darle vida a su
creación. Debo aclarar que la vida no es simplemente la capacidad de estar
en movimiento, pues aun cuando decidamos mantenernos inmóviles aun
tendríamos vida. Un cuerpo inmóvil, paralítico o deforme por un accidente,
aun puede tener vida.
Entonces vida es algo que se tiene, algo
que se recibe, y se encarga de iniciar y perpetúa una serie de reacciones electro-químicas
que asegura que un cuerpo no se desintegre y no se disuelva por el cese de las reacciones,
sino que puede repetirse una y otra vez de forma cíclica y automática siguiendo
un patrón establecido. La vida es lo que genera el estado de estar vivo.
En el acto de creación del ser humano el
cuerpo fue creado, pero no tenía vida, esta le fue insuflada momentos después;
es algo que procede del exterior y habita en el cuerpo, un espíritu.
“Entonces Jehová Dios formó al hombre
del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre
un ser viviente.” Génesis 2:7.
La vida es algo que hay o se tiene
dentro; esto lo podemos ver en las palabras que Dios dijo cuando tomó la decisión
de destruir toda carne donde hay espíritu de vida.
“Y he aquí que yo
traigo un diluvio de aguas sobre la tierra, para destruir toda carne en que
haya espíritu de vida debajo del cielo; todo lo que hay en la tierra
morirá.” Genesis 6:17.
Aparece así descrito que lo que da vida
a la carne es el espíritu. Es entonces el espíritu un elemento que tiene vida
propia y la manifiesta a través de cuerpo, produciendo reacciones electro-químicas,
haciendo que este funcione o lleve a cabo procesos que podemos denominar
automáticas.
Reacciones químicas, polarizaciones o
despolarizaciones, oxidaciones o reducciones que son necesarias para el
funcionamiento del cuerpo que sin un elemento que los provoque llegarían a su
fin, acabarían en el equilibrio. Es como ver un péndulo en un reloj, de no
haber una cuerda que le imprima movimiento acabaría por disminuir la distancia
de balanceo hasta llegar a detenerse. Se necesita un sistema que haga (cual resorte)
que se mantenga el movimiento siguiendo un patrón previamente establecido.
En los seres vivos podemos encontrar células
que llamamos vivas y otras muertas. ¿Cual es la diferencia? Aun cuando
mantengan los mismos orgánulos o elementos físicos hay la ausencia de actividad
proteica-enzimática, carece de funcionalidad, por la perdida del impulso vital.
¿Cual es este impulso? El elemento llamado espíritu de vida.
El
elemento o parte del ser que le da vida al cuerpo es el halito del Espíritu de
vida o simplemente el espíritu del hombre. Al pararnos frente a un cuerpo que
está acostado una de las preguntas que nos hacemos es ¿Está vivo o está muerto?
Si vemos que se mueve, porque se da vuelta para acomodarse o cambiar la
posición, podemos decir que está vivo. Si no vemos movimiento buscamos si hay
respiración espontánea, si por sus narices expulsa aire entonces sabemos que
hay aliento de vida; aunque el alma que mora en ese cuerpo esté dormida. No se
sorprenda, el cuerpo no duerme, simplemente descansa o reposa, no deja de
funcionar mientras está el espíritu de vida en él, aunque estas funciones sean
las básicas.
El
primero de estos movimientos mencionado, el voltearse o acomodarse, es
voluntario o mediado por la voluntad, por lo tanto, lo induce el alma; pero el
segundo, proceso de respiración, es automático, involuntario, se trata de un
movimiento producido o bajo el control del espíritu de vida. Estará presente
mientras haya en el ser humano aliento de vida. Todos los movimientos
automáticos buscan mantener el funcionamiento en equilibrio del cuerpo, por lo tanto,
no dependen de la voluntad.
El
cuerpo está en constante funcionamiento, ya sea que trabaje a toda maquina o
que mantenga las funciones mínimas según las exigencias del alma que mora en
él; pero mientras hay espíritu de vida en él constantemente está en
funcionamiento.
