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HONRANDO A DIOS Y A SU HIJO JESUCRISTO

Honrado a Dios y a su Hijo Jesucristo
Juan 5:23

“para que todos honren al Hijo como honran al Padre.
El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió.”


Una de las cosas que como cristianos es necesario aprender a hacer es dar honra. En nuestros días quizá sea esto un poco más difícil de hacer para muchos porque las costumbres en este mundo han ido cambiando. El tener y mostrar respeto hacia los demás ha ido en decadencia. Hoy se habla es de tolerancia, pero no de respeto. Prácticamente el ser humano pretende hacerse la vista gorda de lo que a su alrededor está ocurriendo. Lo importante es vivir y que le dejen vivir. En este desenfreno han dejado de dar honra al que merece honra, y  se han desviado a rendir culto y dar honra a lo creado antes que al creador.
“ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén.” Romanos 1:25.
El aprender a dar honra es una de las cosas que debemos cambiar al estar ahora en Cristo Jesús. Usted y yo debemos inclusive saber a quién honrar.
“Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto; al que respeto, respeto; al que honra, honra.” Romanos 13:7.
Aún cuando el dar honra no es algo exclusivo para Dios o que solo debemos honrar a Dios (también es un deber honrar a los hombres, padre, madre.) mi atención en esta oportunidad va a estar dirigida en la honra a Dios y en la honra a su Hijo Jesucristo.
En esto de dar honra nos encontramos con la necesidad de honrar a Dios; lo que los antiguos conocieron muy bien e inclusive encontramos una orden:
“Honra a Jehová con tus bienes, Y con las primicias de todos tus frutos;” Proverbios  3:9.
De igual forma encontramos que Dios, por boca del salmista David, dice:
“Oye, pueblo mío, y hablaré; Escucha, Israel, y testificaré contra ti: Yo soy Dios, el Dios tuyo. No te reprenderé por tus sacrificios, Ni por tus holocaustos, que están continuamente delante de mí. No tomaré de tu casa becerros, Ni machos cabríos de tus apriscos. Porque mía es toda bestia del bosque, Y los millares de animales en los collados. Conozco a todas las aves de los montes, Y todo lo que se mueve en los campos me pertenece. Si yo tuviese hambre, no te lo diría a ti; Porque mío es el mundo y su plenitud. ¿He de comer yo carne de toros, O de beber sangre de machos cabríos? Sacrifica a Dios alabanza, Y paga tus votos al Altísimo; E invócame en el día de la angustia; Te libraré, y tú me honrarás.” Salmos 50:7-15.
Esta porción termina diciendo: “Tu me honraras”. Hay aquí una orden de honrar a Dios; y esto aún no ha cambiado. Nosotros debemos honrar a Dios hoy, mañana y siempre. Cuando Jesucristo estuvo entre los judíos, una de las cosas que les enseñó fue que no estaba mal honrar a Dios, que es necesario, pero que ellos debían aprender lo que ya estaba profetizado en el libro de los Salmos:
“Servid a Jehová con temor, Y alegraos con temblor. Honrad al Hijo, para que no se enoje, y perezcáis en el camino; Pues se inflama de pronto su ira. Bienaventurados todos los que en él confían.” Salmos 2:11-12.
Esto, que estaba ya ordenado proféticamente en el libro de los salmos, era algo que los judíos no estaban haciendo con Jesucristo, el Hijo de Dios. Por esto, el Apóstol Juan, escribiendo de la autoridad que recibió Jesucristo de parte de Dios, dice:
“Porque el Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió.” Juan 5:22-23.
Y esto lo dijo para que inclusive nosotros hoy podamos cumplir con este mandato. Hay acá una orden de rendir honra, por separado, a Dios y a su Hijo Jesucristo; y esto quizá para algunos suene extraño. Piensan que al honrar a Dios ya están honrando al hijo o al honrar al Hijo ya están honrando al Padre. Tenga cuidado. El Señor Jesucristo le dijo a los fariseos que hacerlo así es invalidar el mandamiento de Dios.