Este
espíritu de vida se encarga de administrar el funcionamiento del cuerpo, pero
está limitado a las leyes que rigen el cuerpo, el equilibrio que permite que
esté allí el espíritu. Cuando no es posible mantener el equilibrio entonces el
cuerpo es irrecuperable y el espíritu es ordenado a salir del cuerpo; se rompe
la conexión del espíritu con el cuerpo y éste queda sin espíritu, muere.
El
espíritu de vida es producto del operar del espíritu de Dios, se forma cuando
el espíritu de Dios obra. El espíritu que le da vida al cuerpo, el espíritu del
hombre proviene o es creado por el Espíritu de Dios, también lo encontramos
descrito como el halito de vida que no es otra cosa que el aliento del espíritu
de vida; el halito que sopla el espíritu de Dios en el hombre:
“Entonces Jehová Dios formó al hombre
del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un
ser viviente.” Génesis
2:7.
Cuando
vemos en Ezequiel treinta y siete (37), después de haber sido constituido el
cuerpo, tendones, carne y piel, dice claramente que no había en ellos espíritu;
no había vida en ese cuerpo. Recuerde que dice la escritura que un cuerpo sin
espíritu está muerto.
“Porque como el cuerpo sin espíritu
está muerto, así también la fe sin obras está muerta.” Santiago 2:26.
¿Qué fue necesario para que estos cuerpos tuvieran
vida? Se le ordenó al profeta que le dijera al espíritu que viniera de los cuatro
vientos. ¿Cuál es este espíritu? ¿Está el espíritu del hombre en los cuatro
vientos? No; pero la Biblia si dice que el Espíritu de Dios es llevado por los
cuatro vientos, los vientos lo transportan; por lo tanto, éste es el Espíritu
de Dios.
“De nuevo alcé mis ojos y miré, y he
aquí cuatro carros que salían de entre dos montes; y aquellos montes eran de
bronce. En el primer carro había caballos alazanes, en el segundo carro
caballos negros, en el tercer carro caballos blancos, y en el cuarto carro caballos
overos rucios rodados. Respondí entonces y dije al ángel que hablaba conmigo:
Señor mío, ¿qué es esto? Y el ángel me respondió y me dijo: Éstos son los
cuatro vientos de los cielos, que salen después de presentarse delante del
Señor de toda la tierra. El carro con los caballos negros salía hacia la
tierra del norte, y los blancos salieron tras ellos, y los overos salieron
hacia la tierra del sur. Y los alazanes salieron y se afanaron por ir a recorrer
la tierra. Y dijo: Id, recorred la tierra. Y recorrieron la tierra. Luego me
llamó, y me habló diciendo: Mira, los que salieron hacia la tierra del norte
hicieron reposar mi Espíritu en la tierra del norte.” Zacarías 6:1-8.
Entonces al espíritu que el profeta le está hablando
es el espíritu de Dios enviado por toda la tierra, para que, al venir el
espíritu al valle de los huesos secos, hiciera un trabajo: “sopla sobre estos
muertos, y vivirán.
“Y miré, y vi que en medio del trono y de
los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos, estaba en pie un
Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos, y siete ojos, los cuales son los
siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra.” Apocalipsis 5:6.
“Y me dijo: Profetiza al espíritu,
profetiza, hijo de hombre, y di al espíritu: Así ha dicho Jehová el Señor:
Espíritu, ven de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos, y vivirán.”
Zacarías 37:9.
Llama
la atención que, aún cuando eran cuerpos recién ensamblados, no tenían
corrupción, aun así son considerados muertos, porque no hay espíritu de vida en
ellos; es una materia sin vida, inanimada.
Ahora
bien, la orden para el espíritu de Dios fue que soplara sobre los muertos y
entonces vivirían. Así vemos que el espíritu de vida y el Espíritu de Dios no
son los mismos; el espíritu de vida viene al cuerpo por el soplo del espíritu
de Dios.