“Les decía también: Bien invalidáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición. Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre; y: El que maldiga al padre o a la madre, muera irremisiblemente. Pero vosotros decís: Basta que diga un hombre al padre o a la madre: Es Corbán (que quiere decir, mi ofrenda a Dios) todo aquello con que pudiera ayudarte, y no le dejáis hacer más por su padre o por su madre, invalidando la palabra de Dios con vuestra tradición que habéis transmitido.” Marcos 7:9-13.
Ellos le habían enseñado al pueblo que cuando ayudaban a sus padres eso valía como ofrenda a Dios, de modo que al honrar a los padres honraban a Dios y viceversa. Hoy ocurre algo similar. Algunos piensan que al honrar a Dios ya están honrando a su Hijo Jesucristo o que al honrar al Hijo ya están honrando al Padre y no es así. Se hace necesario honrarles por separado; para que sea válido, pues dice claramente:
“…el que no honra al hijo, no honra al Padre que le envió” Juan 5:23.
Que lamentable sería que por negarnos darle honra al Hijo de Dios terminemos dándonos cuenta que toda la honra  que le dimos al padre no es válida, por pensar que era igual, que no había diferencia.
Dios ha ordenado que honremos también al Hijo. Para honrar al hijo de Dios primero hay que creer en el Hijo de Dios. Así está escrito:
“No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí.” Juan 14:1.
Y este creer en el Hijo de Dios no es de cualquier forma; debe ser como dice la escritura para que tenga efecto:
“De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna.” Juan 6:47.
“Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.” Juan 11:25.
“El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva.” Juan 7:38.
“El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo.” 1ra de Juan 5:10.
Para los judíos se les hizo difícil, además de creer en Dios, a quien ya conocían, creer en Jesucristo, el Hijo de Dios, a quien no conocían y se les hizo difícil creer en él.
Los judíos decían creer a las palabras de Moisés, pero Jesucristo les dijo que aún ni a Moisés ellos le habían creído, porque Moisés había hablado de Jesucristo.
“No penséis que yo voy a acusaros delante del Padre; hay quien os acusa, Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza. Porque si creyeseis a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. Pero si no creéis a sus escritos, ¿cómo creeréis a mis palabras?” Juan 5:45-47.
De la misma forma hoy día hay quienes no han podido creer las palabras que dijo Jesucristo; invalidando de esta manera su creencia en Dios; pues fue Dios quien le dijo a Jesucristo lo que debía decir:
“Jesús clamó y dijo: El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me envió; y el que me ve, ve al que me envió. Yo, la luz, he venido al mundo, para que todo aquel que cree en mí no permanezca en tinieblas. Al que oye mis palabras, y no las guarda, yo no le juzgo; porque no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo. El que me rechaza, y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero. Porque yo no he hablado por mi propia cuenta; el Padre que me envió, él me dio mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de hablar. Y sé que su mandamiento es vida eterna. Así pues, lo que yo hablo, lo hablo como el Padre me lo ha dicho.” Juan 12:44-50.
Ahora bien, dentro de las palabras que Dios le mandó a Jesucristo que dijese, está:
“para que todos honren al Hijo como honran al Padre. …”
Note Usted que no solamente es honrar al Hijo, sino que esta honra debe hacerse así como honran al Padre. Si usted honra a Dios el Padre debe también honrar al Hijo de Dios; y esto no desplaza a Dios de la honra. Déjeme darle un ejemplo que está en el libro de Ester.