Este
proceso recuerda aquel que ocurrió en el día en que Dios creó al hombre:
“Entonces Jehová Dios formó al hombre
del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre
un ser viviente.” Génesis 2:7.
Podemos
ver que, al igual que en el valle de los huesos secos, el cuerpo de Adán yacía
sin vida en la tierra, era materia inanimada, tomada del polvo de la tierra. Ya
había sido formado, pero no tenía vida. ¡Gracias a Dios que da vida a los
muertos! Dios no dejó este cuerpo allí a su suerte ni a la obra del azar, sino
que “…sopló en su nariz aliento de vida, …”
Este
proceso está descrito allá en génesis a groso modo, pero en Ezequiel lo detalla
un poco mas; y el libro de Job hace una descripción aun mas minuciosa. Job,
hablando con Dios, dice:
“Tus manos me hicieron y me formaron;
¿Y luego te vuelves y me deshaces? Acuérdate que como a barro me diste forma;
¿Y en polvo me has de volver? ¿No me vaciaste como leche, Y como queso me
cuajaste? Me vestiste de piel y carne, Y me tejiste con huesos y
nervios. Vida y misericordia me concediste, Y tu cuidado guardó mi espíritu.”
Job 10:8-12.
Vemos
todo un proceso hasta que llega al momento de darle vida al cuerpo ya formado.
“El espíritu de Dios me hizo, Y el
soplo del Omnipotente me dio vida.” Job 33:4.
Es
posterior a que el aliento de la boca de Dios sopla sobre un cuerpo que éste
viene a tener vida; la vida del cuerpo del hombre no es el aliento de Dios,
sino que es producto del soplo de Dios con su aliento, con su Santo Espíritu;
genera, crea, hace existir el espíritu de vida en el hombre con su soplo.
“Por la palabra de Jehová fueron hechos
los cielos, Y todo el ejército de ellos por el aliento de su boca.” Salmos 33:6.
Así
el aliento de Dios crea en el hombre el hálito de vida, que le es común con
todos los seres vivos, pero que al final no corren el mismo destino, o al menos
en la hora de la muerte el hálito de vida del hombre va a Dios y el de los
animales desciende a la tierra.
“Escondes tu rostro, se turban; Les
quitas el hálito, dejan de ser, Y vuelven al polvo. Envías tu Espíritu,
son creados, Y renuevas la faz de la tierra.” Salmos 104:29-30.
Aun
cuando el cuerpo, tanto del ser humano como el de los animales van al polvo de
donde fueron tomados, el hálito de vida en la hora de la muerte toma caminos
diferentes.
“Todo va a un mismo lugar; todo es hecho
del polvo, y todo volverá al mismo polvo. ¿Quién sabe que el espíritu de los
hijos de los hombres sube arriba, y que el espíritu del animal desciende abajo
a la tierra?” Eclesiastés 3:20-21.
Por
el hecho de que el hálito de vida del hombre asciende en la hora de la muerte
es que encontramos al Señor Jesucristo, mientra colgaba en la cruz, entregando
su espíritu o hálito de vida a Dios cuando murió.
“Entonces Jesús, clamando a gran voz,
dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto,
expiró.” Lucas
23:46.
Este
espíritu que Jesucristo encomendó a su Padre no fue el Espíritu Santo o aliento
de Dios, tampoco su alma, sino el aliento de vida de Jesucristo, el espíritu
que le da vida al cuerpo de Jesucristo.
Aún
cuando el Espíritu Santo también está dentro del cuerpo, morando dentro del
cuerpo, no es el Espíritu Santo el que le da vida al cuerpo humano. Este Espíritu
Santo que mora en Jesucristo en la hora de la resurrección permaneció morando
en Jesucristo.
“Escribe al ángel de la iglesia en
Sardis: El que tiene los siete espíritus de Dios, y las siete estrellas,
dice esto: Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás
muerto. Apocalipsis
3:1.
“Y miré, y vi que en medio del trono y de
los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos, estaba en pie un
Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos, y siete ojos, los cuales son
los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra.” Apocalipsis 5:6.
Entonces,
el Espíritu de Dios que mora en Jesucristo permaneció acá en la tierra durante
el tiempo que el cuerpo de Jesucristo estuvo muerto, esperando el momento de la
vivificación del cuerpo de Jesucristo; y es que por medio del Espíritu de Dios
es que Dios hace la vivificación de los cuerpos donde volverá a habitar el
hálito de vida del hombre, junto con el alma al ser despertada del sueño.
“Y si el Espíritu de aquel que levantó
de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a
Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que
mora en vosotros.” Romanos 8:11.
Dios,
por medio de su Santo Espíritu, realiza la vivificación de los cuerpos para
poder resucitar a los seres humanos. Veamos como ocurrió en Ezequiel 37.
Lo
primero que vemos es que se les comunicara a los huesos lo que Dios había
determinado hacer; Dios haría entrar espíritu en ellos para que vivieran.
“Así ha dicho Jehová el Señor a estos
huesos: He aquí, yo hago entrar espíritu en vosotros, y viviréis.” Ezequiel 37:5.
No
fue que los huesos vivieron aparte del cuerpo, sino que, a groso modo, Dios les
comunicó a los huesos lo que iba a hacer. ¿Qué iba a ocurrir antes que entrara
espíritu y vivieran?
“Y pondré tendones sobre vosotros, y
haré subir sobre vosotros carne, y os cubriré de piel, y pondré en vosotros
espíritu, y viviréis; y sabréis que yo soy Jehová.” Ezequiel 37:6.
Relata
el profeta Ezequiel que después que les habló a los huesos secos se produjo un
movimiento en los huesos ¿estaban los huesos vivos? No. Lo que describe
Ezequiel es el trabajo que en ese momento está haciendo Dios por medio de su
Espíritu Santo.
“Profeticé, pues, como me fue mandado; y
hubo un ruido mientras yo profetizaba, y he aquí un temblor; y los huesos se
juntaron cada hueso con su hueso.” Ezequiel 37:7.
En
ese momento el Espíritu de Dios está haciendo, organizando esos esqueletos para
luego vivificarlos. No podía unirse cualquier hueso sino cada hueso con su
hueso, en el cuerpo que le correspondía.
“Y miré, y he aquí tendones sobre ellos,
y la carne subió, y la piel cubrió por encima de ellos; pero no había en ellos
espíritu.” Ezequiel
37:8.
Vemos
que, a pesar de que narra como los huesos se unieron, como los tendones, la
carne y la piel cubrieron los huesos, deja bien claro que “no había en ellos
vida”; por lo tanto, no tenían vida en ellos. ¿Cómo entonces crecieron músculos
y piel? Porque Dios lo hizo por medio de su Santo Espíritu, mire como lo
expresa que es él quien lo hace:
“Y pondré tendones sobre
vosotros, y haré subir sobre vosotros carne, y os cubriré de
piel, y pondré en vosotros espíritu, y viviréis; y sabréis que yo soy
Jehová.” Ezequiel
37:6.
Incluso,
es Dios quien hace que entre el espíritu de vida en estos cuerpos para que
vivan. No fue el espíritu del hombre quien se encargó de hacer salir nuevos músculos
sino el Espíritu de Dios; el músculo y piel fue antes que hubiese en el cuerpo
espíritu de vida.
Así como la obra que hace el espíritu de Dios es independiente del espíritu de vida, así lo que hace el espíritu de vida del hombre, no se le debe atribuir al Espíritu de Dios. Mientras la función del Espíritu de Dios es creativa, de crear, la función del espíritu del hombre es asegurar que se mantenga la vida en ese cuerpo mediante la observación de las leyes que determinan el funcionamiento de un cuerpo. Así encontramos cuerpos por los que corre sangre, tienen vida, pero no son funcionales para que el Alma pueda darles un uso adecuado.