“Aquella misma noche se le fue el sueño al rey, y dijo que le trajesen el libro de las memorias y crónicas, y que las leyeran en su presencia. Entonces hallaron escrito que Mardoqueo había denunciado el complot de Bigtán y de Teres, dos eunucos del rey, de la guardia de la puerta, que habían procurado poner mano en el rey Asuero. Y dijo el rey: ¿Qué honra o qué distinción se hizo a Mardoqueo por esto? Y respondieron los servidores del rey, sus oficiales: Nada se ha hecho con él. Entonces dijo el rey: ¿Quién está en el patio? Y Amán había venido al patio exterior de la casa real, para hablarle al rey para que hiciese colgar a Mardoqueo en la horca que él le tenía preparada. Y los servidores del rey le respondieron: He aquí Amán está en el patio. Y el rey dijo: Que entre. Entró, pues, Amán, y el rey le dijo: ¿Qué se hará al hombre cuya honra desea el rey? Y dijo Amán en su corazón: ¿A quién deseará el rey honrar más que a mí? Y respondió Amán al rey: Para el varón cuya honra desea el rey, traigan el vestido real de que el rey se viste, y el caballo en que el rey cabalga, y la corona real que está puesta en su cabeza; y den el vestido y el caballo en mano de alguno de los príncipes más nobles del rey, y vistan a aquel varón cuya honra desea el rey, y llévenlo en el caballo por la plaza de la ciudad, y pregonen delante de él: Así se hará al varón cuya honra desea el rey. Entonces el rey dijo a Amán: Date prisa, toma el vestido y el caballo, como tú has dicho, y hazlo así con el judío Mardoqueo, que se sienta a la puerta real; no omitas nada de todo lo que has dicho. Y Amán tomó el vestido y el caballo, y vistió a Mardoqueo, y lo condujo a caballo por la plaza de la ciudad, e hizo pregonar delante de él: Así se hará al varón cuya honra  desea el rey. Después de esto Mardoqueo volvió a la puerta real, y Amán se dio prisa para irse a su casa, apesadumbrado y cubierta su cabeza.” Ester 6:1-12.
No llegó Mardoqueo a ser Rey, ni el Rey, pero recibió honor, honra delante de todo el pueblo; con los mismos implementos que le pertenecían al Rey: El vestido real con que se vestía el Rey, el caballo que el rey cabalgaba, y la corona que estaba en la cabeza del rey. De esta manera recibió honra Mardoqueo.
Este ejemplo nos sirve para ilustrar lo que ha hecho Dios con su hijo Jesucristo. ¿Sabe usted dónde está sentado hoy Jesucristo?
“… y me he sentado con mi Padre en su trono.” Apocalipsis 3:21.
Correcto, está sentado en el trono de Dios, con Dios, mas no como Dios. Nunca suplantará a Dios, pero ha recibido de Dios honra delante de todos los seres que Dios ha creado, los que le sirven y los que obstinadamente se le oponen. Por eso Jesucristo dijo:
“Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese.” Juan 17:5.
Note Usted bien que dice “Al lado tuyo”, como ya estaba profetizado que ocurriría, cuando por boca de David Dios dijo:
“Jehová dijo a mi Señor: Siéntate a mi diestra, Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.” Salmos 110:1.
Si Dios ha honrado a su hijo Jesucristo, no cabe duda que cada uno de nosotros debe dar honra también al Hijo de Dios; así como Dios le ha honrado. Tenga en cuenta que esta es la voluntad del Padre, que se honre al hijo para gloria de Dios.
“y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.” Filipenses 2:11.
Así mismo, tengamos como ejemplo el episodio que relata Juan en el libro de Apocalipsis, donde los seres que están alrededor del trono rinden honor y alabanza. ¿Cómo lo hacen? ¿Qué orden utilizan?
“Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono, y de los seres vivientes, y de los ancianos; y su número era millones de millones, que decían a gran voz: El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza. Y a todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos. Los cuatro seres vivientes decían: Amén; y los veinticuatro ancianos se postraron sobre sus rostros y adoraron al que vive por los siglos de los siglos.” Apocalipsis 5:11-14.

Acá se nos muestra un orden: “al que está sentado en el trono (Dios, el Padre) y al cordero (Jesucristo, el Hijo de Dios)”.  Ambos reciben, honra, pero note usted que se hace la distinción. Es por separado. Y no olvide, primero Dios y después su Hijo.

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